Juan Manuel Sáenz Cavia se recibió de médico hace 41 años, pero hoy se
presenta como un "todólogo". Es que apenas consiguió su título, decidió
dejar la ciudad de Buenos Aires para cuidar enfermos en los campos y
terminó practicando distintos roles. Recibe desde chicos que vuelan de
fiebre hasta mayores doloridos por la artrosis. También escucha y da
consejos a parejas al borde del divorcio o a madres preocupadísimas
porque los chicos no quieren hacer los deberes. Todos lo consultan en
el pueblo de Tres Algarrobos, en el oeste bonaerense.
Sáenz Cavia fue premiado en el aula magna de la Academia Nacional de
Medicina, en Buenos Aires, junto con los mejores médicos del año 2008.
Es la primera vez que se reconoce a la categoría del médico rural. El
año pasado, entre los premiados, estuvo la titular de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS), la médica argentina Mirta Roses.
También lo recibieron en su momento César Milstein y René Favaloro.
"Quisiera
compartirlo en pedacitos con los miles de médicos rurales que hay en el
país", le dijo a Clarín minutos antes de recibir el premio. Su vocación
se despertó desde chico. Su abuelo, sus primos y su padre habían
estudiado Medicina. "Nunca tuve dudas".
Cuando estaba
estudiando, en la Universidad del Salvador, tenía un compañero que se
desvivía hablando bien del pueblo de Tres Algarrobos, en el partido
bonaerense de Carlos Tejedor, a 520 kilómetros de la Capital. Y Saénz
Cavia se fue entusiasmando con el lugar, aunque no lo había visitado.
Más tarde se enamoró de una de sus compañeras de la facultad, quien
terminó siendo la madre de sus siete hijos (ahora tiene 12 nietos) y se
fueron a vivir a ese pueblo. "Yo quería ejercer una medicina más
social, más en contacto con el paciente como ciudadano", contó.
Tras
la mudanza, empezó a trabajar en la única unidad sanitaria del pueblo.
A mediados de los 80, asumió como director y luchó junto con los 3.000
habitantes, que organizaron rifas y domas para tener un hospital. Lo
consiguieron. Su vocación lo enfrentó con momentos duros, como cuando
una paciente embarazada tenía presión alta y convulsiones y había que
internarla, pero no había cama. "La llevamos en ambulancia hasta
Quilmes. Y todo terminó bien".
También experimentó momentos
inesperados. "Un día vino una pareja que estaba por separarse. Yo les
dije que estaba a favor de la familia, pero que era mejor separarse si
realmente la estaban pasando tan mal. El era alcohólico y ella no lo
soportaba más. Se separaron. Pero a los pocos días, el hombre vino y me
pidió ayuda para tratar su alcoholismo. Se recuperó y después de un
tiempo volvió a convivir con su mujer".
Sáenz Cavia reconstruye
también en otros terrenos. Con su esposa, se encargó de rearmar la
biblioteca popular: tiene 10.000 volúmenes, que ahora los chicos usan
para hacer los deberes. "Tuve la suerte de tener una esposa excelente.
No es fácil ser la mujer de un médico rural: hemos perdido muchas
fiestas, porque yo estaba atendiendo pacientes por el campo. Pero a mí
me fascina poder calmar el dolor de los demás".
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