Después de más de un año y medio tras el primer trasplante de casi toda la cara y la mandíbula superior, el tejido donado parece haberse integrado con éxito, según un artículo de investigadores de la Clínica Cleveland, en la ciudad homónima del estado de Ohio, que se publica esta semana en la revista 'Archives of Facial Plastic Surgery'. La paciente que se sometió al trasplante no ha experimentado rechazo y ha recuperado algunas habilidades que incluyen los sentidos del gusto y el olfato.
En la Clínica Cleveland se realizaron tres
trasplantes faciales previos a este procedimiento, realizado en
diciembre de 2008. A diferencia de estos, el procedimiento al que se
refieren los autores se realizó en una paciente que había pasado por 23
procedimientos de reconstrucción tras sufrir una herida por disparo de
bala en la cara. El gran daño derivado de las cicatrices tras las
operaciones y la desaparición de los vasos sanguíneos añadía
complejidad a la cirugía. Por ello, la paciente de 46 años pasó
por un completo estudio vascular antes del procedimiento. Los
especialistas realizaron una angiograma tomográfico del cuello de la
paciente para determinar qué arterias estaban intactas y cuáles dañadas
y no podrían utilizarse para administrar sangre al tejido donado. Estas
características vasculares y otras anatómicas de la paciente, como que
carecía de estructura nasal y mandíbula superior, guiaron a los médicos
a la hora de eliminar el tejido facial del donante. Inicialmente,
no estaba claro si todo el tejido donado, incluyendo la mandíbula
superior, podría recibir aporte sanguíneo sólo a través de las arterias
faciales, ya que este método no se había realizado antes. Sin embargo,
las intersecciones microscópicas de vasos sanguíneos en la mandíbula
dificultaron a los cirujanos su disección y conexión. Los autores
informan que debido a la hemorragia del tejido donado durante la
cirugía, confiaban en que el suministro sanguíneo procedente del
sistema arterial facial fuera más que suficiente. Los cirujanos
realizaron un procedimiento adicional para eliminar el exceso de tejido
glandular avanzado el año 2009, después de que la paciente recuperara
el funcionamiento de los nervios faciales. Según señalan los
autores del artículo, el éxito del procedimiento plantea la posibilidad
de futuros trasplantes con áreas de tejido de gran tamaño como en este
caso, incluso aplicándose a todo el sistema de los vasos sanguíneos
faciales en solitario. Los especialistas añaden que a diferencia
de otros trasplantes realizados hasta la fecha, esta paciente había
pasado por múltiples reconstrucciones anteriores fallidas y su sistema
vascular se encontraba gravemente dañado o ausente. Esto, continúan los
autores, plantea la importancia del papel potencial de los trasplantes
faciales como un procedimiento de restauración en casos en los que
otras operaciones no son viables o darían peor resultado.
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