Detrás de los casos más problemáticos suele
esconderse una insuficiente motivación por la escuela
Basta con preguntarles a chicos y adolescentes qué es lo más negativo que tiene
la escuela para recibir una respuesta casi universal: los deberes. Pero ¿por qué
les cuesta tanto hacerlos sin la presión de padres y docentes?
"A veces, creen que no tienen la capacidad para hacer bien los deberes o que, si
los hacen, no obtienen demasiado beneficio a cambio del esfuerzo, mientras que
otras actividades resultarían más divertidas. Por lo tanto, si los deberes pasan
a ser un problema, los adultos deberían tratar de identificar los motivos, que
incluyen una insuficiente motivación escolar, una baja calidad del contenido de
los deberes y un escaso rendimiento general", respondió a LA NACION vía e-mail
el doctor Ulrich Trautwein, del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano,
en Berlín, Alemania.
Trautwein realizó dos estudios sobre la dedicación
de chicos y adolescentes a ejercicios de matemática e inglés en el hogar. Entre
3283 estudiantes de 11 escuelas de nivel medio, el experto alemán demostró que
la idea que un alumno tiene sobre cuán bien puede resolver los deberes, cuál es
el valor de su esfuerzo y cuánto le interesa la materia permite predecir su
comportamiento.
"Para los padres, la motivación y la conducta frente a
los deberes son dos indicadores excelentes de la motivación escolar -agregó
Trautwein-. Si, por ejemplo, un chico al que le va bien en la escuela no hace
los deberes es probable que no les encuentre sentido. Y si el rendimiento
escolar es estable no habría motivo para intervenir."
Sin embargo, es
frecuente que comiencen a aparecer los problemas y los chicos se retrasen en el
aprendizaje. En este caso, la intervención de los padres y los maestros es
decisiva.
"Los adultos deben saber que no deben discutir con los chicos:
ellos tienen que hacer los deberes porque no saben y es el camino para
aprender", sostuvo la licenciada María Mara Monetti, especialista del Centro de
Estudios de la Psicopatología de la Edad Evolutiva del Hospital Niguarda, en
Milán, Italia.
Cuando un chico siente admiración por quien le enseña, no
necesita que le pidan que estudie: "Si tiene un buen maestro es más fácil que
cumpla con sus obligaciones escolares. Por naturaleza, los chicos sienten gran
curiosidad frente a la realidad y cuando no tienen ganas de estudiar, de
conocer, es que algo modificó esa tendencia natural", dijo Monetti, de visita en
la Argentina.
Ese "algo" suele estar en el comportamiento de los
adultos. "En general, es importante que los padres sean buenos modelos -dijo
Trautwein-. Si les interesa la educación, los museos, los teatros, los diarios,
etcétera, aumenta la probabilidad de que sus hijos compartan esos intereses."
Capacidades dormidas
En definitiva, según Monetti, son
los adultos los que pueden despertar en los chicos las capacidades que están
dormidas. "Es la posibilidad de alentarlos a pensar que pueden hacer lo que se
propongan, mejorar, aprender un idioma, resolver ejercicios... En cambio, si los
padres insisten en que ellos o sus hijos no pueden resolver una dificultad, como
puede ser un ejercicio de matemática, están creando en sus hijos una
discapacidad porque ellos tenderán a no realizar ningún esfuerzo para
superarse", comentó Monetti.
En los estudios publicados en la revista
Child Development, los investigadores alemanes identificaron la edad como un
factor clave en la atención y el esfuerzo que los estudiantes les dedican a los
deberes. En general, los alumnos de los grados inferiores mostraron mayor
esfuerzo y motivación que los de los niveles superiores.
"No atribuiría
ese efecto a los cambios hormonales del paso a la adolescencia, sino a la
aparición de nuevos intereses, que suelen afectar la motivación para hacer los
deberes", dijo Trautwein. Entre las mujeres, el esfuerzo de hacer los deberes
demostró ser menos susceptible a los cambios de la adolescencia.
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