Los suizos decidieron este domingo en referéndum que prescribir heroína debe convertirse en una política permanente del sistema sanitario del país.
El gobierno suizo apoya la idea pero los opositores dicen que alienta
la adicción a las drogas y comunica el mensaje equivocado a los
jóvenes.
Durante la década de los '80 y principios de los '90, el país
transalpino tenía uno de los niveles más altos de adicción a la heroína
de Europa.
Ciudades como Zurich, Basel y Bern eran común ver adictos
inyectándose y traficantes comerciando públicamente en parques y
avenidas.
Los usuarios a menudo compartían agujas, lo que llevó a un
agudo incremento en los índices de infecciones con el virus VIH y
hepatitis.
La solución
Intentando reducir al menos el contagio de tales
enfermedades, el departamento de Salud suizo empezó introduciendo
programas de entrega de agujas nuevas, luego ofreció espacios limpios
en los que los adictos podían inyectarse en un ambiente menos
peligroso, supervisados por un enfermero.
Para muchos en el servicio sanitario, el siguiente paso lógico
era empezar a prescribir heroína a esos adictos, muchos de los cuales
ya estaban enfermos, que realmente no parecían capaces de dejar la
droga.
En 1998 Suiza introdujo un programa experimental de prescripción de heroína que estaría vigente por 10 años.
Hoy en día, unos 1.300 pacientes en todo el país hacen parte del programa.
El doctor Christoph Buerki le dijo a la BBC que su clínica en Bern atiende a 210 pacientes.
"La edad promedio es 40 años ahora, y en promedio habían sido
adictos durante 13 años antes de empezar el programa. Básicamente,
atendemos a un grupo de personas para las cuales ninguna otra solución
funcionó", explica.
Adicción crónicaLos pacientes del doctor Buerki tienen que haber pasado por
tratamientos de abstinencia al menos dos veces antes de que puedan ser
considerados para que les prescriban heroína.
La mayoría también ha tratado, sin éxito, de reemplazarla con metadona,
una alternativa que de hecho es el tratamiento más común de
mantenimiento en Suiza, con más de 16.000 pacientes.
Jan, de 33 años de edad, fue uno de los primeros pacientes en
llegar en la mañana del jueves pasado. Ha sido un adicto desde que
tenía 20 años de edad y por los últimos ocho ha estado en el programa
de prescripción de heroína.
"Al principio no quería venir aquí", le dice a la BBC, mientras se arremanga el pantalón para que le pongan la inyección.
"Pensé que era lo más bajo del mundo pero, pues soy un adicto.
Ahora tengo empleo y dos hijos, así que mi vida es bastante normal. Mis
hijos saben que su padre está enfermo y que tiene que tomar medicina a
diario, eso es todo".
Y el doctor Buerki comparte ese punto de vista: los adictos
veteranos como Jan están realmente enfermos así que deben ser
concebidos como pacientes.
"Padecen una enfermedad crónica que los puede acompañar durante el resto de sus vidas".
¿Una vida que vale la pena?
Pero los opositores a la prescripción de heroína, como Sabine
Geissbuhler de la asociación Padres contra las drogas, opinan que tal
actitud es precisamente la errada.
"Cuando la prescripción de heroína fue introducida, la
presentaron como un 'tratamiento', pero tratamiento significa que la
meta debe ser que la gente deje las drogas eventualmente -que dejen de
ser adictos- y eso no está sucediendo".
"Es atroz que el estado le dé heroína a los adictos. Es un
veneno. Uno no le da veneno a la gente para que se mejore", sentencia.
"Sería más atroz si simplemente los dejáramos morir", rebate
Maria Chiara Saraceni, una experta en política de drogas del
departamento federal de Salud suizo.
"Es responsabilidad del gobierno ayudar a todo el mundo, no juzgarlos.
Si eso es lo que necesitan para vivir una vida más estable, y dejar la
calle, entonces esto es lo que debemos ofrecer".
Pero eso no convence a Geissbuhler.
"Eso no es vida -insiste-. Yo tengo cuatro hijos y nunca, nunca
los pondría en el programa de prescripción de heroína. ¿Qué clase de
libertad es esa? Prefiero que se mueran".
¿Como cualquiera?
No obstante, decidir si es una vida que vale la pena vivir es algo profundamente personal y sujetivo.
Jan, quién va de la clínica al trabajo cotidianamente, luego
regresa en la tarde para aplicarse una segunda inyección antes de
recoger a su hijo del jardín de infantes, considera que su vida es
normal y hasta satisfactoria.
"Soy como cualquiera", señala. "Me levanto por la mañana, voy
al trabajo, trabajo responsablemente, y voy a casa a estar con mi
familia en la noche. Y en el fin de semana soy el padre que mis hijos
quieren que sea".
Sólo que probablemente Jan seguirá siendo un adicto a la heroína durante el resto de su vida.
Beneficio inesperadoMuy pocos pacientes en el programa hasta ahora han logrado
abandonar la droga para siempre y en ese sentido, la prescripción de
heroína no se ajusta a la principal meta de Suiza respecto al uso de
estupefacientes, que es la abstinencia.
Doctores como Christoph Buerki aceptan que sus pacientes
estarán con ellos durante muchos años más. Sin embargo, el resalta otra
secuela del tratamientos, una inesperada.
"La heroína estaba muy de moda en los '80 y principios de los
'90 -explica-. Pero ahora quienes la usan son vistos como uno
perdedores, yonquis".
"Mire este lugar -agrega, mostrando su pequeña y vieja clínica
y los pacientes, la mayoría ya maduros-. Nadie piensa que es bueno. No
es chévere ni guay venir a una clínica como la nuestra a que te den
heroína dos veces al día".
"Cuando institucionalizamos la heroína en Suiza, le cambiamos
la imagen y se volvió una enfermedad horrible y pienso que en parte es
por ello que el índice de adictos sigue cayendo. Muy pocos jóvenes
meten heroína hoy en día", le dice a la BBC.
Y ese es un argumento que quizás convenció a varios suizos.
Mantener a cientos de personas con heroína durante su vejez y
hasta que se mueran puede ser una idea escandalosa, pero los suizos lo
aceptaron, quizás apostándole a que eso implique que sus calles estarán
libres de esos adictos y que a los jóvenes no les parecerá que consumir
la droga sea glamoroso, sino un hábito triste y banal de los viejos.
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