Cuál es el costo de sobreexigir a los adolescentes |
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La Nación - WASHINGTON (EFE)
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lunes, 30 de octubre de 2006 |
WASHINGTON.– Son los típicos hijos modelo, responsables, tienen notas excelentes
en el colegio y sobresalen en las actividades en que se involucran. En teoría,
suenan como el paraíso de cualquier padre. Sin embargo, muchos de estos niños y
adolescentes responden al perfil del chico sobreexigido, fruto de una cultura
que endiosa el prestigio y unos ideales de felicidad cada vez más estrechos.
En la carrera por ser mejores, estos chicos pueden dejar de lado la salud. Para
no perder su objetivo sacrifican el tiempo con la familia y los amigos,
malgastan las vacaciones o dejan de lado un noviazgo. Una mala nota los amarga.
Muchas veces duermen poco y comen mal, o, peor, caen en problemas alimentarios,
estrés o depresión. Porque aunque suelen mostrarle una cara envidiable al mundo,
en secreto los ahoga el pánico que les provoca la idea de no poder cumplir con
las expectativas de triunfo que tienen para el futuro.
Así son los
adolescentes que la escritora estadounidense Alexandra Robbins se dedicó a
estudiar durante 18 meses: volvió a su colegio para investigar sobre el tema.
Ella misma fue una chica sobreexigida. En los últimos cinco años, esta
periodista educada en la Universidad de Yale ha editado un libro por año. Con
uno de ellos su nombre llegó a la lista de los más vendidos del diario The
New York Times . Pero mientras trabajaba en The Overachievers , se
dio cuenta de que no había ningún equilibrio entre su vida personal y su
trabajo.
Padres helicóptero
También la motivó el observar
que los estudiantes en todo el mundo están bajo una mayor presión por triunfar.
Al regresar a su escuela diez años después de graduarse, Robbins se encontró con
alumnos "más estresados, exhaustos, inscritos en más actividades
extracurriculares y que no se daban a sí mismos tiempo libre".
"Cuando
los quinceañeros se miran a sí mismos a través de la cultura del
overachievement , llegan a la conclusión de que no importa cuánto logren,
porque nunca será suficiente."
En muchos casos, como en el de la propia
Robbins, a un niño sobreexigido lo motiva un deseo innato y vehemente de ser
mejor que no responde a apremios de los progenitores. Pero en una infinidad de
situaciones, la tendencia es creada y alimentada por padres y madres.
Hay un testimonio que grafica la intensidad que puede alcanzar la
presión paterna. A. P. Frank, uno de los chicos, tiene una madre muy demandante
que alguna vez llegó a pegarle por no lograr la nota que ella esperaba de él en
una materia. La mayoría de las actividades sociales estaban prohibidas para él,
igual que las extraprogramáticas, como los deportes, que no lo acercaran a
"medicina o leyes", las únicas carreras que la señora consideraba válidas.
Mamás como la de Frank se encargan de administrar minuto a minuto el
tiempo de sus hijos. Sienten que cada instante que pasan lejos de los libros,
las tareas y el aprendizaje es desperdicio. A menudo se los llama padres
helicóptero y algunos signos son que están todo el tiempo dando vueltas en torno
a sus niños y se apuran en ayudarlos a resolver sus problemas. Al concentrarse
en el éxito pierden la perspectiva sobre asuntos más importantes, como la
felicidad de los chicos.
"La paternidad se ha transformado en el deporte
más competitivo de este país", escribe Robbins. A raíz de eso, los rendimientos
promedio ya no son aceptables. "Los padres helicóptero de hoy hacen más que sólo
dar vueltas. Están obsesionados con los logros estadísticos de sus hijos y con
hacer todo lo posible para ayudar a que lleguen a la cima."
La obsesión
en algunos casos parte temprano, y por eso hay casos de niños de tres años que
ya tienen un currículo, programas para organizar sus horas de juego y pequeños
que se quejan de estrés cuando apenas comienzan el período de pruebas para
tratar de entrar en los colegios.
Lo que más impresionó a Robbins "fue
ver que hay un mercado negro en el que los adolescentes consiguen drogas para
desórdenes de déficit de atención sin padecerlos, y así ayudar a su desempeño,
manteniéndose despiertos y activos por más tiempo".
Los chicos que se
sobreexigen de forma negativa están dispuestos a llegar a extremos. "En algunas
secundarias, los alumnos ambiciosos entran en una competencia no oficial para
ver quién duerme menos. Mientras menos duermen, logran completar más trabajo y
más actividades. La necesidad de sueño es a veces interpretada como una
debilidad."
El problema es que esa carrera genera no sólo la pérdida de
la atención en clases por la somnolencia. Robbins cita estudios que ligan la
falta de sueño con la depresión, entre otros problemas de salud. Trastornos de
disciplina, tensiones en la relación con los amigos y las familias también se
mencionan entre los riesgos. Incluso la propensión a usar estimulantes, a sufrir
accidentes, a la automutilación y al alcoholismo precoz.
Alexandra
Robbins
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