Mira con quien andas y te diré 'qué bebes'. Prueba de ello es la 'confesión' de un grupo de adolescentes que reconoce que se inicia en el consumo de alcohol porque el mejor amigo también ingiere este tipo de bebida.
Concretamente han sido 536 estudiantes de 2º y 4º de ESO de dos
colegios públicos pertenecientes a una zona rural de Murcia los que han
destapado los modelos sociales que influyen en los jóvenes a la hora de
ingerir bebidas alcohólicas. Así, un chaval cuyo mejor amigo consume tiene 13 veces más probabilidades de beber que el que posee amistades abstemias y dos veces más posibilidades de haberse emborrachado en el último mes.
A través de un estudio realizado por José Pedro Espada, de la
Universidad Miguel Hernández de Elche, Juan Ramón Pereira y José Manuel
García-Fernández (ambos de la Universidad de Alicante) se acaba de
constatar también que "existe una mayor tasa de adolescentes bebedores
cuando, además del amigo más próximo, el padre también ingiere alcohol".
"El viejo dicho de que las compañías influyen se cumple. Se
comprueba que en la adolescencia las amistades tienen más influjo que
los padres, simplemente con el ejemplo de su comportamiento. No
obstante, ellos también pueden ser modelos saludables, ya que, podría
decirse que si los progenitores no beben, disminuyen en un 50% la posibilidad de que sus hijos lo hagan", destaca a elmundo.es el profesor Espada.
Los autores del trabajo realizaron tres cuestionarios distintos de
los participantes, de entre 12 y 16 años, que fueron completados bajo
la supervisión de los investigadores. A través de ellos se trató de
establecer tanto la edad de inicio en el alcohol, la frecuencia, los
motivos por los que toman estas bebidas, la percepción de riesgo, la
intención de otro tipo de drogas y la ingesta por parte de los padres,
hermanos y amigos.
"Hemos encontrado que el 35% de los escolares de la muestra ha bebido alguna vez y la edad media de inicio en el consumo es de 12 años", comenta José Pedro Espada.
Un cambio con la edad
Otros datos destacables son que el 73% de los padres así como el
71,% de los hermanos y el 59% de los mejores amigos toma alcohol.
"Cuando separamos a los adolescentes en grupos de edad (de 12 a 14
años) y de (15 a 16) observamos que mientras que en los primeros la
influencia del mejor amigo es la principal en el segundo también se
incluye al hermano", reza el trabajo publicado en 'Psicothema'.
Curiosamente, que la figura paterna beba si determina que los hijos
también lo hagan, pero no "hay diferencias significativas entre los
adolescentes con madres bebedoras y los que tienen mamás abstemias.
Durante la infancia, la relación materno-filial es especialmente
relevante, pero va perdiendo fuerza durante la adolescencia",
determinan los autores.
La influencia del mejor amigo a la hora de tomar copas vale tanto para los chicos como para las chicas
y además ni ellos ni ellas "consideran que el alcohol es una sustancia
peligrosa". Salvo que el padre ingiera. "El hecho de que los jóvenes
cuyos hermanos y amigos beben perciban menos riesgo puede deberse al
patrón de consumo esporádico y vinculado al ocio de estas figuras de
referencia". Algo que no sucede cuando el que bebe es el padre. "Es más
probable que este caso se perciba como más problemático, pues las
consecuencias indeseables no se limitan únicamente al espacio de ocio",
recuerdan los investigadores.
Pero no sólo se trata de alcohol. "Los adolescentes cuyos modelos ingieren estas bebidas tienen, en general, más predisposición a probar otras drogas.
Generalmente, el consumo viene precedido del uso de sustancias tóxicas,
siendo el proceso habitual: alcohol-tabaco-marihuana-otras drogas
ilegales", alerta el trabajo.
"Hemos creado un modelo estadístico predictivo para una de las
variables del cuestionario: 'Beber no perjudica mi salud'. La
probabilidad de que un adolescente considere que si tomara bebidas
alcohólicas no dañaría su salud es menor cuando el mejor amigo bebe.
Ocurre algo similar cuando se analiza el ítem 'aunque beba puedo
dejarlo cuando quiera'. La posibilidad de que un chico considere que puede abandonar el hábito es casi del doble si el padre es consumidor
y casi del triple si lo es el mejor amigo en comparación con aquéllos
que se rodean de gente abstemia", matiza el profesor de Elche.
Los autores concluyen su investigación recomendando la conveniencia
de replicar el estudio con muestras más amplias para determinar si el
contexto en el que se ha realizado el trabajo condiciona los datos
encontrados.
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