A Germán Curbelo se le había confirmado un tumor en la vista; comenzaba
el calvario que amenazaría con sumirlo en la oscuridad. Fue cuando se
encendió una luz bajo el nombre de Cuba y su convenio de atención
oftalmológica con Uruguay. El muchacho viajó a Cuba con todo pago y fue
operado con éxito.
Hace un par de años atrás se desató un drama en la casa de Germán
Curbelo, hijo de Alma Rodríguez. Al joven se le confirmó un tumor en la
vista y había que operar. Los médicos uruguayos que lo trataron dijeron
que aquel tumor que se le extrajo era benigno, pero el tiempo pasó y
las constataciones fueron otras. El mal aumentaba en tamaño y
peligrosidad. Hubo que efectuar otra operación al joven duraznense.
Salió todo bien, y la muestra extraída tuvo que ser derivada a anatomía
patológica. El tiempo pasó y el resultado no aparecía. Hasta que un
buen día Alma recibe desde Montevideo, un llamado del cirujano que
operó al muchacho. "No le podemos dar el resultado a usted, se lo debo
comunicar al médico tratante", dijo. A todo esto ya iban tres meses
luego de la operación, cuando el resultado urgía. Fueron tantos los
llamados de Alma que al final, luego de amenazar con un juicio, obtuvo
el resultado. Tumor maligno. El infierno tan temido se desataba.
Una luz desde la isla
Pero hubo una luz en el horizonte que iluminó el camino de una familia
hacia la luz, hacia la vista. Esa luz apareció bajo el nombre de Cuba y
su convenio de atención oftalmológica con Uruguay. Germán viajó a Cuba
con todo pago y fue operado. Lo atendieron a él y su madre durante tres
meses en los cuales no tuvo que desembolsar un peso. Hoy está en la
ciudad de Durazno, en la calle Petrona Tuboras entre Penza y Zorrilla
donde todo un barrio se siente orgulloso del chico recuperado. Ve bien
y vuelve a Cuba en tres meses. Su nitidez de las formas le permite
contar una historia de esperanzas y medicinas responsables.
"Yo viajé el 28 de febrero y llegamos el 1º de marzo a Cuba" dice
haciendo una retrospectiva. Antes cuenta otra historia, la fea. "Fui
operado en Uruguay dos veces, en Montevideo. No tenía solución y
tratamos de movernos. Mi padre fue al Ministerio porque mi caso era un
tema aparte, era un tumor, cuando a Cuba se va por cataratas o
ictericia. Coordinamos el vuelo para ir allá, llegamos y se hicieron
todo tipo de estudios que acá no se hicieron".
Alma lo mira y se trasunta el orgullo. Su mamá viajó junto a los demás
uruguayos que se operaron, junto a un médico y un sicólogo, por parte
del Ministerio de Salud Pública. Desde el Ministerio de Desarrollo
concurren dos funcionarios.
"Esto no tuvo costo para nosotros, ni pasaje, ni estadía. Nos trataron
sensacional desde los médicos, enfermeros, trabajadores sociales, eso
fue notable. Cuba mantiene convenio con todos los países de
Centroamérica y América del Sur salvo Brasil y Chile que aún no han
firmado el convenio".
Se encarga de remarcar la atención, porque está informada de las críticas que ha recibido el convenio desde estas latitudes.
La estadía en Cuba
Germán habla y su hermano es el encargado de controlar a los perros de
la casa que quieren estar todo el tiempo junto al hijo pródigo que ha
regresado a Durazno. Habla de la estadía y se reflejan en sus ojos con
luz, las palmeras y el mar del Caribe. "Nosotros estábamos en una villa
que se llamaba Tarará, a unos metros del mar. Increíble los cuartos,
una zona maravillosa, no podía creer. Las casas tenían todo tipo de
comodidades, no lujos, pero se podía estar tranquilo".
¿Eso era la realidad de Cuba o parte de una propaganda socialista?
"Nosotros preguntábamos si era la realidad y nos decían que sí, pues
para los cubanos la salud es lo primordial. Esa villa era de turistas
antes, ahora la adecuaron para el hospedaje de los enfermos", dice la
familia.
"El tratamiento que le hicieron a German cuesta U$S 15.000, aparte de
la operación. En Uruguay era imposible para nosotros. En sí, la comida
era sensacional y nos tuvimos que adaptar, mucho arroz, cerdo, pescado,
pero todo abundante. Uno debía dejar de comer.
Los comedores donde nos servían eran un lujo. La operación contó con
profesionales de primera y le hicieron estudios previos de evaluación
realmente muy completos. Luego de la operación la doctora que lo
interviene, una eminencia, le marca una serie de 30 radioterapias de
lunes a viernes y todas las semanas lo evaluaba", expresa Alma.
La vida en Cuba y en Durazno
Germán y su mamá acompañante, asistente, enfermera-, viajaban cada día
desde Villa Tarará a la capital cubana, La Habana. La distancia que
separaba ambos puntos era de 30 kilómetros y se recorría en las
denominadas "técnicas" -nuestras ambulancias-, acompañados por un
enfermero y una trabajadora social. Vieron poco de la capital, pero
algo de paseo tenían esos trayectos. "La Habana se ve que es
maravillosa", señalan.
De ahora en más, Germán debe extremar los cuidados del sol, pues los
rayos ultravioletas fueron los que provocaron el tumor. Ahora se
encuentra en tratamiento con unas gotas que le dieron en Cuba, país al
cual debe retornar en tres meses para un control de evaluación.
"Ahí estaré por 20 días en caso de que todo esté bien -asegura-; luego
mi vida sigue estudiando, al fútbol no puedo jugar más porque ya tuve
tres operaciones y un mínimo golpe o esfuerzo puede significarme la
pérdida de la vista".
El recibimiento
Fue en el Aeropuerto Internacional de Carrasco. Hasta Montevideo
viajaron los duraznenses, entre amigos, familiares y vecinos que lo
quieren bien a Germán y "fue algo increíble. Quedé sorprendido y lo
primero que hice fue abrazarme con mi hermano. Siempre estuve en
contacto con mis seres queridos", afirma.
Lo que Cuba y su convenio hicieron por Germán no tiene precio, no hay
forma de pagarlo. Coincide Alma. Dice Germán lo mismo. "No nos
alcanzará la vida para agradecer. Lo mismo al MSP y al Mides de Uruguay
que hicieron posible el viaje. También a Durazno y su gente, porque
hubo mucha solidaridad antes de la partida, siempre con una mano
dispuesta. A los amigos, a los compañeros, a la gente que venía a
nuestra puerta para preguntar si necesitábamos algo, a todos".
"Agradecemos a Cuba", dicen Alma, Germán, su hermano y el padre, que
bien saben de lo qué hablan y a quién y por qué agradecen.
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