Este trastorno provoca alteraciones que van desde el cansancio diurno hasta episodios de asfixia. Hasta el momento el tratamiento contra esta patología es una mascarilla que se coloca mientras se duerme, dotada de un compresor que envía aire a una presión determinada.
Una dieta equilibrada unida a la práctica de ejercicio, unos hábitos
del sueño regulados, así como evitar el consumo de alcohol y tabaco se
convierten en hitos beneficiosos para el tratamiento del Síndrome de
Apnea Obstructiva del Sueño (SAOS), según un estudio dirigido por el
investigador Gualberto Buela-Casal, del Departamento de Personalidad,
Evaluación y Tratamiento Psicológico, de la Facultad de Psicología de
la Universidad de Granada, informa Andalucía Innova. Hasta el
momento, el tratamiento más extendido contra esta patología, que
provoca alteraciones que van desde el cansancio diurno hasta episodios
de asfixia; y, en casos extremos, muerte súbita por infarto de
miocardio, es la CPAP. Se trata de una mascarilla que se coloca en la
nariz mientras se duerme, dotada de un compresor que envía aire a una
presión determinada, según la gravedad de la apnea. No obstante,
los expertos apuntan estas fórmulas relacionadas con los hábitos de
vida para que las emisiones de este dispositivo disminuyan y, en
algunos casos, dejen incluso de ser necesarias. Para llegar a
estas conclusiones, los expertos han establecido un protocolo de
hábitos saludables dividido en varios módulos con el objetivo de
disminuir el número de apneas o paradas. Con la aplicación de
estas pautas, una apnea leve puede desaparece y la moderada-severa
reduce sus síntomas de forma considerable, con la correspondiente
reducción en la presión de la CPAP. Se trata de comportamientos que
guardan relación con los hábitos de sueño, evitar el alcohol y el
tabaco, así como una alimentación equilibrada y la práctica de
ejercicio. Los expertos han utilizado para su estudio una muestra
de más de 50 voluntarios diagnosticados de apnea del sueño, de ambos
sexos y predominantemente de mediana edad. En el módulo que
aborda los hábitos para la práctica de ejercicio físico y una correcta
alimentación, los científicos centran sus esfuerzos en comprobar la
incidencia de una dieta equilibrada, así como la práctica de deporte,
con el objetivo de que reduzcan el Índice de Masa Corporal (IMC). "El
paciente siente mejoría con la pérdida de peso, aunque no sea muy
elevada, porque en cuanto la zona de la laringe pierde grasa y volumen,
se mejora la respiración y, por tanto, se reducen el número de paradas
y semiparadas respiratorias", explica el responsable de la
investigación, Raúl Quevedo-Blasco. ACTIVIDADES ESPECÍFICAS Junto
a la dieta, la otra parte de este módulo es el ejercicio. Las
actividades físicas que realizan los pacientes son específicas para
mejorar algunos de los síntomas de la apnea. Así, ejecutan ejercicios
técnicos, como movimientos oscilatorios de cabeza o cintura, que ayudan
a reducir la masa muscular y perder grasa en aquellas partes del cuerpo
que tienen más incidencia en la enfermedad, como son la zona del cuello
o el abdomen. Aunque la efectividad de estas pautas de actuación,
señala el investigador, varía dependiendo de las características de
cada paciente, hasta ahora todos los enfermos tratados han mejorado su
calidad de vida gracias a la disminución de paradas respiratorias
durante la noche. Otro de los módulos se centra en el tabaquismo
y el alcoholismo. En este campo, Quevedo-Blasco asegura que han
descubierto la incidencia del hábito pasado en la aparición de la
patología. "Hemos observado que pacientes que dejaron de fumar hace
años han desarrollado la enfermedad cuando ya no eran fumadores". Esto
nos lleva a pensar que es posible que aunque hayan tenido este hábito,
sus consecuencias para la apnea aparezcan "a posteriori". En sentido
están trabajando ahora en averiguar hasta qué punto los efectos
perniciosos del tabaco se mantienen en el organismo, incidiendo en este
trastorno.
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