De momento se ha demostrado en ratones, pero el grupo de científicos que lidera Michael Kaplitt considera que ya hay pruebas suficientes que avalan el inicio de un ensayo sobre la terapia génica en depresión mayor.
¿Por qué tratar los síntomas cuando se puede actuar sobre la causa?
Con esta premisa, llamativa al aplicarse a una enfermedad mental como es
la depresión, un grupo del Centro Médico Weill Cornell, adscrito al
Hospital Presbiteriano de Nueva York, ha recabado datos en modelos
experimentales y clínicos con los que concluye que la terapia génica
puede ser la solución para algunos pacientes depresivos. "Los
antidepresivos tratan los síntomas, no las causas, y lo que es válido
para algunos pacientes, a otros con depresión mayor no les funciona;
esperamos que se puedan beneficiar de esta alternativa", asegura el
coordinador de este trabajo, Michael Kaplitt, subdirector de
Investigación de Cirugía Neurológica y neurocirujano en los citados
centros neoyorquinos, que se publica hoy en Science Translational Medicine.
Este pionero en la terapia génica neurológica, que ya emplea en
Alzheimer y Parkinson, se puso en contacto con el neurocientífico Paul
Greengard, ganador del premio Nobel en 2000 por sus hallazgos en la
neurotransmisión neuronal. En 2006, el laboratorio de Greengard, en la
Universidad Rockefeller, encontró que el gen P11 era esencial en la
depresión; la proteína P11 resultaba clave para transportar la
serotonina que se une a los receptores en la superficie de las células
nerviosas. Y la serotonina es el objetivo terapéutico de la mayoría de
los fármacos que se administran a los pacientes con depresión.
Con estos datos, el grupo de Kaplitt inició una investigación con ratones cuyo gen p11 no se expresaba en el núcleo accumbens,
una región cerebral especialmente afectada en la depresión, según han
demostrado estudios con resonancia magnética funcional en
pacientes.Todos los ratones sin la P11 exhibieron comportamientos
depresivos. Entonces el grupo de Kaplitt pensó en aplicar una terapia
génica que ya había superado con éxito la fase I de un estudio clínico
en pacientes con enfermedad de Parkinson, y cuyos resultados publicó la
revista The Lancet en 2007. La terapia consistía en servirse de
un virus inerte a modo de caballo de Troya para introducir en las
células nerviosas un cambio genético que inducía la producción de la
proteína. (En los enfermos con Parkinson el virus promovía a la
descarboxilasa del ácido glutámico (GAD), enzima que sintetiza el
neurotransmisor GABA). Los ratones que recibieron la terapia génica
experimentaron una remisión de los síntomas depresivos. Pero
¿qué relevancia tenían estos resultados para los pacientes? Kaplitt
estudió el tejido cerebral de unos enfermos fallecidos. La mitad de esos
pacientes había sido diagnosticados con depresión y el resto, no. El
grupo de científicos descubrió que los niveles de P11 en el núcleo
accumbens fueron significativamente más bajos en los pacientes
deprimidos que en los sanos. De esta forma, se sugiere que la depresión
se asocia con niveles de P11 bajos en la citada región.
Los autores consideran que los experimentos murinos, junto a
los hallazgos del tejido cerebral humano, justifican el inicio de
ensayos clínicos para poner a prueba la terapia genética de P11 en el
núcleo accumbens como una alternativa en la depresión. Michael
Kaplitt es cofundador de Neurologix, compañía que controla los derechos
sobre una patente propiedad de Cornell, de la terapia genética con p11,
de la cual es coinventor. El primer autor del estudio, Brian Alexander,
también es un coinventor en la patente, pero no tiene relación con la
compañía.
(Science Transl Med 2010; 2: 54ra76).
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