La mutilación genital femenina es una práctica ancestral, típica del continente africano y penalizada en nuestro país. La lucha de los médicos contra la ablación del clítoris se centra en dos frentes: la prevención desde la atención primaria, para evitar que las familias que viajan a su país de origen de vacaciones sometan a sus hijas menores a esta técnica, y la reparación con cirugía cuando el mal ya está hecho. El USP-Instituto Universitario Dexeus, tras una previa evaluación y selección de las candidatas, ha impulsado un programa de intervenciones correctoras.
Mujer adulta y residente en España: es el perfil de las féminas que se
interesan por la cirugía reparadora de la ablación del clítoris. Pere
Barri Soldevila, del Departamento de Ginecología y Obstetricia y
Medicina de la Reproducción del USP-Instituto Universitario Dexeus, en
Barcelona, explica que este centro impulsó en 2007 un programa para
corregir quirúrgicamente la ablación del clítoris.
Hoy ya
reúne seis casos y tiene una lista de espera de veinte candidatas a
esta cirugía, que realiza gratis. Según Barri, la ablación del clítoris
es una práctica supranacional dentro del continente africano, fruto de
la tradición y que no ha nacido de la religión. Moderar la sexualidad
femenina, asegurar la pureza y la feminidad y facilitar el acceso al
matrimonio son algunas de las motivaciones que llevan a perpetuar este
rito ancestral.
Cada año se practican dos millones de
mutilaciones genitales femeninas en el África subsahariana, Egipto e
Indonesia. La prevalencia es de 130 millones de mutilaciones en niñas y
en Egipto -donde más se realiza- el 97 por ciento de las mujeres
casadas de entre 15 y 49 años han sido mutiladas. Los países de África
las han prohibido, pero gran parte de la población desconoce las leyes
antimutilación Y éstas, lejos de solucionar el problema, lo han
empeorado: el 60 por ciento del personal que las lleva a cabo son
comadronas y barberos sin formación médica que mutilan en la
clandestinidad. Sólo el 10 por ciento de estas personas son enfermeras,
el 15 por ciento residentes o médicos generales y el 7 por ciento
especialistas, ha explicado Barri Soldevila. El resultado de las
prácticas es variopinto.
El 90 por ciento de las ablaciones son
de tipo I ó II, mientras que sólo el 10 por ciento pertenecen al tipo
III, conocido como mutilación faraónica o infibulación, que consiste en
practicar una clitoridectomía, seguida del cierre de la vagina con una
sutura para que el esposo la abra durante la noche de bodas. Además de
todas las secuelas que puede tener cualquier mutilación a corto plazo
(hemorragia, infección por VIH e, incluso, muerte), la faraónica es la
que da peor calidad de vida y más secuelas a largo plazo. Sus víctimas
pueden sufrir infecciones genitales al chocar el flujo menstrual y la
orina con la vagina, esterilidad, desgarros obstétricos durante el
parto, fístulas en las comunicaciones entre vagina y recto -que son la
enfermedad silenciosa en África-, anorgasmia y dispareunia, ha relatado
Barri Soldevila.
Defibulación y reparación Pero
la desfibulación, técnica que revierte la infibulación o mutilación
faraónica, puede llegar a ser la cirugía más agradecida, ya que en el
50 por ciento de los casos el clítoris aparece intacto bajo la sutura
de los labios cuando se abre. Consiste en realizar una incisión
vertical sobre la cicatriz anterior, la exposición del introito y la
uretra, reparar el clítoris si es necesario y en una sutura continua
intradérmica bilateral. En un estudio de 40 casos se ha visto que el
100 por cien de las pacientes están satisfechas sexualmente y con su
nueva apariencia y, para el 94 por ciento, la intervención ha sido
menos dolorosa de lo esperado (Nawal M. et al. Obstet & Gynaecol 2006;108:55-60).
Pero
al margen de la desfibulación, la mayoría de las ablaciones son del
tipo I y II y para corregirlas se debe realizar una reparación
clitoroidea. El pionero de la técnica, estandarizada, validada y
reproducible, ha sido Pierre Foldes, de Francia. Consiste en
reseccionar el tejido cicatricial (queloide), identificar el muñón del
clítoris, seccionar el ligamento suspensorio y movilizar el muñón;
luego se practica la exéresis del tejido fibroso del clítoris y su
anclaje ortotópico. El tiempo operatorio medio es de 30 minutos y se
puede practicar casi en régimen ambulatorio (la estancia hospitalaria
es de 24 horas). En su serie de 453 casos (Gynecol. Obstet. Fertil. 2006; 34 (12): 1137-41),
a los seis meses de la cirugía se ha logrado la restauración anatómica
en el 87 por ciento y la mejoría objetiva de la estimulación sexual en
el 75 por ciento (aparece en los 3-5 meses que siguen a la operación).
USP-Instituto Universitario Dexeus está obteniendo resultados
similares.
Selección de candidatas La
clave del éxito es la selección de candidatas a esta cirugía, para lo
que Dexeus colabora con la ONG Médicos del Mundo, de Cataluña, en su
búsqueda activa. Marta Casarmort, coordinadora de esta ONG, explica que
"la clave está en que lo plantee una persona de su mismo origen -una
mediadora cultural- y las sensibilice con temas relacionados con la
salud, ya que, si no, puede parecer una imposición". Después, las
candidatas se someten a una evaluación psiquiátrica, para descartar
psicopatías, y psicosexual, que se repite a los seis meses.
Antes
de la cirugía, el 80 por ciento de las evaluadas en Dexeus tenían
problemas de autoestima y de autoimagen; y el 70 por ciento, problemas
como deseo sexual inhibido, según Josep Maria Farré, jefe de
Psiquiatría de Dexeus. La cirugía es una solución para muchas de estas
mujeres. Pero el objetivo debería ser no llegar a ella. Por esta razón,
en Cataluña los médicos de atención primaria y los Mossos d'Esquadra
efectúan controles preventivos para evitar mutilaciones en niñas que
viajan con sus familias a su país de origen en vacaciones.
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