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UDELAR y Casinos crearán el primer centro específico para el tratamiento de adictos al juego PDF Imprimir E-Mail
Presidencia ROU   
viernes, 10 de julio de 2009

La ludopatía es una adicción que puede llevar al suicidio. Se estima que la padecen o la han padecido aproximadamente 10.000 uruguayos. En poco tiempo más, nuestro país contará con un centro gratuito que funcionará en el Hospital de Clínicas y también atenderá a la familia del jugador. Contará con el apoyo financiero de la Dirección de Casinos y así, nuestro país se equiparará a otros que ya han abordado el problema.


Está en proceso de aprobación el convenio entre la Facultad de Medicina y la Dirección General de Casinos por el cual se instalará -en los próximos meses- en el Hospital de Clínicas, el primer centro específico para el tratamiento de las enfermedades producidas por los juegos de azar. Hasta el presente, y salvo la atención en consultorios privados, nuestro país carecía, en referencia a la atención de estas adicciones, de un centro de estas características como los hay en Argentina, México, Estados Unidos y España.

Con una experiencia de 20 años en la temática, el profesor adjunto de la Cátedra Psiquiátrica de la Facultad de Medicina, Oscar Coll, fue el artífice del proyecto que ya cuenta con la aprobación de las autoridades de la mencionada dependencia del Ministerio de Economías y Finanzas (MEC) y de la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina.

Coll justificó la elección de ese centro hospitalario público debido a que “es de alcance nacional y atiende una franja muy grande en cuanto a grupos sociales”. Además, el Clínicas es un hospital universitario, autónomo, donde están representadas varias líneas de Psicoterapia. “Más allá de su estado se respira en él, un ambiente científico y de ayuda, lo que es beneficioso para el paciente”.

Coll indicó que el primer año va a ser de experiencia. “Si bien hay modelos europeos y en la región, consideramos que si extrapolamos fielmente modelos que se aplican en el exterior, cuando nuestra sociedad no está madura para aceptar eso, estaríamos condenados al fracaso”.

El referido centro funcionará en forma gratuita, en un espacio del primer piso  del nosocomio, que será remodelado para que también pueda recibir a las familias de los pacientes. Allí, los técnicos realizarán una primera selección de los mismos. Se estudian a las personas que en muchos de los casos son de clase media, se arruinan y pasan a integrar la clase baja. “Por más que mantenga algún vestigio de su grupo de pertenencia, ese paciente está enfermo y no lo podemos dejar, porque las sociedades médicas no le brindan atención, salvo la medicación”, señaló. No se incluyen como parte del universo de atención a “aquéllas personas adineradas que pueden atenderse en clínicas privadas”, precisó Coll.

En el Centro van a trabajar dos psiquiatras jóvenes, dos psiquiatras con experiencia, psicólogos y asistentes sociales. Se prevé conformar, de modo complementario, un grupo de autoayuda, pero que en lugar que sea liderado por un ex jugador, sea un técnico. “Si vemos que el paciente es recuperable se lo pasa a un grupo terapéutico, que procurará rehabilitarlo de un mal momento de su vida y evitará que quede estigmatizado. Va a haber espacio para la familia del jugador que está angustiada, y también necesita mucha ayuda”.

El Convenio, establece que Casinos no sólo aporte la financiación de seis cargos docentes durante el primer año sino también una línea 0800, para responder a aquéllos pacientes que estén en un momento de crisis. Además se compromete a capacitar al personal que interacciona con los asistentes para que estén atentos a que cuando alguno se descontrole, lo sepa tranquilizar. Incluso, Casinos deberá poner un aviso en todas las salas de juego que instará a los asistentes a jugar con precaución, porque puede transformarse en perjudicial para la salud.

“Este es un proyecto que está diseñado para el paciente y su familia, y que promueve el juego responsable”, puntualizó Coll.

Consultado sobre los porcentajes de recuperación que se procuran alcanzar, el citado profesional dijo que en países donde se promueve el juego responsable como Argentina, México, Estados Unidos y España se alcanza la nada despreciable cifra de 50 a 60% de recuperación.

Coll se proyectó e imaginó que quizás, si la experiencia local resulta satisfactoria y se afianza con el correr del tiempo, puede llegar el día en que los académicos incidan en juzgar si una pauta publicitaria es o no es responsable. 

Patología psicológica

“El ser humano es proclive al desafío y al juego. Uno juega de acuerdo a sus posibilidades. El juego está pensado para todos. Y eso va más allá de estratos sociales. El juego no se puede prohibir porque de lo contrario se vuelve clandestino y se haría más difícil de controlar. Es un tema complejo.”, reflexionó  Coll, en un intento de establecer las coordenadas del problema.

El docente ha trabajado sobre esta enfermedad, que aún no identifica como pandemia, desde hace 20 años. En nuestro país no existen estadísticas exactas sobre el número de ludópatas pero Coll estimó que “de 100 personas que concurren a una sala de juego entre 2 y 3 son proclives a desarrollar un juego excesivo y patológico”. De esto se desprende que habría aproximadamente entre un 1% y un 3% de uruguayos adultos afectados por el juego compulsivo (ludopatía), teniendo en cuenta sus diferentes etapas. Es decir, de aquellos que recién comienzan a los que se encuentran en una etapa terminal de la enfermedad. “Si nos basamos en extrapolaciones  de estudios estadísticos internacionales, se trataría de aproximadamente 10.000 personas”, estableció el entrevistado. En este número están incluidos los ludópatas que juegan en todas las modalidades de juegos, legales e ilegales.

La ludopatía es una patología que es “puramente psicológica”, afirmó Coll. “Hay causales psicológicas que tienen que ver más con el entorno familiar donde surgen fallas en la formación de la personalidad y quedan pequeñas grietas o fisuras que, cuando la persona es estimulada, cae en la adicción debido a esas fallas en el desarrollo. Esa propensión viene de algo interno del paciente pero el medio social lo está incitando”, reconoció el especialista.

“Cuando el paciente llega deprimido y es factible de cometer suicidio, se le suministra antidepresivos. Si no puede parar de jugar hay remedios que le reducen la impulsividad. Hay personas que tienen una gran variabilidad del humor y pasan de un estado de euforia excesiva a un estado depresivo; a estos pacientes hay que suministrarles estabilizadores del humor. De acuerdo a los síntomas se le da el medicamento adecuado, pero solo eso no es suficiente”, manifestó el informante. Estos estudios centrados en una causalidad biológica, hacen énfasis en el factor hereditario y de fallas genéticas que repercuten en el cerebro a través de los neurotransmisores, de ahí la importancia de administrarles psicofármacos para controlar su enfermedad.

En la década del ´80, cuando Coll comenzó a tratar en el ámbito público a los ludópatas, notó que sus pacientes respondían a un perfil de hombres, en su mayoría en el entorno de los 40 años. Éstos tenían una doble vida, pues se escapaban de sus compromisos habituales e iban a salas de casinos que se encontraban en zonas discretas, alejados del Centro. Jugaban y adquirían el vicio y la enfermedad. Las mujeres eran pocas.

Los pacientes recurrían al especialista cuando ya estaban endeudados. “Se trataba de una enfermedad que primero los llevaba a la ruina económica y luego a la ruina personal”, sintetizó.

 Coll relató que se dieron casos donde el monto de la deuda es tal que al jugador no le alcanzan los años de su vida para cubrirla. “Perdían sus matrimonios, llegaban hasta la autodegradación como personas, robaban para jugar, en casos graves y avanzados”, se  lamentó.

Por entonces había como una sabiduría popular donde en la familia estaba impregnada la idea de que quien reincidía en el juego se convertía en “timbero”. Según el profesional, “eso funcionaba como una fuerte barrera de contención a los posibles jugadores”.

A partir de la década del 90, Coll advirtió un cambio del perfil del jugador. Esa sabiduría popular se perdió, al punto que la mujer, quien tenía un rol protagónico en la contención familiar también comenzó a frecuentar las salas y hoy son mayoría. Las salas además se incrementaron y surgieron en lugares más accesibles. “Otro nuevo elemento es que cada vez el comienzo es a edades más tempranas”, señaló.

En paralelo, Coll notó que a nivel mundial se comenzó a multiplicar el capital en relación a los juegos de azar, como un factor negativo de la globalización. En este contexto “el rehén es el futuro paciente, que es proclive o está predispuesto a terminar enfermo de la ludopatía”. 

Grupos de autoayuda

A partir de 1992 se sumaron nuevos actores a escena. Se dio, -contó el entrevistado- que los pacientes “recuperables” (aquéllos que pueden controlar la impulsividad) y que no podían pagar tratamientos privados, y quienes no eran “rescatables”, confluyeron en los grupos de autoayuda. En éstos se hace hincapié en que no se debe jugar, porque “la primera ficha que uno juegue puede resultar imparable”.

Coll afirmó que en la actualidad ya son doce los grupos en todo el país en colegios, clubes e iglesias que congregan a 200 personas, “y esa cifra crece”, lo que no deja de ser “la punta del iceberg de una realidad que rompe los ojos”. “En aquéllos pacientes en que todos los tratamientos fracasaron, -añadió- el último bastión es ingresar a uno de estos grupos de autoayuda integrado por jugadores. Sus familias sostienen la situación hasta cierto punto, luego no la soportan más, en ocasiones también se ven arruinadas, junto al ludópata”.

Coll mencionó que si un paciente está siendo medicado, se encuentra en un tratamiento para tratar su adicción y además quiere participar en un grupo de autoayuda, no se opone a que lo haga. Aunque puso algunos reparos al funcionamiento de estos núcleos. El especialista adujo que los mismos son “medio inestables porque dependen del líder”. Éste, por lo general es un ex jugador y no tiene ninguna preparación científica. A veces, los líderes recaen y reinciden en el juego, lo que les hace perder credibilidad ante los demás integrantes. Coll también criticó que se da el caso de que a los jugadores recuperables se los estigmatiza  como a los pacientes crónicos. Aún así, “nosotros no nos oponemos a su existencia”, opinó.  

Ilusión-desilusión-repetición

En una publicación argentina de Psicoterapia, llamada Vertex, y según una clasificación psiquiátrica, el entrevistado identificó al juego compulsivo y patológico como Trastorno del Control de los Impulsos, junto a la Cleptomanía (robo compulsivo), la Piromanía (compulsión a provocar incendios) y la Tricotilomanía (arrancamiento compulsivo del cabello).

Este juego patológico se caracteriza por tres síntomas principales: primero, el fracaso de resistir un impulso, deseo o tentación dañino para el individuo, luego esa sensación de creciente tensión que lleva al acto y finalmente una experiencia de placer, gratificación, liberación luego de consumar el acto.

En la referida publicación, Coll ensayó una explicación de tipo psicopatológica: “vemos jugadores que están en una etapa de su vida muy difícil, muy dolorosa, muy penosa y que en un período recurren al juego excesivo y patológico como forma de compensarse, de equilibrarse de alguna manera”.

Estos casos se acompañan de sentimientos de culpa, de una conflictiva inconsciente, de remordimientos, que, en general, pueden ser transitorios. Está comprobado que habitualmente se asientan en una estructura neurótica y que con una terapéutica este grupo muchas veces mejora.

Hay otro grupo para el que, a diferencia del anterior, el jugar es un elemento más, un síntoma más de toda una constelación delirante, alucinatoria, en la que el individuo juega preso de su delirio. En estos casos, habitualmente, estamos en presencia de una estructura psicótica, manifestó.

“También –complementó Coll- está aquella persona en la que el juego forma parte de su personalidad, está integrada a ella y es un elemento que integra su vida. Ésta, transcurre del trabajo a la sala de juego y de su hogar a la sala de juego, en busca de la ilusión de hacer saltar la banca, de hacerse rico con un golpe de suerte, de transformar su cruel realidad, pero lo que va logrando es perder cada vez más dinero, endeudarse más, no pudiendo salir de esta situación viciosa. Para definirlos en una oración: “de una ilusión se obtiene una desilusión y por no aceptar una desilusión, queda condenado a una repetición”.

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