“Grave. Tenemos un problema serio con las enfermeras”, responde sin
titubear Menarda Hernández, jefa de Enfermería de la Fundación Santa
Fe. Hace pocas semanas tuvo que decirles adiós a seis de sus mejores
colegas, algunas de ellas especializadas en unidades de cuidado
crítico. Sin pausas y con acento santandereano deja escapar su
impotencia: “No puedo pelear con España, se van por un dinero que aquí
no se les puede ofrecer”.
Cada día que pasa, países como Canadá, Estados Unidos, España e
Italia endurecen sus políticas migratorias, sin embargo, mantienen
abierta una puerta para que se cuelen enfermeras formadas en países en
vías de desarrollo. Todos están ávidos de enfermeras. Sólo en Estados
Unidos, las proyecciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos
prevén que la escasez de profesionales de enfermería para 2010 será de
275.000, y para 2020, de 800.000.
Las enfermeras colombianas son
particularmente apetecidas por su buena formación académica, su trato
amable y su espíritu laborioso. Y para la mayoría de ellas, los
salarios y las condiciones laborales que les ofrecen resultan
verdaderamente tentadoras. Mientras aquí las recién egresadas ganan
entre 880.000 y 1’400.000 pesos, allá pueden ser contratadas hasta por
2.500 euros (siete millones y medio). Hace apenas cinco días se
cerró una convocatoria hecha a través del Servicio Público de Empleo
del Sena para completar diez vacantes para enfermeras tituladas que
ofrecen empresas españolas del sector salud. Las ofertas se repiten
todos los meses. Entretanto, algunas universidades colombianas, para
atraer aspirantes, destacan la oportunidad de “estudiar y viajar”,
mientras otras abren programas de enfermería bilingüe. Hasta aquí
parece una ecuación sencilla: países como Colombia exportan talento en
salud a países que lo necesitan, como Estados Unidos y Europa. Pero
desafortunadamente las cosas son un poco más complejas. La
Organización Panamericana de la Salud ha insistido una vez tras otra en
que la crisis es global y cobija a los países de Latinoamérica en donde
casi ningún Estado alcanza la cifra ideal de una enfermera por cada
1.000 habitantes. Juan Carlos Giraldo, presidente de la
Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas, se queja por la
dificultad que están teniendo las instituciones para contratar
enfermeras en el país: “El número de enfermeras está mal. Como en todo
el mundo. Es algo sintomático del modelo a nivel mundial y por la
migración de profesionales”. Martha Inés Valdivieso, de la
Asociación Colombiana de Facultades de Enfermería (Acofaen), concuerda
con que en Colombia hay un déficit de enfermeras que según algunos
cálculos es de 24.000, pero añade un ingrediente al problema y es que
“a la vez tenemos un desempleo que ronda el 37%”. ¿Cómo entender esta paradoja en la que se combina un déficit con altas tasas de desempleo? María
Iraidis Soto, directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de
Facultades de Enfermería, tiene una explicación: “El desempleo no se da
porque haya una sobreoferta de profesionales, sino que no se aplican
los indicadores de calidad de número de enfermeras por población, o por
pacientes”. Mientras en Canadá cada profesional tiene a su cargo 12
pacientes, en Colombia cada enfermera llega a atender hasta 25
pacientes en unidades de hospitalización. Esto sin contar que muchas de
ellas, para compensar los malos salarios, llegan a trabajar en dos y
hasta tres lugares. “Esto es a costa del bienestar de la familia,
pues son mujeres que duermen cinco o seis horas al día y trabajan 18
horas continuas”, explica Iraidis. En este sentido, un dato sobre la
calidad de la atención de enfermería publicado por la Asociación Médica
de Estados Unidos resulta alarmante: agregar un solo paciente a los
cuatro que debe tener a cargo un profesional de enfermería, en un plazo
de 30 días, aumenta el riesgo de muerte de los pacientes en un 7%. Un
porcentaje que crece en forma proporcional al número de pacientes extra. Otra
condición que explicaría la paradoja entre desempleo y déficit es la
concentración del recurso en las grandes ciudades, por falta de
condiciones, de seguridad y de estímulos en los sitios más alejados de
la geografía colombiana. Sobreempleo en las ciudades, déficit en el
área rural. Para Martha Inés Valdivieso, muchas enfermeras graduadas prefieren el desempleo a aceptar las malas condiciones laborales. Y,
por si fuera poco, todos los que conocen el tema de cerca coinciden en
que los hospitales y clínicas, para ajustar sus presupuestos, contratan
auxiliares de enfermería para desempeñar tareas propias de las
enfermeras, lo que agudiza el tema del desempleo. ¿Solución?
Rafael Borda, coordinador del grupo de recursos humanos del Ministerio
de la Protección Social, recuerda que “ya está en curso la
reglamentación de la ley de talento humano en salud, no sólo para
enfermería, sino para todas las profesiones de salud. Con esto se busca
regular la oferta tanto en formación como en ejercicio de todas las
profesiones”. Según el funcionario, con base en la información que se
obtenga del registro único nacional el Ministerio tiene tres años para
analizarla y diseñar políticas ajustadas a las necesidades. Para
Beatriz Carvallo, directora de la Asociación Nacional de Enfermeras de
Colombia (ANEC), la enfermería es la columna vertebral del sistema de
salud y es hora de tomar medidas para devolverle la dignidad que se
merece.
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