Es un secreto a voces que nuestro país ocupa el primer lugar en la
lista de naciones más afectadas por el síndrome urémico hemolítico, una
infección especialmente grave antes de los 5 años de edad. Sin embargo,
los controles para detectar las cepas de la bacteria Escherichia coli que producen la toxina causante de la enfermedad no parecen suficientes para modificar esa realidad.
De hecho, en 2007 se detectaron poco más de 460 casos de ese grave
síndrome transmitido a través de alimentos que no eran
bromatológicamente inocuos para la población, mientras que en 2005 y en
2006 se detectaron apenas el 30 y el 50% de los casos, respectivamente,
según datos del Servicio de Fisiopatología del Instituto Nacional de
Enfermedades Infecciosas-Anlis Doctor Carlos Malbrán.
Todas las fuentes consultadas coincidieron en que el control del
patógeno causante de esta enfermedad endémica en nuestro país puede ser
"muy complejo y difícil". Pero la mayoría insistió también en la
importancia de la educación de la población para manejar los alimentos
y prevenir la infección (ver infografía) y en que se necesitan poner en
práctica controles bromatológicos eficientes. Los brotes más frecuentes
están relacionados con el consumo de carne picada mal cocida,
hamburguesas, carne en trozos, yogurt, leche, papa y lechuga.
"La realidad es que en la Argentina no se está investigando la mitad
de los casos de síndrome urémico hemolítico -dijo el licenciado Sergio
Epszteyn, coordinador del Laboratorio de Microbiología de Alimentos del
gobierno porteño, ante la consulta de LA NACION-. Por lo tanto, y
aunque resulte increíble para cualquiera con sentido común, los
productos contaminados con serotipos no-O157 de E. coli
, que tienen la misma capacidad de la O157 de producir la toxina que
destruye las células del riñón, son aptos para el consumo desde el
punto de vista bromatológico."
La gran familia de bacterias E. coli , que está presente
en los intestinos humanos y animales, posee un subgrupo productor de la
toxina shiga. Esos subtipos son los responsables de la aparición de la
colitis hemorrágica y el síndrome urémico hemolítico, que hoy es la
causa del 20% de los trasplantes renales en niños y adolescentes
argentinos. Las normas de control bromatológico en nuestro país
establecen la pesquisa obligatoria de un solo subtipo de la bacteria,
el O157:H7.
Sin embargo, los registros locales muestran que esa cepa causa sólo
el 50% de los casos de síndrome urémico hemolítico, además de brotes
esporádicos de diarrea y colitis hemorrágica que afectan principalmente
a los menores de 5 años. ¿Qué produce el otro 50% de las infecciones?
Otros cinco serotipos de E. coli no-O157 (O111, O145, O26, O91 y O104), cuya detección aún no es obligatoria en la cadena de producción alimentaria.
Por un lado, los científicos que a diario analizan muestras de
alimentos presuntamente contaminadas afirman que existen procedimientos
de control y análisis que reducen el riesgo de que la bacteria llegue a
la mesa familiar. Por otro lado, fuentes del Servicio Nacional de
Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) aseguran que ampliar ese
control a todos los subtipos de la bacteria sería muy costoso y difícil
de llevar a la práctica. "De lo contrario, habría que paralizar toda la
producción", explicó por vía telefónica el doctor Germán Suberbie,
supervisor de establecimientos industriales de la Dirección de
Fiscalización de Productos de Origen Animal del Senasa.
"Hay una circular que el Senasa aplica para la faena de bovinos,
ovinos, cerdos y aves en todos los establecimientos habilitados con el
objetivo de aplicar medidas de control para mitigar el riesgo de
aparición de E. coli
O157:H7 -agregó-. Se aplica especialmente en la cadena de producción de
la carne vacuna, que es el reservorio más importante para la O157, la
que más prevalece en nuestro país, según informes médicos. Esto no
quiere decir que no existan otros serotipos productores de toxina
shiga."
En general, los científicos ajenos al Senasa coincidieron en que el
problema principal está en los métodos de análisis que se utilizan en
la cadena que comienza con la faena. "Son anticuados o bien se usan los
que recomiendan los Estados Unidos para la E. coli
O157, aunque [ese país] ya se está replanteando incluir otros serotipos
en el control para evitar nuevos brotes", explicó por vía telefónica
desde la ciudad de Tandil el doctor Alberto Parma, director del
Laboratorio de Biotecnología del Departamento de Sanidad Animal y
Medicina Preventiva de la Universidad Nacional del Centro.
Por eso, ellos propusieron en los últimos años que el Código Alimentario incluya un método más moderno de detección de las E. coli
no-O157 que permite identificar la presencia del gen de la toxina shiga
en las muestras de alimentos. El método, llamado PCR por sus siglas en
inglés, agilizaría los resultados de los análisis ya sea para suspender
o continuar la comercialización de productos posiblemente contaminados.
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