Las consecuencias de estar infectado con hepatitis C pueden tardar años
en manifestarse. De modo que mientras los nuevos casos de la enfermedad
cayeron abruptamente a lo largo de las últimas décadas, muchas personas
que contrajeron la enfermedad hace años sólo ahora empiezan a saber que
son portadoras del virus, y a enfrentar sus efectos potencialmente
serios.
Para muchos, hay buenas noticias. La mitad de todas las infecciones
crónicas pueden curarse ahora con una combinación de drogas. Pero la
hepatitis C sigue siendo un virus de cuidado, que frecuentemente
permanece inadvertido durante años y luego sigue un curso tan
impredecible que los médicos a veces no están seguros de si recomendar
un tratamiento o aconsejar a los pacientes un lapso de espera.
El obstáculo más grande para un tratamiento efectivo sigue siendo el
hecho de que la mayoría de los que están infectados con la hepatitis C
ni siquiera lo sabe. En cuatro de cada cinco personas, no existen
síntomas en el momento de la infección.
"La mayoría de los pacientes descubren que tienen hepatitis C
crónica cuando van a donar sangre o se van a hacer un examen clínico
para obtener un seguro", dice el doctor Bruce R. Bacon, director de la
división de gastroenterología y hepatología de la Facultad de Medicina
de la Universidad de San Luis.
Casi un tercio de los expuestos a la hepatitis C se recuperan
totalmente; su sistema inmunológico elimina el virus. Alrededor del 70%
desarrolla infecciones crónicas, que conducen a un significativo riesgo
de cirrosis del hígado y al cáncer hepático. Paradójicamente, las
personas que se enferman más rápidamente después de haberse infectado
son las que tienen más posibilidad de luchar contra el virus, mientras
que los que tienen pocos o ningún síntoma inicial son los que corren
mayor peligro de sufrir una infección persistente.
El tratamiento actualmente recomendado para la hepatitis crónica
combina ribavirina, fármaco antiviral, con interferón, sustancia que
aumenta el poder del sistema inmune para destruir los virus. El
tratamiento ofrece la cura para más de la mitad de los pacientes. Pero
dado que las drogas son caras y pueden tener serios efectos
colaterales, y que el curso de la enfermedad varía tanto de persona a
persona, la decisión de iniciar la terapia plantea cuestiones difíciles
de resolver.
"Alrededor de un tercio de las personas con hepatitis crónica
avanzará hacia la cirrosis de hígado", dice el doctor Jay H. Hoofnagle,
director del Centro de Investigación de la Enfermedad Hepática de los
Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos. "Sólo del 5 al
10% desarrollará cáncer de hígado. En otras palabras, muchas personas
pueden vivir perfectamente con la infección crónica sin mayores
inconvenientes. El problema es que no se puede saber a quién le va a ir
bien y quién morirá de la enfermedad."
Los médicos tampoco pueden predecir con certeza cómo van a responder
los pacientes a la terapia combinada. Entre el 25 y el 30% de los
pacientes, el interferón produce ansiedad y depresión, a veces tan
extrema que intentan suicidarse. También puede causar síntomas
gripales.
"Usualmente, puede hacer que los pacientes reciban el interferón y
la ribavirina durante dos o tres meses. Más allá, se hace realmente
difícil -dice el doctor Hoofnagle-. Por lo menos al 10 por ciento de
los pacientes les es imposible completar la terapia."
Afortunadamente, los médicos están perfeccionando los beneficios y
controlando algunos de los efectos adversos, gracias, en parte, a
nuevos conocimientos sobre el virus. Los investigadores descubrieron
que el virus de la hepatitis C se presenta en por lo menos seis formas,
llamadas genotipos. El genotipo 1 es el más común y también el más
difícil de tratar; requiere 48 semanas de tratamiento. Sólo alrededor
del 40 por ciento de los pacientes con este subtipo se liberan del
virus. Los genotipos 2 y 3 pueden ser tratados exitosamente en sólo 24
semanas, y eliminan el virus en alrededor del 80 por ciento de los
casos.
Cuanto más rápidamente comienzan a caer en los pacientes los niveles
del virus, mejores son las expectativas de cura. Monitoreando los
niveles del virus en la sangre, dicen los médicos, ahora es posible
individualizar el tratamiento más apropiado.
"Si los niveles caen muy rápido, podemos acortar la terapia. Si la
respuesta es lenta, podemos alargarlo y mejorar las chances de éxito",
dice el doctor Ira Jacobsen, jefe de la división de gastroenterología y
hepatología del colegio Médico Weill Cornell de Nueva York.
Sin embargo, la decisión de acortar el tratamiento aún sigue siendo
controvertida por el riesgo de recidiva, que ocurre cuando los virus no
erradicados por la medicación se multiplican y retornan.
Sin duda, el mejor remedio es la prevención, y es gracias a ella
como se obtienen las mayores victorias contra la hepatitis C. El número
de nuevas infecciones por año en los Estados Unidos han descendido de
240.000, en los años ochenta, a alrededor de 19.000, en 2006.
"Hemos hecho un gran progreso contra la hepatitis C, pero todavía queda mucho por hacer", dice el doctor Billittier.
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