Cerca de una cuarta parte de las mujeres con menstruaciones abundantes sufre un desorden en su organismo debido a enfermedades no diagnosticadas. Debido a que la hemorragia del tracto reproductivo es algo natural
durante la menstruación y el parto, algunas de las mujeres que sufren
sangrado excesivo durante y después de su ciclo menstrual (menorragia)
pueden padecer enfermedades subyacentes que no les han sido
diagnosticadas. Cuando la sangre de una mujer no coagula de forma
correcta, el síntoma más evidente son los ciclos fuertes de
menstruación.
Ésta debería ser la primera señal. Ahora, por primera
vez, un grupo internacional de expertos ha abordado la cuestión y ha
expuesto cuáles deben ser los signos que hay que tener en cuenta y el
tratamiento más adecuado. Cerca del 1% de la población sufre de algún trastorno hemorrágico,
pero la cifra no es del todo real por que muchas mujeres desconocen que
podrían tenerlo. En concreto, un 25% de ellas, según investigadores del
Duke University Medical Center (EE.UU.). Todos ellos forman parte de un
consorcio internacional que ha querido abordar todas las cuestiones
relacionadas con el diagnóstico y el tratamiento de las hemorragias del
tracto reproductivo en mujeres. Los expertos han comenzado por definir
los síntomas principales que señalan la presencia de un trastorno de
este tipo. Los han complementado con recomendaciones estratégicas para
obstetras y ginecólogos. El trabajo se publicará en breve en la revista
"American Journal of Obstetrics and Gynecology".
Atentos a las señales
Los investigadores remarcan que las nuevas guías no son sólo para médicos. Las mujeres que sufren menorragias deberían también estar atentas a no padecer ninguna de las señales descritas. Andra James, obstetra del Duke University Medical Center y coautora del trabajo, explica que cuando la sangre de una mujer no puede coagular de forma correcta, el síntoma más evidente son los ciclos abundantes de menstruación. Sin embargo, ante estas señales, la mayoría de las mujeres no se preocupan debido a que "es normal en la familia", cuando lo que sucede, es que sus familiares ya padecían un problema al que no le habían puesto nombre.
En estudios anteriores, las mujeres sometidas a una terapia para tratar un trastorno hemorrágico habían tardado 16 años de media en ser diagnosticadas. En casos extremos, James asegura que esta falta de diagnóstico podría llevar a estas mujeres a sufrir problemas muy graves, incluso a morir durante la menstruación, el nacimiento de sus hijos o en procedimientos quirúrgicos. "Las mujeres que de manera continua experimentan hemorragias anormales durante la menstruación deben estar alerta a éstas y otras señales y acudir a un profesional", según los autores.
Estos especialistas también asocian la falta de diagnóstico y
tratamiento de estas dolencias a que muchos profesionales las
relacionan con problemas hormonales y fibromas uterinos, tumores no
cancerosos muy comunes entre las mujeres en edad fértil, y cuyo
principal síntomas es el exceso de hemorragia durante la menstruación.
El más común
Hematomas en la
piel sin haber sufrido golpes, un sangrado prolongado en heridas
pequeñas o excesiva hemorragia tras una extracción dental deben poner
sobre aviso
El trastorno hemorrágico más común es la llamada enfermedad de von
Willebrand. La prevalencia de menorragia en mujeres con von Willebrand
se encuentra entre el 74% y el 92%. Por este motivo, los investigadores
se han centrado en ella para establecer los criterios de diagnóstico.
Estos incluyen la presencia de historia familiar con hemorragia, así
como exámenes que confirmen la carencia de una proteína, el factor
Willebrand, esencial para el proceso de coagulación. Sin este examen,
no obstante, los expertos advierten de que tanto mujeres como
profesionales deben estar atentos a una serie de síntomas que avisarían
de la presencia de la enfermedad.
Y es que, en muchas personas afectadas, los síntomas son tan leves que nunca llegan a saber que la padecen. Aunque la mayoría de las mujeres que sufren menorragia no tienen un trastorno hemorrágico, los investigadores han identificado más de 12 síntomas que deberían sugerir, al menos, la necesidad de una evaluación más concreta. Entre los síntomas se incluyen menorragia desde la pubertad e historia familiar con trastorno hemorrágico y, además, alguno de los siguientes síntomas (que, a menudo, aparecen de manera conjunta): hematomas o morados en la piel que aparecen sin haberse golpeado, sangrado en heridas pequeñas durante más de cinco minutos, sangrado excesivo o prolongado tras una extracción dental o inesperado durante una intervención quirúrgica, hemorragia con necesidad de transfusión de sangre y hemorragia posparto (sobre todo si ocurre pasadas 24 horas después del nacimiento).
Los investigadores han llegado a la conclusión de que es necesario
llevar a cabo un examen hematológico del número de plaquetas de la
paciente así como el examen que valore la presencia del factor
Willebrand, esenciales para confirmar el diagnóstico.
Tratamiento
Tras el diagnóstico llega el tratamiento, que no debe suponer grandes cambios en el estilo de vida de los pacientes. En primer lugar, deben evitarse los traumatismos (golpes) innecesarios. Si aun así se produce una hemorragia, por norma general basta con aplicar presión sobre el área afectada. En el caso de las mujeres, durante la menstruación es probable que deban llevar compresas extra e, incluso, una muda de ropa encima por si se producen situaciones embarazosas. A veces, se recetan píldoras anticonceptivas para controlar las pérdidas excesivas.
Si estas medidas no bastan para controlar los problemas de
coagulación, pueden ser necesario tratamientos adicionales, como
fármacos para aumentar los niveles del factor de von Willebrand, que
reducirán la tendencia al sangrado. También se utilizan otros
medicamentos para disminuir el sangrado en pacientes con la enfermedad
de von Willebrand que tengan que someterse a alguna intervención
quirúrgica u otro procedimiento invasivo.
FALTA DE COAGULACIÓN
La enfermedad de von Willebrand es un conjunto de trastornos hemorrágicos hereditarios causados por una anomalía, ya sea en la cantidad como en la estructura del llamado factor de von Willebrand. Ello se traduce en una alteración en la función de las plaquetas, en concreto, a su adhesión a las partes dañadas de los vasos sanguíneos, necesaria para la hemostasia (mecanismo básico para detener las hemorragias). Por lo tanto, los pacientes tienen una tendencia excesiva al sangrado.
En las formas leves, las primeras manifestaciones se dan tras circunstancias como intervenciones quirúrgicas o extracciones dentales. En las formas más graves se manifiesta como sangrado espontáneo que puede ser nasal, en encías, piel (con aparición de hematomas o manchas hemorrágicas), en heridas, o sangrado menstrual anormal.
La afectación es la de mayor prevalencia dentro de los diversos trastornos hemorrágicos congénitos. Se presenta en al menos uno de cada 1.000 individuos, y se da en igual proporción tanto en varones como en mujeres (a diferencia de la hemofilia, eminentemente masculina). No sólo una anomalía congénita en el factor de von Willebrand determina la presencia de la enfermedad. El grupo sanguíneo ABO, las hormonas (sobre todo en el embarazo), el ejercicio y el estrés determinan la producción de esta proteína en el organismo.
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