Los traumatismos causados por el tránsito son uno de los principales problemas de salud pública. Provocan más de 1,2 millones de muertes cada año y son la primera causa de mortalidad entre los jóvenes de 15 a 29 años. Este artículo del Boletín de la OMS hace hincapié en que a menos que se tomen medidas inmediatas, los accidentes automovilísticos se convertirán en la quinta causa de muerte para el año 2030.
Los traumatismos causados por el tránsito son uno
de los principales problemas de salud pública, pues provocan más de 1,2
millones de muertes cada año.1
Afectan a todos los grupos de edad, pero de forma más destacada a los
jóvenes: son la primera causa de mortalidad a nivel mundial en la
franja de 15 a 29 años. Aunque en muchos países de ingresos altos las
tasas de mortalidad por accidentes de tránsito se han estabilizado o
han disminuido en los últimos decenios, los datos disponibles llevan a
pensar que en la mayoría de las regiones del mundo están aumentando de
resultas del rápido incremento de la motorización y de la insuficiencia
de las actividades de prevención. Se ha estimado que, a menos que se
tomen medidas inmediatas, las muertes en carretera aumentarán hasta
convertirse en la quinta causa de muerte para 2030, con unos 2,4
millones de defunciones anuales.1,2
La
atención prestada por las instancias normativas y las instituciones
financiadoras a esta epidemia que asuela las vías de tránsito en todo
el mundo no guarda en absoluto proporción con la carga de morbilidad
asociada a los traumatismos causados por el tránsito. A fin de
facilitar los esfuerzos necesarios para reforzar las medidas de
sensibilización y dar más prioridad a la seguridad vial en las agendas
políticas y del desarrollo –así como para garantizar la financiación a
largo plazo que requiere una inversión sostenida en la seguridad vial-,
es preciso manejar cifras fiables sobre la magnitud del problema,
mejorar la vigilancia de las tendencias mundiales y regionales, e
identificar las lagunas existentes en las actividades necesarias a
nivel nacional, regional e internacional. Ello exige a su vez una
evaluación mundial de las medidas de seguridad vial basada en un método
estándar que permita vigilar las tendencias de varios indicadores de la
seguridad vial a lo largo del tiempo, y que permita además a los países
comparar su situación con la seguridad vial de otros países. Tales
evaluaciones son corrientes en otras esferas de la salud: en el caso
del alcohol, el control del tabaco y la tuberculosis, se dispone de
instrumentos e indicadores que permiten evaluar la situación mundial en
cada uno de esos ámbitos de forma periódica, y utilizar esos datos con
fines de promoción. Este año se ha realizado por primera vez una
encuesta de ese tipo en 178 países: los resultados presentados en el Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial
ofrecen la primera panorámica mundial de la seguridad vial, y
proporcionan a los gobiernos, los donantes, los médicos y los
investigadores la información que necesitan para tomar decisiones
basadas en la evidencia en materia de seguridad vial.3
El
informe presenta varios resultados clave que tienen importantes
implicaciones a nivel normativo. Confirma los resultados de
investigaciones anteriores que muestran que las tasas de letalidad
asociadas al tránsito son mucho mayores en los países de ingresos bajos
y medios (21,5 y 19,5 por 100 000, respectivamente) que en los países
de ingresos altos (10,3 por 100 000). Se destaca en él que aunque los
países en desarrollo concentran más del 90% de las defunciones por
accidentes de tránsito, sin embargo albergan menos de la mitad de los
vehículos registrados en todo el mundo. Esto remite a otro dato, a
saber, que casi la mitad de las personas fallecidas en accidentes de
tránsito son peatones, ciclistas o motociclistas, y esa proporción de
muertes de usuarios vulnerables es mayor en las economías más pobres
del mundo, muchas de las cuales no han aplicado todavía medidas de
prevención en materia de seguridad vial o carecen de suficientes
servicios médicos de urgencia para afrontar las consecuencias del
aumento de accidentes. La interrupción o inversión de la tendencia de
la mortalidad mundial por accidentes de tránsito exige por consiguiente
una perspectiva amplia que abarque la protección de todos los usuarios
de las carreteras, pero que garantice también en particular que en las
decisiones concernientes al aprovechamiento de la tierra y la
planificación del transporte se tengan en cuenta las necesidades de los
usuarios más vulnerables. Por ejemplo, las nuevas infraestructuras
pueden separar a los usuarios motorizados y no motorizados que
actualmente comparten espacio vial; la inversión en transportes
públicos puede reducir el riesgo entre los usuarios vulnerables; y es
posible adoptar estrategias que fomenten los desplazamientos a pie y en
bicicleta, alternativas que son ya las principales modalidades de
transporte en algunos países de ingresos bajos y medios. La reducción
de la dependencia de formas individuales de transporte motorizado
también puede tener muchos efectos beneficiosos para la salud y el
ambiente, en particular la reducción de la contaminación del aire y los
efectos saludables de la mayor actividad física.
El
informe muestra algunas tendencias sorprendentes de la mortalidad en
varios países de ingresos medios que han pasado por una fase de rápida
urbanización y motorización. Esto lleva a pensar que muchos países de
ingresos bajos y medios que aún tienen que realizar esa transición
podrían ver aumentar aún más su mortalidad por accidentes de tránsito a
menos que emprendan de inmediato iniciativas tendentes a implementar y
sostener varias medidas de seguridad vial.
El
informe ofrece algunos datos nuevos de interés sobre las intervenciones
ya emprendidas a nivel de país. Por ejemplo, solo un 15% de los países
han promulgado leyes que contemplen prácticas óptimas basadas en una
evidencia sólida sobre su eficacia, pese a los muchos datos que avalan
la eficacia de la aplicación y la vigilancia del cumplimiento de leyes
relacionadas con factores de riesgo clave como son una velocidad
excesiva, la conducción bajo los efectos del alcohol y el uso de
cinturones de seguridad, sistemas de retención para niños y cascos para
motociclistas. El cumplimiento de la legislación es fundamental para el
éxito de esas medidas, y los datos presentados en el informe parecen
indicar que la vigilancia de ese cumplimiento es insuficiente en
numerosos países.
Por último, el
informe apunta la existencia de enormes diferencias en la calidad y
cobertura de los datos que reúnen y notifican muchos países respecto a
los traumatismos causados por el tránsito, así como la subnotificación
de la mortalidad asociada a este problema generalizado, unida a la
falta de datos para el seguimiento y evaluación de las intervenciones.
El Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial
proporciona el primer punto de referencia respecto al cual medir los
resultados de futuros esfuerzos. Los resultados del informe pueden
usarse para fundamentar las decisiones de política en materia de
seguridad vial y para conseguir apoyo político y recursos a fin de
fomentar la seguridad del transporte para todos los usuarios de las
vías públicas. ■ Referencias
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