Hace 25 años, el
director del Instituto de Inmunología de Colombia sorprendió al mundo
con la primera vacuna contra la malaria. Donada a la Organización
Mundial de la Salud, aquel intento resultó poco eficaz. Pero hoy, la
investigación avanza viento en popa y promete erradicar la enfermedad
en pocos años. El doctor Patarroyo ha visitado el festival Vivamérica,
de la Casa de América, para hablar de los últimos avances biomédicos
que cambiarán para siempre el mapa de las enfermedades infecciosas.
-¿Cómo va esa vacuna, doctor?
-Avanza a pasos agigantados: ya hemos identificado todo el código
genético del parásito de la malaria más común, el plasmodium
falciparum. No tardaremos mucho en culminar un proyecto con el que
sueño desde hace medio siglo.
-Eso nos sitúa en su infancia.
-A los nueve años me regalaron un cómic sobre la vida de Louis Pasteur,
inventor de la vacuna. Mis padres eran gente de provincias, no muy
ilustrados, pero sí muy sabios. «Hijos», nos decían, «lo más importante
es el servicio a sus semejantes, pero lo más maravilloso es el
conocimiento». Con esas ideas en la cabeza y la vida de Pasteur entre
las manos no podría haberme dedicado a otra cosa.
-¿Qué falló en su primera vacuna contra la malaria?
-En los años ochenta, el conocimiento de las características del
parásito era muy limitado. Aquella vacuna sólo protegía al 30 o 40 por
ciento de la gente. De todas formas, fue la primera obtenida por
procedimientos químicos. Gracias a ese primer paso, estamos a punto de
lograr una fórmula química universal para desarrollar vacunas.
-¿Universal?
-La mayoría de vacunas protegen de virus, que son organismos muy
simples. Tenemos unas pocas para protegernos de microbios y sólo una
para protegernos de un parásito: la malaria. El plasmodium es mucho más
complejo que un virus o un microbio, pero utiliza mecanismos similares
para agarrarse a las células que quiere infectar, unas estructuras de
enganche parecidas a manos humanas.
-¡Vaya con el bicho!
-Además, cuando no ataca es capaz de esconder esas dichosas manitas, y así el sistema inmunitario no reconoce la amenaza.
-¿Cómo lo hace?
-¿Ve a ese señor de bigote? Es el ministro de Economía de mi país.
¿Cómo haría para lograr que sacara sus manos de los bolsillos? Nosotros
estamos desarrollando un método llamado inversión de polaridad que deja
al patógeno con los bolsillos vueltos del revés.
-Con usted la ciencia está chupada.
-Cuando perfeccionemos el método lo aplicaremos a los patógenos de otras enfermedades, como la tuberculosis.
-Aseguran que la próxima década traerá una revolución biomédica.
-Es cierto. Lograremos asestar el jaque mate a muchas de las principales enfermedades.
-¿Me da una fecha para la vacuna definitiva contra la malaria?
-Prefiero curarme en salud, pero, si no hay imprevistos, la venceremos posiblemente en 2012.
-¿Qué hará el día después de descubrir su ansiada vacuna?
-¡Descansar! Pero antes la donaré a la humanidad: crearé un consorcio para asegurar su producción al coste más bajo posible.
-¿Y ya podré pasearme por la selva en manga corta?
No es sencillo vacunar a millones de personas. Pero es muy posible que en mi vejez vea erradicada la malaria en el mundo.
-¿Y si fracasa?
-No hay problema. Mi hijo también se dedica a investigar la malaria. Mi saga acabará lo que he empezado.
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