El psicólogo escuchó asombrado la explicación del niño que tímidamente
le relataba cómo debía pagar peaje a un compañero de escuela que no
dejaba de molestarlo. Tal "peaje" se cobraba en dinero contante y
sonante y era la garantía de que no lo empujarían, asustarían o de que
no le tomarían el pelo. Una garantía antihostigamiento que, sin
embargo, no eliminaba el miedo y el sufrimiento psicológico en el
pequeño. Guillermo Pérez Algorta, profesor de la Facultad de Psicología
de la Universidad Católica y psicoterapeuta del Centro Clínico del Sur,
pudo asombrarse en su momento al conocer tal mecanismo pero ahora lo
relata con naturalidad. El fenómeno se llama bullying. Aunque no hay una traducción
literal clínicamente también se utiliza la expresión "agresión entre
pares", que afecta a entre el 10 y el 15% de niños y jóvenes en
ambientes educativos.
El fenómeno de bullying implica un comportamiento que conlleva un ataque o un daño causado intencionalmente, que puede ser tanto físico como psicológico, pero que sobre todo se repite en el tiempo y va dirigido del niño más fuerte al más débil. Insultos, bromas pesadas y hasta crueles, empujones y amenazas son las armas que el hostigador -un niño muchas veces "común y corriente", pero con tendencias violentas- utiliza para amedrentar a un compañero generalmente más tímido y débil. Los enfrentamientos se producen en escuelas y liceos, generalmente en lugares con escasa supervisión adulta, tales como patios, corredores y vestuarios. "La peculiaridad de este tipo de comportamiento agresivo-violento es que no ocurre una sola vez, sino que se repite en sucesivas ocasiones", explicó Pérez Algorta, quien desde hace cinco años y por interés personal comenzó a especializarse en el tema.
Las formas que adquiere este tipo de violencia se imprimen en la psiquis tanto de hostigadores como de víctimas. Para los primeros este tipo de comportamiento puede significar el inicio de un modelo violento que termine con problemas serios en la vida adulta. Para los segundos, el miedo constante de ser atacado se traduce en diferentes problemas: ansiedad, depresión, deserción escolar y hasta intentos de suicidio.
MÁS QUE PELEAS. La dinámica bullying comenzó a ser estudiada como fenómeno concreto en la década de los 80, cuando el noruego Olweus investigó el tema. El suicidio de tres adolescentes en ese país abrió los ojos de las autoridades que entonces comenzaron a atender el problema con programas especiales.
Más recientemente, tragedias como la que en 1999 se desató en la secundaria Columbine, en Estados Unidos, asombraron al mundo. La investigación reveló que los dos adolescentes que mataron con ametralladoras y escopetas a 12 de sus compañeros y un profesor -y luego se suicidaron- habían sido víctimas de hostigadores, además de padecer graves problemas psiquiátricos.
El fenómeno puede ser tan antiguo como el hombre, pero su conceptualización difiere con las épocas. "Antes no se veía como un problema. La lógica era que es un proceso necesario que ayuda al niño a endurecerse y que luego le servirá para enfrentarse con la vida adulta. En definitiva se solapaba el problema y se ignoraban las consecuencias", consideró Pérez Algorta. En Uruguay el bullying recién comienza a identificarse a nivel educativo, aunque desde hace tiempo es un problema frecuente a nivel clínico. Centros educativos, docentes y padres siguen siendo, muchas veces, ignorantes de las consecuencias negativas que pueden derivarse de estos abusos infantiles. Salvo excepciones, no existen estrategias de prevención, dijo Pérez Algorta.
Las escasas investigaciones que se realizaron en el país al respecto, confirman sin embargo que la dinámica se repite en corredores y patios de escuelas y liceos nacionales en proporción similar a la de otros países. A nivel internacional se estima que entre un 5 y un 15% de los niños que asisten a Primaria y entre un 3 y un 10% de los que van a Secundaria son víctimas de hostigamiento al menos semanalmente.
Una investigación realizada por profesionales de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, publicada en mayo en la Revista Médica del Uruguay, analizó la dinámica de agresión entre pares en un liceo público de una zona semi rural de Montevideo. Allí se estudiaron a 607 adolescentes de entre 11 y 17 años en base una escala internacional, intentando profundizar en las actitudes de los jóvenes y sus entornos sociales con respecto a la agresión, así como en sus conductas de burla, intimidación y pelea.
Entre las muchas conclusiones a las que llega el trabajo algunas son destacables: los varones presentan una conducta más facilitadora de la violencia que las mujeres, así como un menor control de impulsos y más comportamientos agresivos físicos y verbales. En particular un 32% de los varones evidenciaron más frecuentemente que las chicas (19%) una actitud facilitadora de conductas violentas. Esto sucede por varias razones, analizan los investigadores: porque piensan que si se apartan de una pelea se descalifican ante sus pares, o porque creen que está bien golpear a alguien que golpeó primero e incluso porque consideran que para detener a un hostigador hay que violentarlo primero.
Más del doble de los varones recurre a la pelea como modalidad de resolución de conflictos o cuando están enojados (43% frente al 17% entre las mujeres). Ellos son también quienes apelan más a la burla (45% frente al 23% de las chicas).
El bullying además de acoso físico incluye toda la gama de sarcasmos y problemas de relacionamiento frecuentes entre niños y adolescentes, una de cuyas expresiones más comunes es el "vacío" que se le hace a un compañero poco aceptado y condenado al ostracismo. Los mecanismos de popularidad, muy activos desde los 10 años, también pueden derivar en problemas de agresión entre pares.
TODOS VÍCTIMAS. La dinámica del bullying define un estado de situación en el que aparece con claridad un hostigador y una víctima pero también otros participantes que contribuyen, para bien o para mal, con este tipo de agresión. En el amplio círculo que se genera en torno a este fenómeno pueden haber secuaces (participa pero no comienza el hostigamiento), además de "sostenedores" y "espectadores". Del otro lado del enfrentamiento puede aparecer un defensor de la víctima o un posible defensor, que piensa que debería ayudar a la víctima pero no lo hace.
Un estudio realizado por Pérez Algorta en 2004 (Dinámica Bullying y Psicopatología en Adolescentes), publicado en la Revista de la Sociedad de Psiquiatría Biológica del Uruguay, apuntó a identificar alteraciones psicológicas en un grupo de 630 adolescentes, entre los cuales 67 se identificaron como parte (jugando algún rol) de la dinámica bullying. Partiendo de la base comprobada por otros autores de que tal fenómeno se asocia con problemas emocionales y de conducta, Pérez Algorta concluyó en que desórdenes tales como ansiedad, depresión y síntomas psicosomáticos -dolores de cabeza, entre otros- se presentan tanto en hostigadores como en víctimas.
La investigación también revela que los hostigadores tienden a presentar más comportamientos delictivos, tales como robos, destrucción de pertenencias ajenas, entre otros, así como conductas violentas (peleas, discusiones) y problemas de rendimiento académico. Las víctimas, por su parte, padecen más problemas físicos como pueden ser dolores de cabeza, náuseas, aunque también sufren de ansiedad, nerviosismo y miedos.
Una tercera dimensión del problema, los llamados hostigadores-víctimas (que pueden encarnar los dos roles dependiendo de la situación), es la más complicada, porque esos niños son quienes presentan mayores índices de psicopatología.
Las consecuencias pueden llegar hasta las más graves; un estudio realizado en 2002 Noruega, entre 2.088 niños de octavo grado, concluyó en que tanto hostigadores como víctimas presentaban puntuaciones más altas relacionados con síntomas depresivos y pensamientos suicidas.
"Cada rol encarna un peligro futuro. Los hostigadores desarrollan estrategias de resolución de problemas a través de la violencia, un comportamiento que tiende a arraigarse", explicó Pérez Algorta, para utilizarse nuevamente en el futuro. Las víctimas viven con miedo, que las lleva a no querer ir a la escuela, por ejemplo.
"La aparición de este tipo de conductas puede producirse en todo tipo de ámbito socioeconómico. Los hostigadores suelen provenir de familias con estilos de crianza coercitivos, en los que la violencia se incorpora como una modalidad de poner límites. Tal violencia no necesariamente debe ser física", explicó Pérez Algorta. Estos contextos familiares pueden generar niños poco empáticos, que no son capaces de ponerse en el lugar de la víctima ni de entender sus sentimientos.
Además, los hostigadores cuentan con ciertas "ventajas": suelen ser populares entre sus pares y son más "creíbles" ante el adulto, a la hora de defender su posición. "Además, el modelo del más fuerte es el que está más legitimado", opinó Pérez Algorta. Sin embargo, y con el tiempo, el hostigador termina siendo rechazado por quienes antes lo "admiraban", algo que lo lleva a juntarse con otros con comportamientos también violentos.
Las víctimas, en tanto, provienen de hogares con padres sobreprotectores, que no favorecen el desarrollo de mecanismos sociales para resolver conflictos. El perfil "típico" de víctima (tímido, debilucho y torpe entre otras características) es sin embargo sólo una de las dos clases de hostigados; la otra posible víctima es el niño que molesta en clase, a veces hiperactivo y que no logra regularse, por lo cual el grupo tiende a marginarlo.
SIN PREVENCIÓN. En los centros educativos uruguayos aumenta la cantidad de episodios con algún grado de violencia entre alumnos, lo que ha generado creciente preocupación pública. Sin embargo, y a diferencia de países de la Unión Europea y, más tarde, Estados Unidos, no existen planes de prevención de estas conductas ni a nivel público o privado, concluye el estudio realizado en la Universidad de la República (Udelar).
Las consecuencias, concuerdan los expertos, son siempre negativas. Además de las físicas y psicológicas (que pueden llegar a ser psiquiátricas), los investigadores de la Udelar subrayan que este tipo de violencia , "mal conocida e inaudible para el personal escolar y que cuenta con cierto grado de permisividad e indiferencia", es una causa importante de deserción. "La agresión entre pares puede consolidarse en las instituciones y, por lo tanto, debe prevenirse", concluye la investigación.
"Las autoridades están sobre todo interesadas en actos violentos que ya tienen un perfil delictivo marcado. Pero lo que no se considera es que dinámicas como la del bullying pueden ser el comienzo de una violencia luego grave. Detectarlas en el comienzo de la escala puede ser una buena forma de prevención de conductas más severas", apunta Pérez Algorta.
El psicólogo considera que las instituciones educativas deben comenzar explicitando reglas de juego claras. "Ya existen, pero no siempre están claras como para que los niños las sepan aplicar en todos lados. Tal vez un niño no tiene tan claro las consecuencias de mortificar a otro".
Las instituciones también deben definir y publicitar cuáles son los mecanismos para denunciar y enfrentar estos comportamientos. "Hace poco un niño hostigado informó junto a sus padres a la dirección del colegio. Se lo enfrentó a los seis hostigadores, una intervención muy negativa. Es necesario que el niño hostigado sepa a quién recurrir y que hay un protocolo que lo respalda", consideró el experto.
Padres atentos
Ante niños hostigados, es aconsejable que los padres tomen algunas medidas.
y Reafirme su cariño y hágale saber que está 100% de su lado
y Explíquele que ser hostigado no es su culpa
y Dígale que reaccionar frente al hostigamiento con llantos o de forma muy alterada no hace más que animar al hostigador.
y Practique con el niño técnicas asertivas tales como decir "no" firmemente y alejarse del hostigador.
y Ensaye con el niño respuestas simples a las bromas del hostigador.
y Enséñele a minimizar las oportunidades en las que se puede dar el hostigamiento. y Explíquele que si el hostigador le obliga a dar dinero o un objeto de valor es conveniente que lo haga. Primero, la seguridad
y Elógielo cada vez que logre algo.
y Déle responsabilidades; lo ayuda a sentirse valioso e importante.
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