Los avances en la aplicación médica de la nanotecnología coinciden con la total ausencia de regulación por parte de los Estados. Esta ciencia promete beneficios de todo tipo, incluidos los médicos, pero también abre la puerta a la actividad criminal y a la especulación. Por eso, los gobiernos deben desarrollar regulaciones que aseguren su aplicación.
Las aplicaciones médicas de
las tecnologías nanoescalares tienen el potencial de revolucionar el
cuidado de la salud al brindar poderosas herramientas para diagnosticar
y tratar las enfermedades desde un nivel molecular. La nanomedicina ha
avanzado de forma muy rápida en años recientes, con aplicaciones
prometedoras en campos como el reconocimiento de células cancerígenas,
etiquetación de células madre y control y reparación de daños en ADN.
Además,
se ha avanzado de manera espectacular en la capacidad para comprender y
controlar el destino de células madre y se ha abierto la posibilidad de
desarrollar nuevas tecnologías en este campo, con terapias para la
prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades humanas.
No
existe una semana en la que no escuchemos en los medios algún avance en
este sentido. Sin embargo, este incremento exponencial de esta ciencia
no está siendo acompañada de regulación, según Bioethics. De
hecho, pese a que ya se comercializan algunos productos nanoescalares
(incluidos medicamentos nanológicos), ningún gobierno en el mundo ha
desarrollado regulaciones que respondan a los aspectos básicos de una
seguridad nanoescalar.
Incremento de inversión
El
aumento de las inversiones públicas y privadas -algunos países en vías
de desarrollo ya destinan importantes recursos a la investigación en
nanotecnología- hace que crezcan las oportunidades de avanzar en las
investigaciones, pero también supone una posibilidad para que aparezcan
atajos éticos, engaños y actividad criminal.
Algunos
científicos dedicados al desarrollo de esta rama de la investigación
reclaman una discusión en la disciplina, que entre otros aspectos abre
la posibilidad de modificar la materia a nivel atómico. Afirman que el
grado de manipulación que alcanzará ahora el hombre sobre la materia
dejará retrasada, por ejemplo, a la genética.
Bioethics relata
el caso del investigador Chi Ming Wei, profesor de la Escuela de
Medicina de la Universidad Johns Hopkins, como uno de estos casos de
rápido crecimiento científico sin control y cómo muchas veces este
avance se asienta sin fundamento en la presunción de que los
investigadores tienen convicciones éticas.
Este
profesor constituyó la Academia Americana de Nanotecnología, que,
durante su existencia, organizó reuniones anuales con profesores de las
principales escuelas de Estados Unidos. Según Summer Johnson, editora
ejecutiva de The American Journal of Bioethics la
organización fue prosperando en nombre de la revolución
nanotecnológica, pero finalmente se descubrió que utilizó este nombre
para enriquecerse, a pesar de registrarse como una organización sin
ánimo de lucro.
Problemas futuros
Por
ello, la regulación es necesaria, ya que cuando el uso de
nanomateriales y de procesos a nanoescala llegue a la madurez comercial
pueden surgir problemas éticos y políticos nuevos o activar antiguos.
Algunas experiencias pasadas hacen que los nanotecnólogos sientan
fuertemente la necesidad de estudiar los usos y daños potenciales,
mucho antes de la comercialización.
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