Como ya hiciera en 2006 con el cáncer de mama y de colon, un equipo de
investigadores ha elaborado un mapa genético del carcinoma de páncreas y del
glioblastoma multiforme (un agresivo tumor cerebral). Los resultados han revelado la
enorme complejidad de estas patologías, en las que están implicados más genes de lo que
en principio se pensaba, y han dado un giro a la forma de entender y enfrentarse a ellas.
"La idea de que todos los tumores tienen su talón de Aquiles no es correcta",
ha explicado a elmundo.es Manuel Hidalgo, director del Centro Integral
de Oncología Clara Campal, miembro de la Universidad Johns Hopkins
(Estados Unidos) y colaborador en el trabajo del carcinoma pancreático.
En lugar de eso, Hidalgo y sus colegas, entre los que hay otro español,
el oncólogo Antonio Jimeno, han identificado varios genes implicados en
la carcinogénesis. "Durante 20 años hemos trabajado con cuatro genes en
el manejo del cáncer de páncreas", añade Hidalgo, "y ahora tenemos casi
70 de los que aún hay que averiguar su verdadera implicación en esta
enfermedad. Estamos un poco decepcionados porque no hemos dado con un gen clave".
Gracias a la meticulosa metodología empleada por investigadores
dirigidos desde el Centro Kimmel se han identificado los genes que
están involucrados en la aparición del cáncer de páncreas y del
glioblastoma multiforme (GBM). Una información que, en opinión de los
autores, podría tener implicaciones clínicas importantes, aunque
también reconocen que los resultados dejan un panorama
"desesperanzador", ya que ponen de manifiesto la tremenda complejidad
que envuelve a los procesos oncológicos.
Sus trabajos comenzaron con 24 muestras de adenocarcinoma
pancreático avanzado y 22 de GBM. Tras una primera secuenciación, se
identificaron más de 20.000 genes pertenecientes a cada uno de los
tumores.
Después había que averiguar cuáles de ellos no eran normales y, de
esos, cuáles podrían desempeñar un papel crucial en el desarrollo
neoplásico. En el caso del cáncer de páncreas, el complejo proceso
-detallado en las páginas de la revista 'Science'-
culminó con la detección de 63 alteraciones genéticas comunes a la
mayor parte de las muestras analizadas. Casi todas las mutaciones eran
polimorfismos de un único nucleótido, algo similar a cambiar una letra
(que sería el nucleótido) de una palabra (el gen) por otra.
Son los procesos más que los genes
"No esperábamos que muchos de estos genes estuvieran alterados", ha
explicado uno de los autores, Kenneth Kinzler, profesor de oncología de
la Universidad Johns Hopkins. "Lo más importante es que hemos observado
cómo actuaban estos genes y hemos visto que su mutación individual no
es demasiado frecuente".
Kinzler y sus colegas han descubierto que las alteraciones genéticas se podían agrupar en 12 vías de señalización o procesos celulares,
que estaban modificados en algún lugar en un elevado porcentaje de los
tumores estudiados. Es decir, hay ciertas cadenas de señales que suelen
presentar algún error en su recorrido en la mayor parte de los cánceres
de páncreas aunque no necesariamente siempre en el mismo punto. Entre
el 67% y el 100% de los tumores estudiados tenía cambios en procesos
relacionados con el control del daño del ADN, la apoptosis o la
invasión tumoral.
La fotografía que deja el análisis del glioblastoma multiforme (el
tumor del que ha sido operado recientemente el senador estadounidense
Ted Kennedy) "es muy similar a las observadas en el cáncer de mama,
colon y páncreas", explica Victor Velculescu, oncólogo de la Johns
Hopkings, en una entrevista con elmundo.es. Una vez más, "estos genes
parecen formar parte de un reducido número de vías de señalización",
añade Velculescu. Sus hallazgos se corresponden con los de otro trabajo
desarrollado en el marco del proyecto El Atlas del Genoma del Cáncer,
que publica simultáneamente la revista 'Nature'.
Con una salvedad, la investigación del equipo de Velculescu y
Kinzler incluía muestras de glioblastomas primarios y secundarios, dos
subtipos de este tumor. Un gen llamado IDH1, relacionado con el estrés oxidativo, estaba alterado en un porcentaje significativo de las muestras.
Un análisis más profundo reveló que los pacientes portadores de esta
mutación eran más jóvenes, padecían la forma secundaria del trastorno y
tenían mejor pronóstico.
"Comprender este nuevo paisaje de los tumores cambiará nuestra
visión acerca del desarrollo del cáncer. Solíamos pensar que había
genes con un alto grado de mutación responsables de la génesis del
tumor pero lo que ahora vemos es que hay muchos genes alterados cada uno de los cuales es responsable de una pequeña fracción de ese cáncer",
señala Kinzler. Manuel Hidalgo habla de un "panorama muy complejo", que
deja entrever una heterogeneidad de las neoplasias mucho mayor de la
esperada, que dificulta el desarrollo de terapias generalizables.
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