El inicio de la campaña de vacunación frente al virus A/H1N1 ha desatado el debate sobre la negativa de los médicos y otros profesionales sanitarios a seguir las recomendaciones del Ministerio de Sanidad.
Desconcertados, los pacientes se preguntan si les conviene aceptar
algo que rechazan quienes les atienden. Sin embargo, las reticencias de
la mayoría de quienes trabajan en los hospitales y centros de salud
españoles tienen poco que ver con la seguridad y mucho con la tradicional resistencia de los galenos a protegerse frente a la gripe estacional.
Cinco doctores rebeldes y otros tantos individuos que van a
vacunarse han explicado a ELMUNDO.es las razones que han guiado su
decisión. El internista Javier Marco, del Hospital Clínico de Madrid, y
el cirujano Pedro Cavadas, responsable del primer trasplante de cara en
España, representan las dos caras de la moneda. El
primero ha dado el sí porque lo considera una responsabilidad. El
segundo ha dicho que no por su condición de "ácrata sanitario".
Si la pregunta de moda hace unos meses era "¿estás en un grupo de
riesgo?", ahora ha pasado a ser "¿te vas a vacunar?". Antes se contaban
por millones quienes querían pertenecer al colectivo de personas con
derecho a recibir el pinchazo frente al virus A/H1N1, pero en estos
momentos son muchos los pacientes que, a pesar de presentar
enfermedades que les hacen más proclives a sufrir complicaciones en
caso de contraer la gripe A, dudan sobre la conveniencia de ser
inmunizados. ¿Qué ha motivado este cambio de parecer?
Pasada la alarma inicial, la ciudadanía ha tomado conciencia de que
se trata de una enfermedad leve, con una mortalidad inferior, incluso,
a la de la gripe estacional. A esa constatación se une una percepción
de que la vacuna no es del todo segura y la creencia de que, si muchos
profesionales sanitarios no se la van a poner, por algo será. No
obstante, la mayoría de los médicos y enfermeras reticentes a
inmunizarse alegan que se trata de una decisión personal que no responde a las características del producto,
que ha pasado todos los controles sanitarios. En definitiva, señalan
que sí se vacunarían si tuviesen algún factor de riesgo (enfermedades
cardiovasculares o respiratorias crónicas, diabetes, obesidad
mórbida...).
Gripe estacional
Muchos expertos se han llevado las manos a la cabeza al comprobar el
escaso porcentaje de trabajadores de la sanidad que están dispuestos a
inocularse la vacuna. Sin embargo, la cifra de objetores de esta
temporada será muy similar a la de quienes declinan protegerse frente a
los virus gripales que nos visitan cada año: entre el 60% y el 70%.
Las encuestas más optimistas señalan que en torno a la mitad de los sanitarios se vacunará frente a la nueva gripe, pero otras reducen la cifra a apenas el 30% o, incluso, menos.
Sanidad adquirió un total de 37 millones del producto porque en un
principio se pensó que iban a ser necesarios dos pinchazos para cada
persona. Los ensayos clínicos han demostrado que sólo se precisa uno.
Por lo tanto, únicamente se emplearán 10 millones de unidades para
inmunizar a otras tantas personas que pertenecen a grupos de riesgo y
colectivos diana, entre los que se encuentran, entre otros, las fuerzas
y cuerpos de seguridad del Estado, los facultativos y el personal de
enfermería. Pero, puesto que la vacunación es voluntaria y no goza de
demasiados adeptos en ciertos sectores, Sanidad puede encontrarse con
unos excedentes de más de 25 millones de viales.
Los motivos por los que menos del 50% de los trabajadores de los
hospitales y centros de salud está dispuesto a seguir las
recomendaciones del departamento que dirige Trinidad Jiménez son
diversos. No consideran que tengan una probabilidad de transmitir la
enfermedad mayor que cualquier otra persona; juzgan que la decisión de
incluirlos en la cobertura vacunal responde a intereses más políticos que sanitarios;
consideran que el dinero que se ha empleado para este fin podría
dedicarse a otras patologías más graves; algunos opinan que el producto
no ha sido suficientemente probado en ensayos clínicos.
Es el caso de Juan Carlos Hidalgo, coordinador del Centro de Salud La Albuera de Segovia. "Esta gripe está siendo más leve que la estacional, de la que sí suelo vacunarme, pero en este caso hay una falta de ensayos clínicos y de información", añade.
Para el cirujano Pedro Cavadas, en cambio, no se trata de un
problema de seguridad. "Si la Organización Mundial de la Salud
recomienda que el personal sanitario se vacune me parece perfecto, pero
yo no voy a hacerlo porque soy un ácrata sanitario", remarca contundente.
Julio Bonis, médico de familia de un centro de salud madrileño
considera que los motivos de incluir a la profesión médica entre los
grupos de vacunación no tienen que ver con el riesgo para los
pacientes. "Nos piden que nos vacunemos para que no contraigamos la gripe y faltemos al trabajo",
asevera. Por su parte, el pediatra del Hospital Niño Jesús de Madrid,
Aser García, subraya que no tiene intención de vacunares ya que no
tiene ningún factor de riesgo. "Las personas que sí los presentan sí
deberían inmunizarse", recomienda.
Responsabilidad ética
La otra cara de la moneda la ofrecen los representantes sanitarios
que ven escandalosa la actitud de sus colegas rebeldes. Es el caso de
Máximo González Jurado, presidente del Consejo General de Enfermería,
quien recibió el pinchazo de la vacuna de la gripe A ante los medios de
comunicación para dar ejemplo a sus compañeros de profesión. "Este
panorama no es una novedad. Los profesionales sanitarios siempre nos hemos creído por encima del bien y del mal", afirma.
"Te acostumbras tanto a trabajar con riesgo que se te olvida que
existe", agrega. "Somos los que estamos recibiendo a las personas
enfermas y podemos ser transmisores de la infección a pacientes
mayores, con enfermedades crónicas o inmunodeprimidos", subraya el
enfermero. En su opinión, Sanidad podría haber optado por obligar
jurídicamente a los sanitarios a inmunizarse, tal y como ha hecho
Estados Unidos, para evitar que el sistema sanitario se resienta
si contraen la infección muchos trabajadores al mismo tiempo. En todo
caso, subraya que para él se trata de un deber "desde el punto de vista
ético".
Tanto González Jurado como el presidente de la Sociedad Española de
Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), Luis Aguilera, coinciden en
señalar que el hecho de que las tres vacunas que se han aprobado en
España cuenten con el visto bueno de las agencias nacional y europea
del medicamento es garantía suficiente de su seguridad. Aguilera también se va a vacunar por su condición de "profesional sanitario en contacto con enfermos".
La necesidad de cortar la diseminación de la pandemia es una de las
razones que aduce Javier Haya, del Servicio de Ginecología y
Obstetricia del Hospital Universitario Santa Cristina de Madrid, para
inyectarse el medicamento. Lo mismo opina Juliana Fariña, presidenta
del Colegio de Médicos de Madrid, quien aleja cualquier temor sobre las
sustancias que se han añadido al producto para que sea capaz de
provocar una mayor respuesta inmune (adyuvantes). "Tienen algo que no
gusta: que producen mayor dolor y reacción local", puntualiza.
El debate sobre los efectos adversos de dichos
componentes químicos, que en España no se incluirán en las vacunas que
van a recibir las embarazadas, sigue abierto. Así, un sondeo realizado
en Alemania reveló que sólo el 12% de los ciudadanos de dicho país
tenía intención de inmunizarse frente al virus A/H1N1 por las reservas
de los expertos respecto a la seguridad de los adyuvantes. El
presidente del Colegio Alemán de Médicos Generales y de Familia declaró
hace unas semanas que una de las vacunas no ha sido lo suficientemente
probada para ser administrada a millones de personas, especialmente
niños y mujeres embarazadas.
Albert Jovell, médico y presidente del Foro Español de Pacientes, no
comparte ese temor. De hecho, fue de los primeros en vacunarse el lunes
pasado. Lo hizo, explica, por responsabilidad institucional y porque
tiene plena confianza en sus compañeros de Medicina Preventiva que han
desarrollado esta inmunización "valorando sus riesgos y beneficios".
Administración por ley
Aunque se trate de una enfermedad que curse con síntomas leves en la mayoría de los casos, Jovell considera que la sanidad no se puede permitir una epidemia de bajas. "La población no puede llegar a unas urgencias que estén desatendidas", alega.
El carácter benigno de la patología es, precisamente, la principal
razón por la que el Ministerio ni siquiera se ha planteado la
obligatoriedad de la inmunización. En cambio, Estados Unidos sí que lo
ha hecho, para satisfacción de algunos especialistas y disgusto de
otros.
Alexandra Stewart, de la Universidad George Washington, comenta en el último número de 'The New England Journal of Medicine'
la pertinencia de esta medida. Cree que el Gobierno y los órganos
jurídicos deben tener en cuenta la autonomía personal de los
profesionales sanitarios, reconocida en la Constitución estadounidense,
pero, en caso de que se presenten demandas judiciales, no sería la
primera vez que los tribunales dan preferencia a la salud de los
pacientes.
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