Si se compara con otros sectores, el número de accidentes laborales en
el ámbito sanitario es poco relevante, según algunos especialistas. No
obstante, la relación directa con los pacientes y la presión hace que
los riesgos laborales "psicosociales" tengan en jaque a una buena parte
del colectivo. “Tanto los médicos, como las enfermeras y los técnicos que realizan
este trabajo son profesionales expuestos a un riesgo de radiaciones
—asegura— porque aunque contamos con blindajes, delantales de plomo y
todas las protecciones establecidas, no dejamos de estar en contacto
directo con ellas”, afirma el experto español Antonio Segarra Medrano.
La Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (Servei) es la coordinadora de un programa liderado por la Comisión Europea de Protección Radiológica que se enmarca dentro de una serie de actuaciones de la UE orientadas a que pacientes y profesionales reciban las dosis mínimas de radiaciones en la actividad médica. Se trata del Programa Sentinel, una iniciativa que proporcionará datos completos a mediados del año próximo sobre el volumen de radiaciones que ambos reciben en más de una veintena de centros españoles.
Por ahora, según explica a Websalud el presidente de Servei, Antonio Segarra Medrano, se dispone de datos de 380 pacientes y está previsto que se establezcan las dosis y los valores típicos que reciben estos grupos. Una vez que se disponga de toda la información, se analizará cada procedimiento en una guía de buena praxis y se proporcionará una serie de recomendaciones para que se apliquen en todos los centros.
Datos positivos
La información de que disponen a día de hoy todavía es insuficiente, pero si se compara con un estudio presentado recientemente en Bélgica, se observan valores similares, según expone el radiólogo. Si la comparación se establece con respecto a los datos que proporciona un estudio realizado en EEUU hace tres años, la otra referencia en este campo, nuestros centros “quedan muy bien”, porque se encuentran “por debajo de las cantidades que refleja”, añade Segarra, que justifica este avance gracias al avance tecnológico y a la mejora de las técnicas en este corto espacio de tiempo.
“Tanto los médicos, como las enfermeras y los técnicos que realizan este trabajo son profesionales expuestos a un riesgo de radiaciones —asegura— porque aunque contamos con blindajes, delantales de plomo y todas las protecciones establecidas, no dejamos de estar en contacto directo con ellas”. Aun así, quienes realizan este tipo de procedimientos, por lo general, son los radiólogos, que por su propia formación conocen el peligro de las radiaciones ionizantes y las técnicas para disminuir la radiación en cada caso, tal y como afirma el presidente de Servei. El problema llega cuando se realizan fuera de los lugares habilitados para este fin, como es el caso de los quirófanos, denuncia Segarra.
En opinión del presidente de esta sociedad científica, el control de las radiaciones está bien recogido en los planes de prevención de riesgos laborales de los hospitales españoles. Este estudio, en concreto, se está llevando a cabo en colaboración con expertos radiofísicos, que miden las dosis que irradia el aparato y que recibe el personal a través de dosímetros de solapa y muñeca que son controlados una vez al mes.
Las radiaciones constituyen, junto con el ruido, uno de los factores físicos que se enmarcan dentro de los riesgos laborales que pueden afectar a los médicos en su día a día. Ramona Garcia Maciá, profesora de la Universidad Politécnica de Cataluña, especialista en Medicina del Trabajo, psicoterapeuta y responsable del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Departamento de Salud de Cataluña, considera que el peligro que representan las radiaciones es uno de los factores sobre los que existe una mayor conciencia entre los profesionales. El riesgo biológico también es claramente percibido por los sanitarios, pero a pesar de ello, apunta, “todavía hay un colectivo amplio que no ha recibido la vacunación establecida, o que no utiliza medios de protección individual o agujas especiales para minimizarlos”.
El desarrollo de las políticas de prevención de riesgos laborales lleva un ritmo muy distinto en los hospitales, según afirma García Maciá. Para esta especialista existen dos grupos claramente diferenciados. Uno de ellos, integrado por aquellos centros que empezaron a adoptar políticas específicas con la entrada en vigor de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales en 1995, en los que es frecuente que el trabajo se centre aún en las campañas de vacunación masiva o el registro de pinchazos accidentales. Mientras, el otro grupo estaría integrado por los pioneros en la prevención, con más de 20 años de experiencia, que, una vez superada esa primera fase, focalizan sus recursos en los factores de riesgo psicosocial y en los estresores: burn out, nocturnidad, contacto emocional, etc., que han pasado a ocupar un primer plano en el ranking de amenazas laborales para los facultativos.
“Los factores de riesgo laboral para los médicos están muy vinculados a los pacientes y no son fáciles de resolver”, apunta la responsable del Departamento de Salud, que considera que los profesionales son conscientes de los riesgos, pero están habituados a una cierta exposición.
Para hacer frente a todos ellos, se desarrollan programas de prevención, además de otras iniciativas que persiguen la promoción de la salud y de “prácticas seguras” encaminadas a una buena alimentación, a aislar el estrés o a fomentar el ejercicio físico.
Una tarea difícil
Desde el Centro Nacional de Prevención en el Trabajo del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo,que depende del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, se lleva a cabo una labor de investigación y análisis de riesgos que, una vez elaborada, se pone a disposición de todos a través de diferentes publicaciones. Asimismo, organiza cursos de formación y proporciona asistencia técnica, también a empresas y hospitales.
Ana Hernández es técnico superior de Prevención de Riesgos Laborales del Departamento de Condiciones Materiales del centro, y asegura que durante muchos años se ha trabajado en este tema, abordando los diferentes factores de una manera individualizada. Hoy, sostiene, “habría que hacer una revisión de conjunto”.
El centro recibe información de diferentes hospitales a través de cuestionarios en los que se reflejan, entre otros puntos, las deficiencias para determinar las áreas de mejora. En el año 2000, explica, se publicó una guía que recoge los principales factores de riesgo en los hospitales, pero no existe información que permita hacer una valoración, por ejemplo, del grado de cumplimiento de los programas de prevención en los centros españoles. La complejidad en su opinión, en cualquier caso, no es tanto detectar estos riesgos, como ver cómo priorizar y cómo distribuir los recursos que se destinan a este fin.
Sería un trabajo de titanes recopilar toda esa información porque, en definitiva, la actividad de un hospital es tan diversa que habría que integrar en el análisis el cumplimiento de planes de prevención a todos los niveles. No en vano, se trata de una sociedad en miniatura a la que pueden aplicarse normativas sobre estructuras tan distintas como alojamientos, administración, almacenes, jardines, aparcamientos o seguridad.
Los radiólogos se encuentran entre los especialistas con mayor conciencia sobre sus riesgos laborales. Un millón de euros para combatir el ruido ambiental
El Servicio de Salud del Principado de Asturias ha decidido plantarle cara a los decibelios. A través de la campaña “Mejor sin ruido” pretende sensibilizar a profesionales y usuarios, para lo cual destinará un millón de euros en diferentes ejercicios presupuestarios.
Entre otras actividades, se elaborarán protocolos de actuación que regulen el acceso de los visitantes a los centros, se controlará el volumen de televisores y los horarios y se sustituirán progresivamente los mensajes de megafonía por pantallas visuales en las salas de consultas externas, urgencias y en las salas de espera de los quirófanos.
Como anécdota, también se ha previsto que un grupo de mimos recorran las áreas más “ruidosas” de los hospitales para concienciar a profesionales y pacientes. Los responsables del Sespas recuerdan que la OMS recomienda 35 decibelios durante el día y 25 a lo largo de la noche.
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