Los índices de natalidad disminuyen y el mundo se alerta: ¿una sociedad
de hijos únicos? El modelo familiar de hijo único que en China se
instaló como medida de control demográfico se está globalizando
naturalmente en el resto del planeta.
Un creciente número de parejas decide tener un solo hijo; otras se
desarticulan después del primer nacimiento o no tienen los medios
económicos para sostener a familias numerosas, más allá de su deseo.
Con el fantasma de una sociedad de hijos únicos -que el prejuicio
popular considera déspotas, caprichosos, narcisistas e individualistas-,
investigadores de todo el mundo los han convertido en objetos de
estudio. Una de las investigaciones más recientes estudió a 13.466
adolescentes. Coordinados por Donna Bobbitt-Zeher y Downey Douglas, de
la Universidad Estatal de Ohio, los investigadores indagaron la
sociabilidad de los hijos únicos, escrutando los índices de popularidad
entre sus pares.
Según el estudio, los adolescentes no presentaron menores niveles de
aceptación y popularidad: no fue posible establecer diferencias en
cuanto a las relaciones con sus pares.
Otro estudio coordinado por Douglas en 2004 había hallado que en
preescolar los hijos únicos presentaban dificultades en las relaciones
interpersonales. Sin embargo, en indagaciones más recientes, entre niños
que cursaban la escuela primaria hallaron que, aunque en los primeros
años de vida existan diferencias entre los hijos únicos y los hijos de
familias con más hijos en cuanto a las dificultades para estar con
otros, esas diferencias se diluyen con el paso del tiempo, en la medida
en que aprenden a compartir en la escuela y en otros ámbitos lo que no
comparten en la casa.
"Entre el preescolar y la adolescencia, los niños tienen más
oportunidades para interactuar con otros y desarrollar habilidades
sociales en la escuela y fuera de ella, como en clubes, centros
deportivos y grupos de pares. Estas interacciones compensan cualquier
diferencia que pudo existir en sus primeros años", dijo Donna
Bobbitt-Zeher a La Nacion.
Por su parte, Laurie Kramer, profesora de Estudios Aplicados de Familia
de la Universidad de Illinois y autora de un reciente estudio sobre el
tema, refuta la idealización de las relaciones fraternas. Los hermanos
cumplen un papel indiscutible como agentes de socialización, pero no
necesariamente de signo positivo. Por ejemplo, "una adolescente tiene
mayor riesgo de quedar embarazada si una hermana mayor fue madre
adolescente".
La influencia de las relaciones fraternas es innegable. Sin embargo, el
mundo social no se circunscribe a los lazos biológicos y los chicos que
crecen como hijos únicos encuentran hermanos sustitutos que los
acompañan en su proceso de socialización en amigos, vecinos, primos o
compañeros. El mundo exterior, por fuera de los límites familiares,
descomprime un clima familiar sofocante, que espera y exige demasiado
del hijo único.
"Los vínculos familiares no están soldados a los vínculos de sangre",
dice Graciela Saladino, profesora de Psicología Evolutiva II de la
Universidad de Buenos Aires. Hoy no existe un modelo único de familia, y
las funciones tradicionales pueden ser corporizadas por múltiples
figuras. El comportamiento no está marcado por la cantidad de hermanos,
sino por los valores que cada familia promueve.
"A compartir se enseña ?ejemplifica la psicóloga?. Hay padres que
enseñan a querer al prójimo y a vincularse con el exterior, y otros que,
por el contrario, generan vínculos cerrados que no son saludables para
ningún niño. Aunque no tenga hermanos de sangre, es fundamental que el
niño sepa que hay otros, que no es único."
Abrirse al mundo y a la presencia de los demás es una condición de
desarrollo saludable para todos, que, en el caso de las familias con
hijos únicos, se intensifica. Una vía que facilita esta integración es
"crearles necesidades intelectuales en contacto con otros, para que no
sean unos tontos sentados frente a la computadora o la TV porque, en ese
caso, sí se aíslan", propone Cristina Sabin, psicóloga y madre de un
hijo único.
"También es necesario decir que no cuando corresponde, no acceder al
deseo constante de un chico que se siente el centro del mundo". Romper
esta ilusión narcisista es, justamente, lo que permite desarticular la
caracterización del hijo único como un déspota, ególatra e
individualista, que responde a la descripción de quien es incapaz de
hacer del otro un semejante y vive como si los demás fuesen invisibles. Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |