Algunos médicos opinan que no se muere por el acto sexual en sí, sino porque hay otros problemas de salud
Los besos y las caricias que erizaban la piel habían pasado hace ya
unos minutos. Llegaron a los movimientos donde sus caderas habían
encontrado un ritmo compartido y frenético, en el que la respiración de
Julio y Sandra era rápida y entrecortada. Como un simple reflejo de
instinto de salvación Julio se detuvo y llevó las manos al pecho, a lo
que siguió asfixia y una inmovilidad total.
Cualquiera afirmaría que Julio, de 45 años, murió de placer, pero
no, según los especialistas, nadie puede morir por esta causa. El
médico identificó de inmediato en él una muerte súbita cardíaca durante
el coito, ocasionada por hipertensión, enfermedad que Julio nunca
sospechó padecer, porque no había sufrido algún dolor que le
advirtiera.
De acuerdo con datos del sector público de salud en México, 17
millones de personas tienen hipertensión arterial, y sólo el 20% lo
sabe. Los pacientes afectados son menores de 54 años y el cálculo
indica que cada cinco minutos muere una persona por este padecimiento.
“He tenido pacientes que han sobrevivido a un infarto durante una
relación sexual y en general todos hablan de ese sentimiento de muerte,
pero también de no haber asistido a una revisión general”, dice en
entrevista el cardiólogo Martín Rosas Peralta.
El especialista, quien es responsable de la Unidad de Estudios
Avanzados en Hipertensión y Factores de Riesgo Cardiovascular del
Instituto Nacional de Cardiología, asegura que una persona, al morir en
estas condiciones, necesariamente debe de tener alguna enfermedad
asintomática como la hipertensión, la diabetes, los altos niveles de
colesterol o ácido úrico.
Lo poco que dicen las estadísticas
No existen en México estadísticas tan precisas que revelen el número
de defunciones durante el coito, pero el esfuerzo que se realiza
durante esta actividad, aunado a los factores de riesgo , puede
desembocar en una muerte súbita.
La literatura médica comentada, indica que “el riesgo relativo de un
síndrome coronario agudo durante una relación sexual no es muy
elevado”.
“Tras 20 años de seguimiento a 914 varones cardiópatas, el número de
muertes por enfermedad coronaria fue mayor en los individuos con una
frecuencia de relaciones sexuales baja o intermedia, en comparación con
los que tenían una frecuencia elevada”, dice un artículo de Siete Días
Médicos.
Martín Rosas Peralta asegura que el ejercicio durante el acto sexual
ayuda a mantener un buen estado de salud, sin embargo, advierte que
ello debe ir acompañado de una revisión médica anual.
Pero una vez que la persona padeció un infarto, ya sea en una
relación sexual o alguna otra actividad que implicó un esfuerzo y
sobrevivió para contarlo, el miedo se instala en su vida y le huye a
los episodios de placer intenso.
Los cardiólogos dicen que en general 40 días después de haber
sufrido un infarto y de haber sobrevivido para contarlo se puede volver
a tener relaciones sexuales. “La limitación más importante es la
psicológica. Aunque el médico le indique que tiene la posibilidad de
hacerlo el paciente se rehúsa por el miedo a morir”, dice el
especialista.
Los riesgos de un “maratón sexual”
Las recomendaciones indican que para reiniciar la vida sexual las
personas deben ejercitarse previamente con caminatas o natación; no
considerar que es un maratón, que sea con la pareja estable, porque
cuanto menos es la exigencia, mayor es la capacidad para dar y recibir
placer. Debe haber un ambiente tranquilo, con temperatura agradable y
condiciones mínimas de privacidad.
Asimismo, se debe evitar el consumo excesivo de comida y bebida en
horas previas a la actividad sexual; debe esperarse de dos a tres horas
después de la ingestión para iniciarla. Una vez en el coito se debe
disminuir el trabajo del paciente; inicialmente no debe ocupar la
posición superior (arriba), pues ésta aumenta mucho el esfuerzo a
realizar.
“Los pacientes que durante la actividad sexual aumentan las
frecuencias cardiaca y respiratoria, lo cual no debe ser motivo de
alarma. Sólo si existen dolor torácico, disnea muy importante,
sensación de ahogo o palpitaciones acompañadas de malestar, el paciente
debe abandonar lentamente la actividad sexual en ese momento” señalan
los artículos médicos.
Jueglos placenteros y peligrosos
Pero los maratones de sexo no sólo dañan a las personas con una
afectación cardíaca, pues en febrero de este año se hizo pública la
noticia de que un hombre ruso de 28 años había muerto tras participar
durante 12 horas en un maratón de sexo. Sergei Tuganov ganó la
apuesta... obtendría más de 12 millones de pesos, pero justo cuando
celebraba su corazón falló y murió de manera inmediata de un ataque
cardíaco fulminante.
La neuropsicóloga Guillermina González deja abierta la posibilidad
de considerar que la muerte durante las relaciones sexuales pueda ser
por placer.
“Se podría decir que es posible morir de placer sexual, porque a
veces es tan exagerado, tan compulsivo que se convierte una perversión.
En ese momento se desprende una adrenalina especial y se puede llegar a
un colapso con endorfinas que no puedan ser procesadas normalmente por
el organismo, ya que se encuentra en funciones físicas complicadas”,
dice la especialista.
Explica también que hacer el amor sin cesar durante una semana puede
provocar una descompensación y bajar las defensas inmunológicas, pues
el organismo no recupera la energía y está expuesto a un desequilibrio
de sustancias que mantienen al cuerpo dentro de una función normal,
tales como minerales, glucosa y agua.
Al mismo tiempo, esta entrega corporal donde existe una exagerada
excitación de los impulsos, no permite tampoco nivelar las emociones.
Los que si afirmarían abiertamente que se puede morir de placer son
algunos practicantes del juego de poder y sumisión conocido como BDSM
(Bondage -esclavitud, cautiverio-, Discipline- disciplina-, Dominance,
-dominación-, Submission –obediencia-, Sadism –sadismo-, Masochism –
masoquismo-).
Sus prácticas, que incluyen la asfixia erótica para provocar un
mayor placer durante el orgasmo, siempre están a muy poco de rebasar la
línea de la vida hacia la muerte, en ceremonias que empiezan bien pero
pueden terminar mal.
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