Los que sigan empeñados en encontrar la fuente de la eterna juventud
van a tener que buscar otro producto en el que confiar. Le
dehidroepiandrosterona (DHEA), una hormona que segregan las glándulas
suprarrenales de manera natural que ha logrado ser sintetizada en el
laboratorio, ha sido considerada, de unos años a esta parte y a pesar
de la falta de pruebas científicas, en una especie de Santo Grial
antienvejecimiento.
De hecho, la DHEA es, junto con la testosterona (la hormona
masculina por excelencia) y las vitaminas antioxidantes, el principal
ingrediente de los cócteles que tan de moda se han puesto en los
últimos tiempos para frenar el deterioro físico asociado al
envejecimiento.
A medida que vamos cumpliendo años, la presencia de estos compuestos
en el organismo va siendo menor progresivamente. De esta forma, muchos
investigadores pensaron que devolviendo éstos a sus niveles 'de'
'juventud', muchos de los trastornos asociados al paso del tiempo
(alteraciones en el metabolismo de la glucosa, pérdida de masa ósea,
bajada de la forma física en general...) se ralentizarían.
Pues bien, según un estudio publicado esta semana en 'The New
England Journal of Medicine', esta hipótesis no es cierta. La
investigación se llevó a cabo durante dos años, con hombres y mujeres
mayores de 60 años que ya presentaban un déficit notable de
testosterona y DHEA.
De manera aleatoria fueron divididos en dos grupos a los que se les
administró, bien un compuesto elaborado a base de estas hormonas
'rejuvenecedoras', bien un placebo. Al finalizar el seguimiento, no
había diferencias ni en cuanto a la capacidad aeróbica (un indicador de
la forma física y de la capacidad de esfuerzo) ni en lo referente a la
resistencia a la insulina.
POCA RELEVANCIA
Según parece, sí se produjo una elevación de la masa magra en
detrimento de la proporción de grasa, pero este efecto no se tradujo en
un mejor tono ni en un aumento de la masa muscular de ninguno de los
participantes.
Por otra parte, y aunque se apreció una ligera subida de la masa
ósea, lo cierto es que no fue lo suficientemente significativa como
para recomendar la terapia 'antiaging' para tratar la osteoporosis.
«Para ello hay medicamentos en el mercado, como los estrógenos o los
bifosfonatos que cumplen esta función perfectamente», escriben los
autores en sus conclusiones.
En definitiva, y a pesar de que el tratamiento con DHEA y
testosterona no produjo ningún efecto secundario adverso ni provocó
problemas de salud, lo cierto es que los científicos no se muestran
partidarios de emplear esta terapia, ya que en algunos trabajos
anteriores se ha observado que la administración exógena de hormonas
masculinas puede acarrear un aumento del riesgo de sufrir determinados
tumores, como el de próstata.
«Dos años pueden no ser suficientes para detectar indicadores de
este proceso tumoral, como el aumento del PSA [antígeno específico de
la próstata] o el agrandamiento de dicha glándula», reza la
investigación. En este sentido, el editorialista, Paul Stewart de la
Universidad de Birmingham (Reino Unido), coincide con los autores en
señalar que las consecuencias del uso prolongado de cualquiera de estas
sustancias (testosterona y DHEA) o la administración de dosis mayores a
las que se usaron en el trabajo (75 miligramos diarios) todavía son una
incógnita.
No obstante, Stewart admite que la búsqueda de la eterna juventud no
tiene visos de frenarse y que, por lo tanto, seguramente la DHEA
seguirá usándose de forma inapropiada. Por ello, insta a la FDA (la
agencia del medicamento estadounidense) a que persiga a los que vendan
esta hormona alegando cualidades rejuvenecedoras o terapéuticas, puesto
que la ciencia no lo ha demostrado aún.
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