Descifrar los códigos genéticos de las bacterias de nuestro organismo aportaría nuevas claves en el conocimiento de enfermedades como la obesidad.
La secuenciación del Genoma Humano, completado en abril de 2003, ha abierto la puerta a otro proyecto, si cabe, aún más ambicioso: la secuenciación del metagenoma, es decir, de todos los genes de los microorganismos que alberga el cuerpo humano. La mayor parte de esas bacterias (entre un 90% y un 95%) se encuentran en el tracto digestivo y el resto (el 5%) en piel y mucosas. Una de las aspiraciones de la comunidad científica es explicar cuáles son sus funciones.
Metagenoma y microbioma
Cada individuo
tiene hasta 10 veces más bacterias que células propias -que contienen,
a su vez, todos los genes que el individuo ha heredado de sus
progenitores-, de modo que una persona viva tiene 10 billones de
células y, con ellas, viven 100 billones de microorganismos -que son
seres vivos asociados y que tienen sus propios genes. "El metagenoma
son los genes de las bacterias que viven con nosotros de un modo
íntimo", explica Francisco Guarner, jefe de sección en el Servicio de
Aparato Digestivo del Hospital Universitario del Vall dHebrón, de
Barcelona.
El microbioma es otro modo de hablar del metagenoma. "El microbioma
es el conjunto de genes de los microbios que conviven con el ser
humano, mientras que el metagenoma son los genes que trabajan para el
ser humano, pero que no son genes humanos", añade Guarner. En realidad,
ambos conceptos podrían utilizarse como sinónimos, aunque entre los dos
media un pequeño matiz semántico.
La gran duda
que intentan resolver la comunidad científica se centra en conocer qué
están haciendo estas bacterias en nuestro organismo
En experimentos con animales mamíferos (ratas o ratones) se ha
visto que hay individuos capaces de sobrevivir sin bacterias. Estos
animales nacen en condiciones estériles, por cesárea; viven en un
ámbito estéril y reciben la comida estéril, de modo que no tienen
contacto con las bacterias. Gracias a estos experimentos se ha
comprobado que los animales que viven solos -sin bacterias- son de
menor tamaño, a pesar de que necesitan consumir más comida (aprovechan
menos lo que comen). Pero, sobre todo, llama la atención que no
desarrollan tanto su sistema inmune, de forma que tienen pocos
linfocitos y niveles bajos de inmunoglobulinas.
Estos resultados han permitido comprender que las bacterias
conviven con el ser humano "de modo generoso; sabemos que intervienen
en el desarrollo corporal,
que menos cantidad de comida la aprovechamos más y que influyen en el
sistema inmune", afirma Guarner. Pero, a pesar de estos conocimientos
generales, no es fácil determinar qué hace cada gen y cada bacteria.
¿Qué buscan los científicos?
El objetivo de los científicos es averiguar qué hace exactamente
cada gen de esos 100 billones de bacterias del organismo. Actualmente,
se desconocen entre el 60% y el 80% de las bacterias que conviven con
el ser humano, sus "nombres y apellidos". La causa de este
desconocimiento es que no se pueden cultivar y reproducir en el
laboratorio para estudiarlas. Aunque el interés científico actual no se
centra tanto en efectuar un censo de esas bacterias, sino en conocer
qué están haciendo en nuestro organismo. Ésta es la gran duda que se
pretende resolver.
Por eso, el planteamiento de las investigaciones consiste en
secuenciar sus genes, es decir, saber en qué orden se encuentran las
bases de aminoácidos que conforman los genes y, una vez secuenciados,
buscar en bases de datos científicas a qué proteínas corresponde.
Puesto que cada gen codifica una proteína y cada proteína tiene una
función, ésta es la forma en que los investigadores pretenden averiguar
cuáles son las funciones de las bacterias que conviven con el ser
humano. Para conseguirlo, se deberá realizar un trabajo bioinformático
muy complejo.
El esfuerzo de secuenciación que exigirá este proyecto del
microbioma es mayor que el del proyecto Genoma Humano. "En ese caso se
pensó que habría entre 50.000 y 100.000 genes aunque, finalmente, se ha
visto que el ser humano reúne menos de 30.000. Pero, en el caso de los
genes de todos los microbios humanos, la estimación es que habrá cuatro
millones", cuenta Guarner.
Desde el proyecto Genoma Humano, la tecnología disponible para
secuenciar el metagenoma ha experimentado notables mejoras y se dispone
de equipos y sistemas mucho más potentes capaces de realizar una
secuenciación automática del material genético. Proyecto MetaHIT
En Europa, se han implicado en este ambicioso proyecto, llamado
MetaHIT, 11 grupos de investigación, entre los cuales el único
representante de España es el grupo que dirige Francisco Guarner, del
Valle de Hebrón. Su grupo, junto a UCB Pharma S.A., forma parte de esta
investigación, que ha recibido 11,4 millones del séptimo Programa Marco
de la Comisión Europea para investigar el microbioma humano. MetaHIT ha
arrancado el pasado mes de abril y tiene una duración prevista de
cuatro años.
Los otros grupos europeos participantes son de Francia (que tiene
dos), Dinamarca, Italia, Alemania, Holanda, Dinamarca, Reino Unido y
Bélgica, a los que cabe sumar uno de China. Más adelante, es posible
que se adhieran también otros grupos de Japón, Singapur, Canadá y
Australia.
Los científicos creen posible descubrir algunos defectos en el microbioma asociados a la enfermedad inflamatoria intestinal
En paralelo, además, se está desarrollando otro proyecto, en el que
se enmarca MetaHIT, de mayor envergadura y liderado por un consorcio
internacional. Es el denominado The International Human Microbiome
Project, que constituye un esfuerzo coordinado entre la Dirección
General de Investigación de la Comisión Europea, de Bruselas, y el
National Institute of Health, dirigido desde Washington. Tanto en
Europa como en EE.UU., el 90% del programa está financiado por
organismos públicos, aunque también participan algunas industrias
farmacéuticas y de la alimentación.
El objetivo de todos ellos es obtener un mapa completo del
microbioma humano, para lo cual el proyecto MetaHIT analizará los genes
del microflora intestinal; EE.UU., la flora de la cavidad bucal y
vaginal; y otros países los microorganismos que se encuentran en la
piel.
Una de las aspiraciones del proyecto MetaHIT es que sus hallazgos
sean aplicables en dos áreas: la obesidad y la enfermedad inflamatoria
intestinal (colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn).
Es posible que las personas obesas tengan cierta actividad enzimática
propia de las bacterias que colonizan el organismo y, en el caso de la
enfermedad inflamatoria intestinal, puede que se descubran algunos
defectos en el microbioma asociados a esta patología y que no son
transmisibles.
OBESIDAD Y ENFERMEDAD INFLAMATORIA INTESTINAL
Para analizar las causas de la obesidad
y la enfermedad inflamatoria intestinal, el proyecto MetaHIT tomará
muestras de heces de 400 personas voluntarias, sanas -que servirán como
controles de la enfermedad- y afectadas por la obesidad o la enfermedad
inflamatoria intestinal. La intención es recabar datos para comparar
sus microbiomas e intentar explicar, en parte, el origen de estas dos
patologías y cómo reducir su riesgo de aparición.
"Si observamos cambios en el microbioma que explican la enfermedad
inflamatoria intestinal y el microbioma se puede mejorar, podríamos
intervenir para resolver la enfermedad", comenta Guarner. Los
participantes en el proyecto MetaHIT deberán obtener muestras de heces
y congelarlas inmediatamente. Después, mediante un procedimiento de
extracción, los investigadores tomarán de ellas sólo el ADN -donde
están contenidos los códigos genéticos.
A continuación, con un procedimiento de amplificación universal,
pero específico para bacterias, se obtendrán varias muestras que se
secuenciarán en varios centros. Y ese ADN se reconocerá por un
procedimiento de bioinformática que permitirá saber qué proteína
secuencia cada gen y, al conocer las proteínas, saber cuáles de ellas
son enzimas - productos con actividad biológica- y, por lo tanto, qué
función tiene cada bacteria.
Con la secuenciación de las primeras muestras -de entre 10 y 20
personas- los científicos elaborarán unas plantillas de unos tres
millones de genes que, posteriormente, servirán para analizar el resto
de muestras de los voluntarios, para ver si están bien representadas.
En caso de no ser así, las plantillas se enriquecerán con datos nuevos
hasta obtener un mapa completo del microbioma de nuestra microflora intestinal.
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