Según datos de la Encuesta Nacional de Nutrición, un 10% de los niños
ingresa en la escuela con obesidad y un 20% más, con sobrepeso.
Diversos estudios -entre ellos, uno realizado por el doctor Sergio
Britos y la licenciada Agustina Saraví, nutricionistas e investigadores
del Programa de Agronegocios y Alimentos de la UBA-, muestran que la
dieta habitual de los escolares argentinos incluye poca leche, casi
nada de verduras y pocas frutas; mucha carne vacuna, pero poca de
cerdo, ave y pescado; y menos pastas, cereales y legumbres que las que
se supone. Por el contrario, el menú de los chicos abunda en alimentos
con alta concentración de grasas y calorías. "La carne vacuna, las
harinas refinadas (en especial, pan y galletitas), azúcar y bebidas
azucaradas son responsables de la mitad de las calorías ingeridas
diariamente", dice Britos.
A partir de esta realidad y de este cóctel poco saludable surgió el
interés del Observatorio de Buenas Prácticas Nutricionales (promovido
por el mencionado programa y la Fundación Bunge y Born) por elaborar
una guía que, difundida en las escuelas, permita capacitar a maestros,
cocineras, administradores de quioscos y papás en la correcta
alimentación para el escolar. Este instrumento pretende permitir,
además, una lectura informada de la etiqueta de los alimentos que ayude
a elegir los que se ajusten a niveles saludables de grasas, calorías y
sodio.
"Hoy tenemos suficiente evidencia a través de diferentes encuestas
sobre cómo y cuánto comen los chicos, y conocemos qué es lo que el
Estado, a través de los programas escolares, ofrece en las escuelas
-afirma Britos-. Llegamos a la conclusión de que, sin prohibiciones,
sólo con promover unas pocas prácticas adecuadas se podría hacer una
contribución significativa."
Prohibido no desayunar
Uno de los problemas detectados por los investigadores es el mal
hábito de desayuno. "Prácticamente un tercio de los escolares no
desayunan o lo hacen muy mal: toman alguna infusión sin leche o con muy
poca cantidad, o incluso un vaso de gaseosa", afirma.
Contrariamente a lo que podría pensarse, éste no es un problema de
un grupo social, sino que atraviesa todo el espectro socioeconómico.
"Un estudio que realizamos en cerca de 5000 chicos mostró que la mitad
de ellos no desayunaba, independientemente de su nivel social -coincide
el doctor Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios de
Nutrición Infantil [Cesni] y que no participa en este programa-. Hay
varios factores que lo explican. En quienes disponen de los recursos,
la agenda ocupada que obliga a las comidas rápidas, la vianda y cierta
dispersión de hábitos? Sin embargo, los chicos tienen el cerebro
relativamente más grande que los adultos. Esto los hace más
dependientes de la glucosa, que es el único combustible que sabe usar
este órgano, que responde con una menor performance
. Por eso, en la mayor parte de los países, el desayuno escolar [la
copa de leche] se ve como una acción sinérgica del proceso educacional.
Mejora la respuesta en la fluidez verbal, la actividad física?"
Asociado con esto, se registra un déficit de lácteos, que origina un
bajo aporte de calcio justo en una época de la vida en que se acumula
en el esqueleto en que luego se utilizará.
Otra mala costumbre de los argentinos es el bajo consumo de frutas y
hortalizas, y la monotonía en la elección de verduras. "Apenas se come
algo de papa, algo de tomate y, en algunos casos, zapallo... También
hay muy poco hábito de consumir fruta como postre de las comidas",
detalla Britos.
Hay también malentendidos muy difundidos respecto del valor de
cereales y pastas. "Se piensa que los chicos comen gran cantidad de
trigo o derivados en forma de pastas; sin embargo, la harina la comen
como pan -afirma Britos-. Las pastas tienen fama de engordantes, pero
la verdad es que son un alimento muy noble. Lo que importa es con qué
se las come."
Para Carmuega, aunque no contamos con datos recientes, la monotonía
alimentaria desempeña un papel también en la deficiencia de hierro, que
sigue siendo muy prevalente en la población infantil. "Esto no sólo
compromete el desarrollo, sino también la capacidad cognitiva en forma
inmediata. Un menor aporte de hierro se traduce en una menor capacidad
de entender", afirma.
Consumo masivo
Como parte del Observatorio de Buenas Prácticas Nutricionales,
Britos y Saraví están evaluando y caracterizando el perfil nutricional
de alimentos de consumo masivo y concluyen que, en los últimos años, la
modificación de ingredientes o procesos de producción mejoraron muchos
alimentos. Sin embargo, sostienen que para mejorar la alimentación de
los chicos no sólo se requieren aportes económicos, sino también
decisiones políticas.
"No menos de dos millones de chicos en edad escolar comen en las
escuelas. Una buena parte porque son pobres, y en otros casos, porque
el papá y la mamá trabajan -dice Britos-. El Estado no debe estar
gastando menos de unos 300 millones de pesos por año en comida escolar
de dudosa calidad. Sin embargo, podría estimular el consumo de frutas y
hortalizas vinculando a los productores con las escuelas e
interviniendo de forma mucho más efectiva. Obviamente, es más
complicado, pero hay países que lo hacen. En los últimos años, Italia,
por ejemplo, llevó adelante una "cruzada" para aumentar la cantidad de
verduras y hortalizas que los chicos consumen en la escuela."
Carmuega considera que el problema es más complejo: "Los comedores
escolares dependen de cada provincia y responden a diferentes
modalidades. En Córdoba, las escuelas tienen menús muy bien cuidados
nutricionalmente. En la provincia de Buenos Aires tienen que hacer
malabares para que les alcance la ración? Es muy difícil generalizar".
Pero todos coinciden en que lo que se debe promover es una dieta
variada. "Hoy, para muchas familias, el problema es la falta de tiempo
a la hora de preparar la comida. Esto es un gran desafío también para
la industria. Y las escuelas son un lugar donde se pueden promover
buenos hábitos", dice Carmuega.
Y concluye Britos: "Lo importante es hacer del comedor escolar un acto de mejoramiento de los hábitos alimentarios".
LOS SIETE SECRETOS
- Desayunar todos los días con alimentos variados y de calidad.
- Incluir progresivamente en la dieta verduras y frutas de colores.
- Agregar de a poco otras carnes, además de las de origen vacuno.
- No es necesario que los chicos tomen leche, yogur o quesos enteros.
- Incorporar variedad de pastas, si es posible de grano entero y sin exceso de salsas.
- Consumir golosinas , bebidas azucaradas y snacks responsablemente.
- Prestar atención y comparar el precio, la cantidad y el rótulo nutricional al comprar alimentos.
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