Los pacientes con cáncer de próstata sometidos a una operación
quirúrgica para extirpar el tumor son los que sufren una peor calidad de
vida a los tres años de la intervención, por los mayores efectos
secundarios que adolecen, frente a los pacientes tratados con
radioterapia de alta precisión y braquiterapia.
Así lo constata el estudio del Grupo Español
Multicéntrico del Cáncer de Próstata Clínicamente Localizado, presentado
este lunes por el jefe del Servicio de Oncología Radioterápica del
Instituto Catalán de Oncología (ICO), Ferran Guedea, en el inicio del
XIX Congreso de la Sociedad Europea de Radiología Terapéutica y
Oncología (Estro, en sus siglas en inglés) que se celebra hasta el
viernes en Barcelona con casi 6.000 oncólogos y científicos de todo el
mundo.
La investigación compara las tres opciones terapéuticas más
comunes a la hora de atacar un cáncer de próstata y es concluyente a la
hora de aseverar los mayores efectos negativos posteriores que supone
la cirugía radical de la próstata, que Guedea ha admitido que es la más
extendida. En la mente de algunos profesionales y de muchos
pacientes persiste la idea de que la cirugía del tumor es la herramienta
más eficaz para tratar un cáncer. No obstante, Guedea ha insistido en
que el resto de terapias, conocidas como conservacionistas, logran
exactamente la misma eficacia. Así, el estudio -iniciado en 2000--
compara la calidad de vida de 435 pacientes tratados con prostatectomía
-cirugía--, braquiterapia -semillas de yodo 125-- y radioterapia de
alta precisión a través de tres entrevistas telefónicas de 45 minutos
efectuadas antes del tratamiento y al primer mes, el tercero y el sexto,
al año, a los dos y a los tres años después del tratamiento. El
trabajo es concluyente a la hora de señalar que los pacientes operados
sufrieron significativamente más problemas de incontinencia urinaria a
los tres años y más disfunciones sexuales. La braquiterapia y la
radioterapia causaron moderados síntomas urinarios irritadores
obstructivos y también afectaron a la función sexual, pero en menor
grado. Guedea ha remarcado las "grandes diferencias" existentes,
ya ha lamentado que "muchas veces los pacientes escogen tratamientos que
causan más efectos secundarios" guiados por su percepción. En el
estudio, han participado una decena de centros españoles: el ICO, el
Hospital de Bellvitge, el Instituto Municipal de Investigación
Médica-Hospital del Mar, la Fundació Puigvert, el Hospital Sant Pau de
Barcelona, el Instituto Oncológico de Guipúzcoa San Sebastián, el
Hospital Carlos Haya de Málaga, el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, el
Hospital General de Cataluña, en Sant Cugat del Vallès (Barcelona), el
Centro Oncológico de Galicia, en A Coruña, y el Hospital Virgen del
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