Aunque el cerebro representa sólo el 2% de la masa corporal del ser humano, el gasto energético y la actividad hemodinámica que consume es enorme. En el momento en que se activan las neuronas, para transmitir cientos de impulsos eléctricos al resto del cuerpo, las arterias y capilares se encargan inmediatamente de transportar hasta esa zona sangre fresca, es decir, oxígeno y nutrientes. Un trabajo acaba de demostrar que esa actividad sanguínea también es capaz de anticiparse a nuestra próxima actividad.
Como explica en un comentario en las páginas de la revista 'Nature'
David Leopold, del Instituto de Salud Mental de Bethseda (en Maryland,
EEUU), la sangre que llega al cerebro no lo irriga indiscriminadamente,
sino que sigue un orden establecido hasta llegar a las regiones que lo
necesitan: las neuronas en actividad y sus vecinas.
Hasta ahora se daba por hecho que el flujo sanguíneo y la activación
neuronal eran paralelas en el tiempo y en el espacio; es decir, que la
hemodinámica aumentaba justo en las regiones donde las neuronas están
en funcionamiento. Sin embargo, una investigación realizada por
Aniruddha Das y Yevgeniy Sirotin, de la Universidad de Columbia (en
EEUU), ha demostrado que tal vez eso no sea cierto al cien por cien.
Anticiparse en la oscuridad
Sus experimentos con dos monos han mostrado que también se produce
un aumento del riego sanguíneo a modo de anticipación en regiones
cerebrales inactivas. Es decir, que la sangre es capaz de llegar a zonas del cerebro antes de que éstas se pongan en acción.
"Es posible que aparte de la anticipación haya otros factores, como la
atención o el estrés, que influyan en el flujo sanguíneo del cerebro",
explica Das a elmundo.es desde la India. "Es decir, cuando realizamos
una tarea visual, el flujo sanguíneo podría estar determinado no sólo
por los estímulos que vemos, sino también por el interés que preste el
sujeto a la tarea o la tensión que ésta le genere en esos momentos".
Para comprobarlo, sometieron a los macacos a varias pruebas hasta
que éstos aprendieron a realizar una sencilla tarea visual. En
condiciones normales, la resonancia magnética confirmó que el flujo sanguíneo correspondía con las regiones que los animales utilizaban para realizar el ejercicio.
Sin embargo, cuando repitieron la prueba en total oscuridad apreciaron que la sangre también llegaba a la corteza visual incluso sin ningún estímulo óptico.
Mientras la señal de las neuronas permanecía prácticamente apagada, la
actividad vascular acudía en preparación de la región cerebral que los
animales pensaban que tenían que utilizar a continuación.
Los autores consideran que sus resultados tienen dos implicaciones fundamentales. Una, para conocer mejor qué señales cerebrales controlan esa anticipación y preparan la corteza cerebral para ciertas tareas.
La otra, para redefinir la interpretación de las imágenes
cerebrales. "Hasta ahora, se asumía que un cambio sanguíneo (y en el
nivel de oxigenación) era un reflejo de la actividad neuronal; aunque
nunca se había medido directamente, porque no hay técnica de imagen que
permita observar ambos parámetros de manera simultánea en humanos",
añade Das.
La principal consecuencia práctica de sus conclusiones, apunta Das, es que en el futuro habrá que interpretar los trabajos que utilizan técnicas de imagen para 'ver' el cerebro con mucha más cautela;
asumiendo que el flujo sanguíneo que se está viendo puede ser en
realidad un anticipo de la próxima tarea, o un estado mental previo a
la acción propiamente dicha.
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