Homenaje al Prof. Dr. Guaymirán Ríos Bruno (1928-2004)
Aporte del Dr. Antonio L. Turnes
Friday, 05 de December de 2008
EL “CHUMBO” RÍOS
Agradezco a mi querido amigo el Académico Prof. Dr. Guido Berro Rovira, la invitación que ha tendido fraternalmente para referirme a la personalidad de un médico excepcional.
I
Homenajeamos hoy a un personaje extraordinario, que vivió y trabajó en
este ámbito, y fue uno de los mejores exponentes de la Medicina y Cirugía en el Uruguay, para lo que no
puso freno, ni frontera. Me refiero al Dr. Guaymirán Arturo Ríos Bruno,
popularmente conocido como el “Chumbo” Ríos. Cirujano, Anatomista, Médico
Forense, animador y creador de la Emergencia en el Uruguay. Pero por sobre
todo, un hombre libre y de buenas costumbres, que luchó por los derechos y la
dignidad humana, en todo tiempo, y que constituyó un referente ético para todos
quienes le conocimos. Y ojalá nos estuviera acompañando, como sin duda nos está
acompañando en espíritu, para trasmitirle a las generaciones venideras, todos
los valores y virtudes que su noble vida pudo irradiar. Nació el 23 de
noviembre de 1928 y falleció el 26 de septiembre de 2004, cuando le faltaban
menos de dos meses para cumplir 76 años. Habría cumplido hace pocas semanas,
los 80 años.
II
Lo conocí cuando ingresé a la Facultad en 1960. Era entonces docente de
Anatomía Normal, y daba unas clases estupendas, por su didáctica, pasión, y
claridad. Por su humor, que es una de las condiciones esenciales para la
resiliencia, la condición de tolerar,
soportar y resistir las condiciones más adversas, sin doblegarse. En aquellos
tiempos era un hombre joven, de 32 años,
luego de una carrera como Disector, Practicante Interno y Jefe de
Clínica del Profesor Pedro Larghero, ejemplo de pasión, técnica y ética, todo
junto, él nos trasmitía conceptos fundamentales a estudiantes entre esperanzados y sorprendidos,
por haber ingresado a la
famosa Facultad de Medicina, subiendo las escaleras entre las
Cariátides, como si entráramos a un templo. Pero ya de inicio, nos espetó el
“Chumbo” que teníamos que “aprender a
aprender”. Primera y única vez que un docente de la Facultad de Medicina
dijo cosa semejante. Algo especial tenía aquel hombre que así se expresaba. Por
aquellos años había una controversia brutal respecto del Lisado de Corazón, que
fabricaba en la ciudad de Rivera, el Químico Farmacéutico don Federico Díaz.
Los enfermos, nos contaba Ríos, ilusionados por esa cura mágica, dejaban el
hospital, del Servicio del Profesor Larghero, para ir a Rivera. Primero, se
enteraban por sus parientes que tenían cáncer, cosa que en aquel tiempo no se
acostumbraba revelar a los pacientes, porque todavía no habían venido a
incursionar con la Bioética, y ellos, totalmente despistados, mediante la
“mentira piadosa”, tenían la esperanza de tener un pólipo, un adenoma, o alguna
otra patología benigna. Pero ante el
remedio milagroso, aún no autorizado legalmente, los
parientes le decían: “Fulanito, o Fulanita, vámonos a Rivera, a tomar el Lisado
de Corazón, que te va a salvar del Cáncer”. Y allá marchaban. Pasadas unas
semanas volvía el paciente y su familia, destrozados física y moralmente, a
hacer lo que la
Clínica Quirúrgica pudiera. Que en general, era ya muy poco.
Entonces “El Chumbo” nos comentaba: “¡Se
dan cuenta qué disparate! ¡Que haya un ministro que tolera esto!” Los
médicos hicieron declaraciones, y se opusieron tenazmente al engaño. Hasta que
el Ministro cambió, ante las presiones políticas, y fue sustituido un Profesor
de Cirugía (Carlos V. Stajano) por un abogado de Rivera, muy ladino, profesor
de Derecho Administrativo, que terminaría siendo sirviente de dictadores y
militares, el Dr. Aparicio Méndez. Que por supuesto, legalizó el Lisado de
Corazón, permitió su fabricación y venta masiva, cosa que todavía se mantiene,
a pesar de tener un Presidente Médico y Oncólogo. Y si no, vayan y pidan en
cualquier farmacia del país, el famosísimo Lisado, que no sirve para curar el
cáncer, el asma ni cualquiera otra enfermedad, pero es un placebo de primera. Y
Aparicio Méndez, que fue Presidente de IMPASA, descansará en paz en su
sepultura, junto a Federico Díaz, revolcándose de la risa por el favor que les
hizo. A su amigo riverense, y a todos los pacientes a los que mandó a la fosa.
III
Por aquel año asistí a un concurso histórico, en el cual él disputó a
Raúl Praderi un cargo de Prosector. La prueba que presencié fue para disertar
sobre la Vena Cava Inferior.
El concurso, lo contaría Praderi en el MSP en noviembre de 2003, lo ganó “El
Chumbo”. Él, Praderi, le ganaría luego el concurso de Prosector de Medicina
Operatoria, una materia que venía del Plan de Estudios de 1929 (Plan Navarro) y
que finiquitó años después, para los que recibían su título de Médico-Cirujano,
en lugar del de Doctor en Medicina, con que pomposamente nos bautizaron
después, con el Plan García Otero de 1945. Decía Praderi: “Con el “Chumbo” Ríos nos sacamos chispas en
los concursos. Él me ganó el de Prosector de Anatomía y yo el de Prosector de
Medicina Operatoria. Los concursos eran la institución que forjó la grandeza
de nuestra Facultad. Terminaban las
pruebas y nos dábamos todos un abrazo, vencidos y vencedores. Era una especie
de deporte. Con Ríos Bruno me ocurrió
una coincidencia curiosa. En 1980 me invitan a dar dos conferencias al Congreso
Italiano de Cirugía de Urgencia. Llego a Roma y en el Hospital Umberto Primo estaba Ríos operado desde
varios días antes de una perforación de colon por el Cirujano que presidía el
Congreso, que era Profesor de Clínica Quirúrgica, y amablemente me dijo: “Professore: il malatto é vostro”. El postoperatorio no fue sencillo y me
tuve que quedar tres días después del Congreso, pero en Roma no se pasa mal.
Ríos sobrevivió a estas y otras peripecias y espero que también del quebranto
que lo afecta ahora por el cual no está presente.” Dijo Praderi que Ríos era un
brillante cirujano y gran anatomista, representante de una época de oro.
IV
En su conducta como profesor y como médico, lo primero era la calidad,
docente y humana. Descolló enseñando Anatomía y
Clínica Quirúrgica. También como docente, organizador y Director del
Departamento de Emergencia del Hospital de Clínicas y del Hospital Policial. Y
primero en hacer los simulacros de desastres, para armar un Plan de Desastres,
tan necesario en cualquier hospital moderno. Estar preparados para recibir
desastres. Le tocó prologar un libro, de un conjunto de Colegas, siendo ya
profesor del Departamento de Emergencia, en 1995, que habían hecho un
prolijísimo trabajo sobre la propuesta de un Sistema de Asistencia Integral al
Politraumatizado. Aunque parezca mentira, una cosa tan elemental e importante,
para salvar vidas, todavía sigue pendiente.
Él no pensaba sólo en la importancia para beneficio de nuestra
población, sino como un servicio de trascendencia regional. Decía entonces: “Queremos terminar recordando que en
Francia, cuando el sol sale en un bello fin de semana, 125 personas son
condenadas a morir en las carreteras y frente a esto surge enseguida un
pensamiento: ¿hoy nos tocará a nosotros o a nuestros familiares?” Había recibido el legado de don Pedro
Larghero, que fue el primero que atendió un desastre colectivo, en Uruguay,
cuando derrumbó su techo un cine situado junto al Teatro “Solís”, en la década
del ´30 siendo él Cirujano “Bureau” de los Hospitales de Montevideo.
V
El Prof. Ríos Bruno, fue Médico Forense del Poder Judicial, y
colaborador docente de la Cátedra de Medicina Legal. Como Forense fue un
ejemplo y una garantía. En tiempos difíciles, todos esperaban el dictamen
pericial del “Chumbo”, que sería certero y neutral, pero implacable. Muchos
años después, sus claras descripciones autópsicas, y sus dibujos, sirvieron
para reconstruir la “autopsia histórica” de los heridos y muertos en el asalto
a la Seccional 20ª del Partido Comunista, en un trabajo publicado en la Revista Médica del
Uruguay [1]. Él
estaba en las antípodas de ese Partido. Pero tenía un compromiso inclaudicable
con la defensa de la
Verdad. Fue colaborador honorario de la Cátedra de Medicina
Legal desde 1959, y autopsista honorario del Hospital Pasteur desde 1958. En el
Poder Judicial fue Médico Forense del Juzgado de Instrucción y Correccional de
6º. Turno, por Concurso de Méritos y Oposición, desde el 12 de agosto de 1960.
Fue Delegado del Poder Judicial a la Comisión Honoraria
Consultiva de Coordinación de Lucha contra las Toxicomanías,
desde el 1º de noviembre de 1962. Y también integró la Comisión Asesora
del Banco Nacional de Órganos y Tejidos, cuando se inauguró en 1978.
VI
Rescato, de su vasta actuación en la materia, tres aportes a la Ética Médica.
En 1968, organizó un debate, entre
médicos, juristas, y figuras de la
Magistratura, para encontrar una nueva Definición de la Muerte, que sería
llevada a la Asociación Médica
Mundial y serviría de base para elaborar la Declaración de
Sydney, en el tiempo que se comenzaba a realizar el trasplante cardíaco en
humanos y generaba grandes polémicas en el mundo médico.
En el año 1970, integró junto a los Dres. José María
Reyes Terra, Luis E. Folle Richard, y Alfredo Pernin, una Comisión Especial
para dictaminar acerca del uso del Narcoanálisis en los interrogatorios
militares o policiales. Allí estaban reunidos un Médico Forense, un Psiquiatra
Forense, un Profesor Agregado de Farmacología y Terapéutica, y un Profesor de
Anestesiología. El informe fue contundente, en cuanto a condenar el empleo de
esa técnica y advertir de sus riesgos para la persona sometida a ella. Otro
pronunciamiento ético de los que hacen historia, en nuestro pequeño país. Pero
que tuvo repercusión internacional.
En 1972, como Miembro Responsable
de la Comisión de Ética Médica del SMU, redactó, en tan sólo tres meses, un
proyecto de Código de Ética Médica, en momentos realmente difíciles.
VII
El Dr. Ríos Bruno fue un médico ejemplar, un Maestro en todo lo que
enseñó, y un perfecto caballero en su trato respetuoso y firme con todas las
personas que lo frecuentaron. Hizo docencia con amor y dedicación, con humor,
con calidad. Tenía un patrón de control de calidad, que lo aplomaba en todos su
actos. Respetuoso, pero firme. Simpático, pero duro, a la hora de establecer
responsabilidades o exigir conductas y normativas que protegieran al público y
a sus colegas. Sin concesiones. Reconoció tres Maestros, en el arte de la
Cirugía: el primero don Pedro Larghero, formador de
grandes cirujanos, profesor de la Facultad de Medicina, con una Clínica
Quirúrgica ejemplar en el Hospital Pasteur. Junto a Jorge C. Pradines, Pedro
Benedek, Walter Venturino y Felipe
Vázquez Varini, hicieron la publicación de homenaje a
Larghero: “Pedro Larghero: Cirugía y
Pasión”, [2]
libro que es un deleite leer para conocer la historia de una gran Clínica
Quirúrgica, continuadora de la tradición de Alfredo Navarro. El segundo, don José Iraola, uno de los
cuatro grandes integrantes del Cuarteto
de Urgencia, como los bautizó Mañé Garzón [3], que
iniciaron la era de la Cirugía de Urgencia en el viejo Hospital Maciel, en
1912: Manuel Albo, Garibaldi J. Devincenzi, José Iraola, y Domingo
Prat. Junto al destacado Cirujano de
Durazno, Pedro Echeverría Prieto, hicieron su aprendizaje junto a este Maestro
inolvidable, modesto y grande, en un servicio de Salud Pública del Hospital
Maciel. El tercero:
Dominique-Jean Larrey, el Cirujano militar de Napoleón, auténtico Padre de la
Cirugía de Guerra, al inicio del siglo XIX, del que escribió una magnífica
semblanza. Admiró su capacidad de trabajo, su organización de la Emergencia, la
incorporación de las ambulancias volantes, su enorme sagacidad para salvar
vidas haciendo en una sola jornada 200 amputaciones y arriesgando su vida bajo
la metralla, que mereció la admiración de los jefes propios y enemigos, por su
coraje y valor.
VIII
Su producción científica, médico legal, histórica y humanística, se tradujo
en la cadena de publicaciones que había realizado desde muy joven en varios
territorios, junto a sus Maestros Larghero y a sus compañeros más jóvenes de
Medicina Legal, o del Departamento de Emergencia del Hospital Universitario.
Quiero destacar especialmente un libro de cuentos, publicado en el 2000,
titulado “Cuentos de Uruguayos sobre las
cosas y los hombres”, en co-autoría con Alfredo Brida; un Bosquejo de
Historia de la
Anatomía Universal [4]; una
semblanza de Dominique-Jean Larrey [5], [6]; y
un trabajo sobre Responsabilidad Médico Legal del Cirujano, realizado con
varios colaboradores de la Cátedra de Medicina Legal [7]. En
ese libro de cuentos, al que refirió ya la Dra. Eva Fogel,
hizo una dedicatoria para cada uno de esos cuentos breves: para su esposa, para
cada uno de sus hijos, para algunos amigos. Uno de ellos, dedicado “Para mi hermano Armando [Tommasino], “un
Juez de Lujo” con quien pasamos tantas horas tratando de lograr lo que es cada
día más difícil, la
justicia.”
Honda huella
que supo dejar un gran Juez en un gran Forense, lo que sin duda fue recíproca y
magistral influencia, que traspasó los tiempos, para perpetuarse en la
eternidad.
IX
No podemos olvidar en nuestra época, donde tanto se discute, que él dio
públicamente el debate sobre el aborto, denunciando la práctica del aborto
criminal clandestino, que tantas muertes de mujeres producía y produce, en
memorables charlas dadas en la Televisión, con el conductor y abogado Eduardo
Reich Sintas, en Saeta TV Canal 10. Allí hizo afirmaciones audaces pero
certeras, para transmitir una idea cuantitativa del número de abortos que se
practicaba en Uruguay, vinculándolo con el número de ampollas de Penthotal
utilizadas, descontadas las de uso anestésico-quirúrgico en establecimientos
autorizados públicos y privados del país. Por aquellos tiempos, década del 60,
calculaba que se realizaban 30.000 abortos por año en nuestro País. Hizo
llamados, sin eco, entonces, para que se buscara solución a esta terrible
situación, cuyos resultados finales él veía aquí abajo, en la mesa de
autopsias. Hoy se sigue manejando, 40 años después, la misma cifra, porque es
la única.
X
¿De dónde sacó fuerza y ejemplo para llevar una vida de pie y a la
orden? Sin duda, de su padre, Arturo Benjamín Ríos Martínez, que ingresando
como soldado de un Batallón de Infantería en 1911, entró a la Escuela Militar en
1913, y realizó una larga carrera, recorriendo el país, hasta alcanzar el
ascenso a Coronel en abril de 1941, ejerciendo diversas funciones, en diferentes
Regiones Militares, hasta su retiro en 1946. Cuando “Chumbo” nació, su padre,
entonces Capitán, le puso ese apodo cariñoso. Su fortaleza ética, su sentido
del honor, sin duda, tenían allí un ancla y un espejo muy fuerte. Pero también
la obtuvo ese caudal de energía trabajando como un escultor que talla en un
bloque de piedra bruta, una figura que transforma a quienes reciben su contacto
e influencia. Así pudo ir superando las duras pruebas que la vida le fue
poniendo. Camino pavimentado de baldosas blancas y negras, como los corredores
de sus hospitales Maciel y Pasteur que tanto transitó: frente a sus triunfos,
sus más profundos dolores. Los cercanos por las pérdidas, y los que procedían
de la sociedad, que tanto sentía y en la que influía para cambiar, aunque su
exterior tímido y duro, a la vez, parecieran mantenerlo distante. Integró una
cadena universal de elegidos: fue un auténtico médico hipocrático, de los
mejores. Fue un combatiente laico en
defensa de la vida.
Trabajó más de 30 años por la organización de los servicios
de Emergencia y elaboró las pautas para realizar los primeros simulacros de
desastres, a fin de preparar psicológica y materialmente, sobre todo a los recursos humanos hospitalarios. Colaboró
con diversas Cátedras, de Medicina, Cirugía, Semiología, Medicina Legal. Con el
Sindicato Médico. Con la
Sociedad Uruguaya de Cirugía. Y finalmente, cuando la Cátedra
de Medicina Legal celebró, en el Aula Magna de nuestra Facultad, su 125º
aniversario, él acercó, humildemente, un libro, del que dijo todos los
estudiantes de Medicina y los Médicos deberían leer: “Medicina, una noble profesión”, cuyo autor fue el discípulo de
Francisco Soca, Héctor Homero Muiños. Con ese gesto público, el último que
recuerdo de él en la Facultad, pasó la posta y dejó un legado. De ética, de
coraje y de optimismo. Su memoria estará siempre entre nosotros, como guía y
ejemplo. Que es la enseñanza esencial que auténticamente nos dejan, de por
vida, los verdaderos Maestros.
Muchas gracias a todos por su presencia esta tarde.
[1] RODRÍGUEZ ALMADA, Hugo D. y VERDÚ-PASCUAL,
Fernando A.: La autopsia histórica: Presentación del método y su aplicación al
estudio de un hecho violento ocurrido en Uruguay en el año 1972. Rev Med Uruguay 2003: 19:126-139.
[2] BENEDEK, Pedro, PRADINES, Jorge C.,
RÍOS BRUNO, Guaymirán A., VÁZQUEZ VARINI, Felipe S., VENTURINO, Walter: Pedro
Larghero. Cirugía y Pasión. Gráfica
Industrial Uruguaya, Montevideo, agosto de 2000, 176 páginas.
[3] MAÑÉ GARZÓN, Fernando: El Cuarteto de Urgencia.
Historia de la Cirugía de Urgencia en el Uruguay: 1902-1952, Ediciones de La Plaza, Montevideo, 2005, 256 páginas.
[4] RÍOS BRUNO, Guaymirán: Bosquejo de Historia de la Anatomía Universal.
Rev Hosp Maciel
2 (1): 41-8, enero-marzo, 1997
[5] RÍOS BRUNO, Guaymirán: Dominique Jean Larrey:
su vida y obra. (1ª. Parte): Rev Hosp
Maciel 3(2): 48-53, julio-diciembre,
1998.
[6] RÍOS BRUNO, Guaymirán: Dominique
Jean Larrey: su vida y obra. (2ª. Parte): Rev
Hosp Maciel 5 (1): 27-32, agosto
2000.
[7] RÍOS BRUNO, Guaymirán, BERLANGIERI, Carlos,
BERRO-ROVIRA, Guido, TOMMASINO, Armando, FERRERES, Alberto R.: Cirugía del Uruguay: 65 (1) 6-18,
enero-marzo 1995.