Se comprueba que la relación existe también en humanos y que el alopurinol consigue normalizar las cifras tensionales en adolescentes.
Los niveles elevados de ácido úrico están asociados con la
hipertensión, según un estudio del Baylor College of Medicine de
Houston (Estados Unidos) que se publica en "JAMA". La investigación
muestra cómo el fármaco alopurinol, utilizado para reducir las
concentraciones de ácido úrico, consiguió que la presión arterial
volviera a los valores normales en adolescentes con hipertensión.
El ácido úrico se acumula cuando el organismo lo produce en
grandes cantidades o no puede eliminarlo. Es un subproducto de desecho
derivado del proceso metabólico de la alimentación. El exceso de este
componente químico puede causar gota, trastorno que se produce cuando
los cristales de ácido úrico se acumulan en las articulaciones. En el
estudio, los investigadores utilizaron alopurinol con el objetivo de
reducir los niveles elevados de ácido úrico. El medicamento se utiliza
para tratar la gota, pero los investigadores creen que podría
utilizarse para la hipertensión arterial.
Los autores trataron a adolescentes recién diagnosticados de
hipertensión y niveles elevados de ácido úrico en sangre con el citado
medicamento. El tratamiento no sólo redujo los niveles de ácido úrico,
sino que también disminuyó la presión arterial en la mayoría de los
adolescentes. Las cifras tensionales disminuyeron hasta alcanzar
niveles normales en 20 de los 30 pacientes tratados cuando tomaban
alopurinol. Por el contrario, sólo uno de los adolescentes que
recibieron placebo normalizó su presión arterial.
"Esto está lejos de ser una intervención terapéutica adecuada para
la hipertensión, pero los hallazgos indican un primer paso para
comprender el mecanismo de la enfermedad", señalan los autores.
Estudios previos con ratas ya habían sugerido que los niveles
elevados de ácido úrico podrían estar asociados con el desarrollo de
hipertensión. Sin embargo, los investigadores necesitaban determinar si
esto era también cierto en seres humanos.
JAMA. 2008;300(8):924-932
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