En la Odisea , Ulises derrota a los troyanos tras introducir
en la fortificación un caballo monumental que lleva en su vientre a
guerreros griegos. Dos milenios más tarde, Naomi Halas, nanotecnóloga
de la Universidad Rice, de Houston, aplica una variación del mito
griego contra el cáncer. Halas desarrolló nanopartículas que se
introducen en las células tumorales y, al ser iluminadas con un tipo
especial de luz, las quema por dentro.
Halas, que hace alrededor de diez años fundó su propia compañía para
explorar esta estrategia, estuvo la semana última en Buenos Aires para
participar de la X Conferencia Internacional sobre Optica del Campo
Cercano, Nanofotónica y Técnicas Relacionadas, que por primera vez se
hace en América latina y reunió a más de 200 especialistas.
"Inventé unas esferas diminutas que absorben la luz de ciertas
longitudes de onda y la convierten en calor -explica-. Este tipo de luz
penetra los tejidos y llega a varios centímetros de profundidad, de
modo que puede ingresar directamente en los órganos."
La investigadora y su equipo descubrieron una forma de enviar esas
partículas infinitesimales a las células tumorales. Según Halas, todo
indicaría que los tumores atraen partículas naturalmente. "Crecen muy
rápido y tienen vasos sanguíneos muy activos, pero defectuosos -dice-.
Como estas partículas son tan pequeñas, "resbalan" por los defectos y
algunas horas después de ser inyectadas en el torrente sanguíneo se
depositan en el tumor. Cuando alcanzamos una concentración suficiente,
lo iluminamos."
Entonces, las nanopartículas absorben la luz, se calientan y
destruyen las células malignas. Se trata de una estrategia novedosa y,
si cabe, muy "elegante" de enfrentar la enfermedad. Los ensayos en
ratones, ratas, conejos y perros tuvieron resultados alentadores. Dada
su efectividad de un 90%, dieron paso a ensayos en seres humanos, que
están en marcha en los hospitales de las universidades de Texas en San
Antonio, Southwest, Dallas, Houston, Tulane y Nueva Orleáns, y en el
Baylor College of Medicine.
La estructura de estas diminutas partículas consiste de un núcleo de
vidrio recubierto de una capa de oro. "Podrían imaginarse como esas
golosinas de maní con chocolate, pero esféricas -explica-. Un factor
muy importante radica en sus dimensiones, porque según cuán grande
hagamos el núcleo y la proporción que guarde con la cobertura,
absorberán una u otra longitud de onda."
Dentro de las células malignas, las nanopartículas actúan como una
lupa cuando concentra la luz del Sol y quema una hoja. "Es exactamente
lo que hacen, pero en escala nanométrica -explica-. Otra cosa
importante es que la luz y el calor tienen el mismo efecto en toda
clase de tumor."
Otra de las ventajas de estas esferas de cien nanómetros de grosor
(se necesitarían entre 20 y 50 para igualar el diámetro de un cabello
humano), es que no se alojan en las células sanas. "Pasan por el hígado
y luego son gradualmente despedidas -dice Halas-. A diferencia de otros
tratamientos para el cáncer, son absolutamente atóxicas: uno puede
comerlas, beberlas... El cuerpo no se da cuenta de que están allí
porque son de oro, algo que nuestro organismo ni siquiera reconoce como
un material extraño. No produce ninguna respuesta inmunológica."
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