Un proyecto de ley, que impulsa la obligación de informar los casos de
infecciones hospitalarias, corre el riesgo de quedar frenado en el
Senado. Los médicos temen que la sanción de esa ley señale sus errores
y abra la puerta a juicios por mala praxis.
Hay en la
Argentina una epidemia invisible: la de las infecciones
intrahospitalarias. Un paciente que reciba suero endovenoso corre casi
cinco veces más riesgo de infectarse que en países donde estos peligros
se controlan. Para el que reciba una sonda vesical, el riesgo argentino
es más del doble. La probabilidad de contraer neumonía en un hospital o
clínica es cinco veces mayor que en Estados Unidos.
Si no fuera por
estas infecciones, la mortalidad en los servicios de terapia intensiva
bajaría a la mitad y a menos de la mitad en terapia intensiva
neonatológica, según datos de la Comunidad Científica Internacional de
Control de Infecciones Nosocomiales (Inicc). La epidemia es invisible
porque –según un profesor de la UBA– “la corporación médica se resiste
a notificar estos casos, por temor a juicios por mala praxis”.
Hace dos
años, la Cámara de Diputados había dado media sanción a un proyecto de
ley para combatir las infecciones intrahospitalarias, pero la Cámara de
Senadores no lo trató, y así perdió estado parlamentario.
En julio
pasado, un senador volvió a presentar un proyecto del mismo orden, que
exige la notificación obligatoria de todos los casos y la instauración,
en cada hospital, de un comité especializado en monitorear estas
infecciones; hasta ahora, la Comisión de Salud de la Cámara de
Senadores no empezó a tratarlo.
Alcides Troncoso –titular
de Microbiología en la UBA y miembro del comité de infecciones
intrahospitalarias del Hospital Muñiz– ejemplifica así: “Si usted va a
un hospital o clínica para operarse de una hernia, cirugía considerada
‘limpia’, corre el riesgo de, en vez de curarse, infectarse”.
Cuantificar ese riesgo es imposible porque las infecciones
hospitalarias no son de notificación obligatoria en la Argentina.
“Un
caso de botulismo sí, debe ser notificado en forma inmediata; pero no
hay obligación de notificar la presencia de una bacteria altamente
infecciosa en un hospital –comentó Troncoso–. Pero en nuestro país este
tema no tiene visibilidad, se desconoce, plantearlo resulta incómodo.”
–¿Por qué es tan incómodo hablar de infecciones intrahospitalarias? –preguntó PáginaI12.
–Cuando
me acerqué a senadores para tratar de impulsar una ley sobre el tema,
recibí objeciones por parte de médicos: la objeción más fuerte es que
estas infecciones se vinculan con haber omitido reglas básicas para el
cuidado de los pacientes y esto puede tener consecuencias legales, por
ejemplo juicios por mala praxis. Por ese espíritu corporativo hay tanta
resistencia a notificar. Y por eso mismo la ley debería obligar a las
instituciones a notificar, porque eso es lo que permitirá prevenir
estas infecciones y así salvar vidas –contestó Troncoso.
–¿Puede haber brotes de infección intrahospitalaria que pasen inadvertidos?
–La
infección no es generalmente un caso aislado, y cuando afecta a dos o
más pacientes se trata de un brote. Muchas veces, cuando fui llamado
por una infección nosocomial, al revisar los libros de bacteriología de
la institución encontré que el mismo germen ya se había presentado en
otros pacientes internados. En un quirófano de un hospital de
Connecticut, Estados Unidos, en 2000, hubo un brote por estafilococus
aureus que afectó a 12 pacientes, uno de los cuales, un bebé, falleció.
Víctor
Rosenthal, presidente de la Comunidad Científica Internacional de
Control de Infecciones Nosocomiales (Inicc), contó: “Cuando empecé a
medir las tasas de infección asociadas con la introducción de catéteres
en vasos sanguíneos, encontré que multiplicaban brutalmente las que se
registran en Estados Unidos”. La tasa se establece calculando la
cantidad de infecciones por cada mil días de uso de catéter: “En
Estados Unidos, son dos; en la Argentina pueden llegar a nueve,
especialmente en hospitales y clínicas de bajos recursos, que en
realidad constituyen el 90 por ciento de las instituciones”.
En
cuanto al lavado de manos, “a lo sumo el 40 por ciento de los médicos
se lavan las manos antes de atender a su paciente –precisó Rosenthal–.
Hay que decir que en este aspecto, las cifras no son mejores en los
países desarrollados”.
Un estudio efectuado por la Inicc en
la Argentina y otros 17 países de desarrollo económico similar señaló
que, en servicios de terapia intensiva, “por catéteres urinarios, las
tasas de infección llegaban a siete por cada mil días de uso de
catéter; en Estados Unidos no son más de tres. Y, en este grupo de
países, se registran 20 casos de neumonía por cada mil días de uso de
respirador; en Estados Unidos son alrededor de cuatro casos”. En
terapia intensiva, la mortalidad, que sin mediar infecciones llega al
15 por ciento, asciende al 30 por ciento por causa de infecciones
asociadas al catéter; y se eleva hasta el 40 por ciento en los
servicios de terapia intensiva neonatológica”.
Proyecto caído
El
senador Samuel Cabanchik, que el 30 julio pasado presentó un proyecto
de ley sobre infecciones hospitalarias, no forma parte de ninguna
institución médica –es filósofo– y tampoco integra la Comisión de
Salud. Este organismo de Senadores había dejado pasar más de un año sin
tratar la media sanción que la Cámara baja había otorgado por
unanimidad, en noviembre de 2006, a un proyecto de ley que, en el mismo
sentido, había presentado la diputada Beatriz Leyba de Martí. En
febrero de este año, por no obtener dictamen de la Comisión de Salud de
la Cámara de Senadores, aquel proyecto perdió estado parlamentario.
Según
el proyecto de Cabanchik, “todos los establecimientos hospitalarios
públicos o privados deberán notificar obligatoriamente toda infección
hospitalaria diagnosticada y su evolución”; se deberán “conformar
equipos multidisciplinarios de prevención, vigilancia y control” y, en
el ámbito del Ministerio de Salud, se creará un Programa Nacional de
Control de Infecciones Hospitalarias, que a su vez estará sujeto a “un
sistema de auditoría externa”. Actualmente existe un Programa Nacional
de Vigilancia de estas infecciones pero la adhesión de las
instituciones es voluntaria, como la notificación de los casos.
El
proyecto está en sintonía con lo preconizado por especialistas en el
tema. Troncoso destacó que “en cada institución debe haber un comité de
prevención de infecciones intrahospitalaria, formado, como mínimo, por
un infectólogo y una enfermera epidemióloga. Y esto debe establecerse
por ley, ya que actualmente lo preventivo se desestima, como si fuera
un costo innecesario; de hecho sólo hay comités preventivos en el
Hospital Muñiz, la Fundación Favaloro y alguna que otra institución
más”.
Troncoso destacó que “la única forma de que el
personal de salud cumpla con medidas básicas como lavarse las manos
(ver nota aparte) es la presencia de estos comités hospitalarios para
incentivar el cumplimiento y sancionar a quienes transgredan las normas
de seguridad. En Estados Unidos, donde esto funciona en algunos estados
pero en otros no, hay hospitales donde se registran más de 45
infecciones por cada mil camas, y en otros, los que cumplen las normas,
la cantidad de infecciones es cero”.
“Ellos manejan esos
datos pero en la Argentina, como la notificación no es obligatoria, no
sabemos dónde estamos parados: lo primero, cuando se cuente con la
notificación obligatoria, será hacer un diagnóstico de situación”,
anticipó Troncoso.
Rosenthal agregó que “la notificación
obligatoria a cargo de cada hospital debería ser validada por un
organismo independiente, perteneciente al Ministerio de Salud o
contratado por éste, para confirmar que los datos sean reales”; además,
“los hospitales deberían acreditarse cada dos años para certificar su
cumplimiento de las normas”.
El titular de la Inicc señaló
que “los pacientes que contraen infecciones hospitalarias incrementan
un promedio de diez días su estadía en el centro de salud; los costos
de la atención se incrementan en unos 15 mil pesos por paciente y la
mortalidad se eleva en un 30 por ciento”.
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