La obesidad en Chile afecta a cerca de cuatro millones de personas y
causa enfermedades crónicas letales, como la hipertensión vascular,
diabetes y varias formas de cáncer. Como consecuencia, el aumento en las
expectativas de vida corre el peligro de revertirse debido a un estilo
de vida que se apoya en la comida chatarra, una de las causas
principales de esta epidemia.
¿Por qué la comida chatarra es nuestra enemiga si tantos la
consideran sabrosa y barata? Los alimentos nos debieran nutrir, pero la
comida chatarra provoca desnutrición debido a sus ingredientes de baja
calidad y no provoca saciedad, generando una adicción invisible. El
precio es bajo para el consumidor, pero tiene un alto costo para Chile
debido a la mayor demanda por salud, el ausentismo laboral y las
deficiencias en el aprendizaje escolar debido a enfermedades físicas y
sicológicas causadas por la obesidad.
Los impuestos son una intromisión del gobierno en la vida de los
ciudadanos y lo que uno consume es responsabilidad individual y
familiar, postulan algunos. El otro argumento es el miedo de
restaurantes, negocios y fábricas de alimentos de comida chatarra a
pérdidas económicas. Ambas ideas tienen un asidero político y
filosófico, pero no se basan en la realidad. Cuando Nueva York prohibió
el uso de aceites saturados en la preparación de alimentos en
restaurantes, con el consenso de científicos y salubristas, los que
estaban en contra utilizaban los mismos argumentos ideológicos que se
utilizan hoy en día para no estar a favor de los impuestos a comidas no
saludables. De hecho, la prohibición en Nueva York no tuvo un impacto
económico o político negativo; por el contrario, los consumidores en
otras ciudades están demandando este tipo de medidas.
La obesidad es una enfermedad que aqueja principalmente a aquellos
con menos recursos económicos. Una dieta variada, nutritiva, sin
contaminantes, preparada con ingredientes frescos, y ajustada a las
necesidades de cada persona está determinada por la clase social. La
sociedad tiene un compromiso ético con los ciudadanos que tienen
dificultades en acceder a una alimentación sana así como una
responsabilidad fiscal. Para cumplir una tarea tan compleja, es
responsabilidad del Estado invertir en la prevención en vez de gastar la
mayor parte de los recursos en la cura de enfermedades producidas por
la mala alimentación.
Los impuestos por sí mismos no necesariamente disminuyen el consumo
de la comida chatarra, pero sí pueden solventar el apoyo de estilos de
vida más saludables, por ejemplo, subsidiando el consumo de comidas
sanas. Es lo que demuestran estudios en Canadá, Francia e Inglaterra. La
opinión pública, no obstante, es reticente a este tipo de políticas, a
no ser que sean dirigidas a los niños en edad escolar. Sin embargo,
invertir en programas dirigidos a los escolares incide en las conductas
familiares y disminuye la presión sobre el presupuesto familiar
especialmente en las familias de bajos ingresos.
Es irreal pedirle a la mayoría de las familias chilenas que provean
por sí solas a sus miembros de una comida libre de comida chatarra
debido a los bajos ingresos, largas jornadas laborales y las horas de
desplazamiento al trabajo. Si continuamos haciéndoles el quite a medidas
públicas para disminuir la obesidad, corremos el riesgo de disminuir
las expectativas de vida de las siguientes generaciones y de
desbarrancar el sistema sanitario.
El impuesto a la comida chatarra es uno de los pasos necesarios para
contrarrestar esta tendencia. Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |