Los vómitos son muy frecuentes en los niños y no suelen ser una enfermedad en sí, sino manifestación de otras enfermedades
Los vómitos son la expulsión, con fuerza, del contenido del
estómago por la boca. Suelen ir precedidos o acompañados de náuseas y
dolor de estómago. Algunos niños hacen tanta fuerza al vomitar que les
aparecen pequeñas manchas rojas del tamaño de una cabeza de alfiler en
la cara, cuello y parte superior del pecho que se conocen como
petequias de esfuerzo y que desaparecen por sí solas. Por otra parte,
muchos lactantes, después de las tomas, echan pequeñas bocanadas de
leche sin ningún esfuerzo (regurgitaciones) que son normales.
Habitualmente se presentan junto con diarrea, catarro, tos, fiebre,
dolor de oídos, de garganta, de cabeza, etc. La causa más frecuente es
la infección intestinal (gastroenteritis) por virus que suele ir
acompañada de diarrea y retortijones, pero las causas pueden ser muchas
y, dependiendo de la edad, unas son más frecuentes que otras.
Hay niños que vomitan con mucha facilidad. Algunos lo hacen de forma
repetida cada cierto tiempo (vómitos cíclicos) y tienen un olor
característico como a manzana (acetona) en el aliento y la orina
durante los episodios de vómitos, sin que tengan ninguna enfermedad.
¿Qué hacer?
La mejor forma de provocar el vómito a un niño es forzándole a comer
y más aún si está enfermo con catarro, tos, etc. Más vale contentarse
con que tome pequeñas cantidades de alimentos que intentar que se acabe
el plato. Si está enfermo y no tiene interés por la comida, ofrézcale,
al menos, líquidos que evitarán que pueda deshidratarse.
Más vale contentarse con que tome pequeñas cantidades de alimentos que intentar que se acabe el plato Es
frecuente que un niño después de vomitar tenga sed y quiera beber
grandes cantidades de líquido, con lo que vuelve a vomitar. Si el niño
vomita pero se encuentra bien, lo mejor es dejarle descansar durante un
tiempo prudencial de unos 15 ó 20 minutos o dejarle dormir si quiere
(el sueño ayuda a vaciar el estómago y alivia los vómitos) y después
ofrecerle pequeñas cantidades de líquidos (preferible el zumo de frutas
al agua) a pequeños sorbos o con una cuchara sopera (unos 10
mililitros) cada 10 ó 15 minutos. Algunos niños mayores prefieren una
bebida refrescante a la que podemos quitar parte del gas agitándola
antes de beberla. Si su hijo tiene diarrea, puede ser aconsejable
utilizar preparados de farmacia (soluciones hidratantes) que consisten
en un sobre para disolver en agua. La cantidad de agua será distinta
según la marca, por lo que deberán seguir las instrucciones del envase.
Cuando haya tolerado los líquidos durante 1 ó 2 horas, invítele a tomar
algún alimento que le apetezca, sin forzarle y evitando los muy
azucarados (dulces) o grasos, y siga ofreciéndole líquidos entre las
comidas. Si su hijo pide comida es buena señal.
Aunque hay medicamentos que se emplean para el tratamiento de los
vómitos en niños, no deben utilizarse de forma rutinaria, porque
algunos de ellos tienen efectos no deseados.
La mayoría de los niños con vómitos se recuperan en 1 ó 2 días con
los cuidados de los padres, sin necesidad de acudir al pediatra, y
pueden reincorporarse a su actividad habitual. Si tienen diarrea puede
ser necesario esperar a que se recupere de la misma.
A pesar de todo lo comentado más arriba, en algunas ocasiones es conveniente consultar a su pediatra:
Si su hijo es menor de 3 ó 4 meses y vomita 2 ó 3 tomas o tiene fiebre (más de 38 º C).
Si piensa que su hijo puede estar deshidratado (más probable
en los más pequeños, sobre todo si además tienen diarrea). Para saberlo
debe fijarse en si tiene los labios muy secos, llora sin lágrimas o no
orina en 8-12 horas.
Si además de tener vómitos su hijo parece muy afectado,
confuso, tiene un comportamiento extraño, fiebre elevada (hasta 40 º
C), dolor intenso de cabeza o cuello, le nota manchas en el cuerpo que
no tenía (diferentes a las petequias de esfuerzo), presenta dolor
abdominal que no es de tipo retortijón sino que empeora progresivamente
o usted piensa que puede estar intoxicado por una planta, medicamento o
producto químico conviene comentar sus sospechas con el pediatra que
atienda a su hijo.
Si los vómitos contienen sangre y el niño no ha sangrado por la nariz o tiene una herida en la boca.
Si las heces tienen sangre.
Si su hijo tiene alguna enfermedad crónica (por ejemplo
diabetes mellitus) y usted no tiene clara la pauta a seguir o vomita
una medicación indispensable (por ejemplo el tratamiento de la
epilepsia).
En muchas ocasiones, si usted tiene dudas, una consulta telefónica puede evitar desplazamientos molestos para su hijo.
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