No hay nada extraño en sentir un poco de tristeza después del placer sexual pero hay personas que pueden presentar infelicidad después de estar con su pareja.
Como todo mundo sabe, el sexo nos hace sentir
bien... o no. En años recientes, me he encontrado con varios pacientes
para quienes el sexo no sólo es poco placentero sino que al parecer los
lastima.
Un paciente en sus años 20, lo describió de esta manera: "después de
tener sexo, me siento literalmente adolorido y deprimido casi todo el
día". El paciente tenía un buen historial con respecto a su salud
física y psiquiátrica: buena adaptación, trabajador, muchos amigos y
una familia con vínculos fuertes. No pensé mucho en este caso sino
hasta que más adelante conocí a otro paciente con una queja similar:
era una mujer de 32 años que experimentaba entre cuatro y seis horas de
depresión intensa e irritabilidad después de un orgasmo, ya sea en
soledad o con una pareja.
Era tan desagradable que estaba comenzando a evitar el sexo.
No hay nada extraño en sentir un poco de tristeza después del placer
sexual pero estos pacientes experimentaban una disforia intensa durante
mucho tiempo y era demasiado perjudicial como para llamarla someramente
"infelicidad".
Existe poca información sobre lo que sucede en el cerebro durante el
sexo. En 2005, el doctor Gert Holstege de la Universidad de Groningen
en Holanda, utilizó una tomografía por emisión de positrones (PET) para
escanear el cerebro de mujeres y hombres durante el orgasmo. Entre
otras cosas, Holstege descubrió una fuerte disminución en la actividad
de la amígdala, región del cerebro involucrada en procesar estímulos
que causan temor. Además de otorgar placer, el sexo disminuye el miedo
y la ansiedad.
La antropóloga Helen E. Fisher, de Rutgers, usó imágenes de resonancia
magnética para observar más ampliamente el circuito neuronal del amor
romántico.
Fisher mostró a un grupo de hombres y mujeres jóvenes enamorados una foto de su amado/a o de una persona neutral.
Los sujetos mostraron una marcada activación en el circuito de
compensación de la dopamina en el cerebro sólo en respuesta a la imagen
de la persona amada y esta activación fue similar a la respuesta
mostrada a otros estímulos como dinero o comida. ¿Podría ser algunos
pacientes tienen una actividad de rebote particularmente fuerte en la
amígdala después de un orgasmo y esto los hace sentir mal?
Pensé entonces en utilizar los efectos secundarios de un inhibidor
selectivo de la recaptación de seratonina (SSRI) como tratamiento.
Estos medicamentos producen con frecuencia disfunción sexual, de modo
que para mis pacientes, podía ser beneficiosos.
Luego de tomar el antidepresivo durante dos semanas ambos reportaron
que aunque el sexo era menos placentero, ya no presentaban tanto
malestar después.
Existen por lo menos tres posibles razones por las que mis pacientes se
sintieron mejor: el medicamento funcionó, tuvo un efecto placebo o
había una fluctuación aleatoria en los síntomas, es decir, habrían
aumentado de no haber hecho nada.
Si estos pacientes me enseñaron algo es que los problemas sexuales no
siempre indican problemas psicológicos profundos y desconocidos. La
verdad es que el órgano sexual más importante de los seres humanos es
el cerebro. El sexo puede ser el más físico de los actos pero la
depresión también y, a veces, ésta no es algo más que una singularidad
de la biología.
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