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Dr. Antonio L. Turnes   

Serie de cuentos, escritos por la Antropóloga brasileña Lucía Blanc de Barnea

Trata de la relación médico paciente en diversos contextos geográficos y culturales. Las buenas y malas noticias, la búsqueda de descendencia, las dificultades en la consulta que son habituales hasta con los mayores especialistas, aquí y en otras partes.
 Traducción Dr. Antonio L. Turnes

La escritura es un arte que cuando alguien lo posee, puede tener la fuerza y energía necesarias para volcar un enorme caudal de sentimientos, vivencias y pensamiento. Capaz de descubrir virtudes y defectos, con calidad, tacto y hondura. Para hacernos mirar en ese espejo de la realidad vivida y sufrida, las luces y sombras de los protagonistas allí prolijamente retratados.

Una antropóloga brasileña, afincada hace años en Uruguay siguiendo la función diplomática de su esposo, sorprende gratamente, a quienes no la conocíamos bajo ese aspecto, por la claridad, belleza, profundidad de reflexión y armonía de sus textos. La serie de cuentos breves Umbrais permite introducirnos, con las transformaciones de nombres, lugares y personas, en una historia que es universal, pero a la que nos podemos aproximar a través de diversas miradas. A modo de ventanas sobre la vida que transcurre, la autora nos brinda miradas sobre episodios en que el lector puede sentirse atrapado por algunos de los problemas esenciales de la relación inter humana. Particularmente la relación médico-paciente, o las principales circunstancias que marcan la vida de las personas. El nacimiento y sus contrastes entre las expectativas y las realidades que se afrontan, con valentía, amor y madurez; los eventos adversos que pueden darse en la vida de una pareja que busca dejar descendencia, a través de diferentes geografías y culturas;  o la vida de un médico que transcurre entre su consagración al trabajo profesional, la música y la familia, o los momentos que puede dedicarles a ellos, por estar atrapado por su amante, la Medicina. Un problema universal. Tales son algunos de los hilos conductores de estos cuentos.  

Desde la introducción misma, que ha denominado Prefacio y Postfacio, nos advierte varias cosas. Primero, que “Lo que sigue son catorce cuentos cortos cuyo denominador común son experiencias acumuladas dentro del ámbito de la salud, sea en un consultorio médico, en un hospital o en otra parte, desde la óptica personal del profesional o del punto de vista del paciente. Nacimiento, sufrimiento y muerte recorren casi todo lo escrito, a veces bajo forma contemplativa, otras desde la narrativa en primera persona.”  Segundo, que el orden en que se lean estos cuentos es indistinto, porque cada uno tiene su propia estructura y no está encadenado a ningún otro, aunque las historias que lo motivaron sí lo estuvieran. Entonces, a la manera de Julio Cortázar, en Rayuela, podremos leerlos en el orden en que vienen impresos, o en otro cualquiera, porque las conclusiones no sufrirán alteración por ello.  Tercero: es una colección de memorias y recuerdos, dulces y amargos, recogidos a lo largo de la vida, y que  ha querido atesorar en su esencialidad: “Todo lo que me pertenece está organizado en cajas”.  Y es la autora quien nos da su metodología de almacenar esa memoria, que en definitiva es lo que somos: “Las cajas más deliciosas guardan recuerdos vinculados a una determinada persona. La última vez   conté más de treinta, de distintos tamaños. Comienzo normalmente con una caja de zapatos de medida 21-22; a medida que el vínculo se desarrolla transfiero el contenido para una caja mayor, que puede llegar hasta la bota de caña larga o el pie de ángel. A veces me engaño y necesito retroceder. Mi límite es una caja por individuo”.  

Esos elementos que tanto ayudan a vivir y sobrellevar las dificultades de la tarea cotidiana, se transforman en el relato, en hechos significativos y ayudas extraordinarias, para transitar una dura enfermedad, por la cual va a abandonar esta vida un ser querido, como cuando se va alejando de la música, porque ya no le ayuda a soportar su auto-percepción de la vida en el ocaso cercano, con sus angustias, dolores y emociones.

El libro, pleno de simbolismos, trasmite un grito pujante a favor de la vida, el amor y la familia. Resulta curiosamente simbólica la presencia de una ópera de Giácomo Puccini, “Madame Butterfly”, como la preferida del doctor que es a su vez, paciente afectado de una enfermedad terminal,  obra que tantas veces compartió con su familia y su círculo más íntimo. Pero nos deja conocer también, que sus gustos en esta materia  son amplios y variados dentro de la música, gustando y compartiendo en la educación de sus hijos, tanto el más amplio espectro sinfónico, clásica, barroca o romántica, como la ópera en todas sus vertientes. Su gran colección de discos le permitiría vivir intensamente esa afición, cuando ya no podía asistir a las salas de concierto o los teatros, donde desde niños los había iniciado.

Platón decía  “La música, arte educador por excelencia, que insinuándose en el alma por medio de los sonidos, la modela en la virtud”. Y el doctor Música, como poéticamente lo denomina la autora, se nutre de ella para llevar paz y armonía a su espíritu, inquieto y golpeado por la dura tarea del cirujano de guardia que debe afrontar cada día nuevas batallas en su tarea. Tal vez una clave para vivir en armonía sea acentuar la virtud a través de ese cultivo del arte. Y que la trasladaba a sus recetas, algo que deberá develar el lector.

La difícil batalla contra una enfermedad hemato-oncológica irreversible, que requiere de continuas transfusiones de sangre para mantener al enfermo compensado en un nivel de vida cada vez más acotado, puede seguirse en sus momentos claves, a través del relato. Que en ocasiones trasmite las miradas e interpretaciones de la empleada de la casa, que asiste entre el asombro y la pena solidaria, de ver el deterioro progresivo de su patrón y convivir con el dolor de la familia, a la que está tan integrada. Pero la autora tiene el talento de hacernos participar, dentro de la escena, de esos momentos, compartiendo el dolor, las vicisitudes hasta los tramos finales. Y también viviendo con ese paciente-médico y su familia, el fin de la vida y la despedida ceremoniosa, tierna e íntima, con cada uno de sus hijos y nietos, que acuden prestamente a su lado, habiendo estado siempre comunicados, aunque las distancias fueran grandes. Y la amorosa figura de su esposa, que no dejó de atender sus obligaciones, representada en la ficción como la primera mujer en ingresar a la Academia Nacional de Medicina. Gracias a su descripción tan conmovedora, permite comprender los entresijos de una sólida red familiar de afectos, que abrigan al paciente, para que pueda terminar su vida en paz, en su pequeño departamento, en la ciudad carioca.

Otros cuentos tienen fuertes coordenadas de relacionamiento con el mundo de la salud, en diversos contextos culturales. Así por ejemplo, en una nación francófona del África subsahariana, la protagonista, deseosa de involucrarse más en la cultura de ese pueblo, acude a una reunión organizada por una princesa negra, donde realizarán una comida colectiva con sus propias reglas: comer sentado en el piso, cogiendo los alimentos de una gran vasija común, empleando la primera herramienta del hombre: su mano. Y es sorprendida por la repentina aparición de un sacerdote  musulmán, un marabout, también dotado de poderes como brujo, que le ofrece su tarjeta para ayudarle en su dificultad. La intuición de una princesa pudo determinar el alto valor que tenía para nuestro personaje  lograr la maternidad, ofreciéndole lo que en su concepto podría serle  ayuda eficaz, a pesar de las barreras culturales.  

Siguiendo  esta línea, asistimos al proceso del embarazo y parto de dos niñas gemelas, una de las cuales  tiene bajo peso al nacer y debe permanecer por causas médicas, hospitalizada durante un largo período. Allí podemos ver los lazos de afecto que se fueron tejiendo durante la espera, y luego del nacimiento, entre los padres y la hermanita que tuvo su egreso hospitalario precoz, respecto de la que permanecería bajo atentos cuidados y de ambas cachorritas entre sí. Allí la relación con el personal de enfermería muestra momentos de hondo intercambio  afectivo, que es como la expresión viva del amor por esa pequeña y la relación que va creciendo con sus padres y entorno.


La consulta con un afamado especialista da ocasión para padecer las contrariedades de una larga espera, agotando la resistencia de la pequeña, y poniendo a prueba la fortaleza y tolerancia de su madre, capaz de pelear contra todos los obstáculos que se interponen, luego de muchas semanas de expectativa por ese contacto, para lograr su consulta. Y cuando después de largas horas, se produce ese esperado encuentro, a punto de iniciar el examen de la niña, es interrumpido el profesional por una paciente que perdió los estribos y desacomodó la consulta, postergando nuevamente ese momento. Pone de relieve las falencias de la organización, la falta de cuidado de algunos detalles esenciales de lo que rodea al profesional, capaz de facilitar o perturbar la relación.

Otra consulta, con otro especialista tal vez a miles de quilómetros, desnuda la frialdad para dar un diagnóstico: un médico casi burlón, aunque muy competente, que conmueve profundamente a la madre. Es tal vez uno de los momentos en que el lector se pone verdaderamente en lugar de ella, para resistir una actitud que distancia y no ayuda  ese encuentro de la confianza con la conciencia, como se ha definido alguna vez la relación médico-paciente. Esa actitud carente de calidez, de cordialidad, de afecto, casi de respeto por el dolor de esa madre, muestra cómo a veces pueden darse tan infelices circunstancias, donde el profesional debería ser justamente reprochado. No por sus conocimientos, sino por su actitud.

La visión de una ayudante técnica de ultrasonografía gineco-obstétrica, pone un toque de humor, con una prolija descripción de la variedad de pacientes y sus humanidades, que desfilan cada día para hacerse ese examen hoy de rutina.

El encuentro de dos mujeres que buscan la fertilidad, conviven en un territorio y sin embargo una expresa hostilidad hacia el pueblo que la sostiene, pone un punto de contacto fugaz, entre el futuro y el pasado. Lamentablemente, esa mujer altiva y hostil, que buscaba su futuro a través de la descendencia, muere víctima de un atentado en un lugar indefinido, que podría bien ser el Medio Oriente, dejando una estela de dolor frente a tanta incomprensión, intolerancia y odio.

En fin, este conjunto de relatos, pulcramente escritos, con lenguaje justo y sereno, con un manejo de la tensión de cada pieza, y sus toques de humor o reflexión, constituyen un elemento valioso en diversas dimensiones. Por un lado, nos acerca a un examen antropológico de la vida y muerte de un médico, que podría ser una persona cualquiera, porque está sometida a los mismos desafíos y condenas que otro ser humano no profesional, pero que muestra cómo ha elegido un camino para llegar al final de su vida, en su casa, rodeado de sus enseres y de sus afectos más cercanos. Que es algo que debemos reconocer y rescatar, por que parece que con el avance tecnológico, la Medicina se ha ido alejando de esas circunstancias tan elementales y profundas. La autora nos traslada a cada escenario, para hacernos partícipes junto a los protagonistas de sus historias. De una manera intensa, conmovedora, por momentos dura, pero siempre inteligente, humana, sensible, arrolladora. Nos trasmite, con suavidad y convicción, elementos para que tomemos posición libremente sobre lo que haríamos si estuviéramos atravesando la situación que ella narra. En el primer plano. Desde el umbral de esa situación, trasponiéndolo ya para entrar nosotros mismos en la historia.

Esta obra partió de cuatro cuentos que ya estaban escritos hace mucho tiempo, esperando tal vez, la compañía de otros nuevos. La muerte del padre de la autora en el tercer trimestre de 2008, le impulsó a producir a mayor ritmo otros nuevos, para trasponer las puertas del dolor y trasmitir sus impresiones, recuerdos y experiencias. Permitiéndonos asomar al umbral de esas escenas. Compartiendo esos momentos, de circunstancias y hechos tan trascendentes en la vida de las personas, que nos está enseñando algo: el poder del amor, la defensa de la vida, el cuidado de la salud, y el cuestionamiento recatado pero firme, de algunos aspectos del quehacer profesional que afecta los sentimientos, a propósito de la vida y la muerte de las personas. Dándonos así oportunidad para  quien se acerque pueda conocer y reproducir con su participación en primer plano, esas escenas a menudo conmovedoras. Que siempre nos dejan un mensaje de fe y esperanza, a la vez  que una enseñanza valiosa para reflexionar cómo se dan las relaciones en los sistemas actuales de salud, en diversas partes del mundo, y cómo se puede ayudar o perjudicar a quienes se pretende servir, por acciones u omisiones que pueden evidenciar la educación y calidad de quienes brindan el servicio, o su ignorancia de reglas básicas, aunque técnicamente sean destacados.

El libro está escrito en el lenguaje musical del portugués que se habla en Brasil, con un estilo conmovedor y alegórico. Donde todos los cuentos están de alguna manera enganchados unos con otros, aunque la autora para despistarnos diga lo contrario, derivando desde los ancestros de inmigrantes hasta la tercera generación y sus descendientes. Es una visión del mundo globalizado de hoy, que no tiene por qué perder su humanidad, de lo que nos da sobrada prueba esta obra.

Es difícil lograr tal nivel de comunicación con participación del lector. Cada cuento vale más que un curso completo de cómo deberían ser hechas las cosas, cómo deberían regularse las conductas de cada persona, cuando ejerce una actividad profesional de servicio, que requiere compasión, humildad, contención, afecto. Y que no debe confundirse, como sucede a menudo, con el avance científico y las maravillas de la tecnología. Eso es lo que la autora nos hace vivir en cada pieza. Que es el testimonio del legado de la Medicina hipocrática, que tanto cuesta mantener a flote hoy y sin embargo está presente en todos los rincones, aunque a veces cueste encontrarlo o sea esquivo. Sería bueno que mis colegas médicos de cualquier nacionalidad pudieran leerlo, para recibir las enseñanzas que esta antropóloga nos trasmite sutilmente a través de estos hermosos cuentos. Que buscan disimular en la ficción, lo que es una cruda realidad.  

Por eso debemos invitar a los amables lectores a entrar en las páginas de este libro, que es de fácil y rápida lectura, pero que nos deja un enorme sedimento para la reflexión y el análisis de actitudes personales, de filosofía de la vida, y de las falencias de los sistemas de atención de salud, entre muchas otras enseñanzas. Y agradecerle a Lucía Barnea, por el honor  de permitirnos asomar a esta nueva obra suya que tanto nos ha conmovido.  


 



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