Para el psicólogo Walter Riso debe prevalecer la razón.
Hace casi 400 años se lo consideraba la causa de un mal sin tratamiento
que, sólo excepcionalmente, afectaba a los varones. Durante siglos,
poetas y escritores lo culparon de las más profundas desdichas y hasta
de la locura... El amor, sin embargo, no merecería cargar con tanta
responsabilidad.
"Uno no ama con el corazón, sino con el cerebro. De hecho, las
estructuras fisiológicas relacionadas con el afecto están dentro del
cerebro. Cuando veo sufrir a mis pacientes por problemas de relación de
pareja, sé que pasaron el límite del amor. Cuando eso ocurre se afecta
la dignidad personal y entonces comienza un juego enfermizo e
irracional, nada saludable", lanzó contra todo pensamiento conservador
el psicólogo Walter Riso, coordinador general del Centro de Estudios
Avanzados en Psicología Clínica, en Medellín, Colombia, y reconocido en
el mundo por sus libros contra la idealización del amor.
Experto en bioética, filósofo, defensor de la terapia
cognitiva y detractor del psicoanálisis, el doctor Riso se refiere al
amor como una de las cinco adicciones modernas, que investiga junto con
su equipo de la Universidad Católica de Bogotá.
"Estudiamos las denominadas nuevas adicciones, que son la
belleza, el celular, Internet, el trabajo y, por supuesto, el amor
-explicó-. Los resultados nos ayudan a hacer prevención. No hay que
olvidar que toda adicción es una enfermedad per se y, por lo tanto, con consecuencias altamente riesgosas."
Desde su punto de vista, el amor puede causar no sólo trastornos
psicológicos, como la obsesión, la depresión o la ansiedad, sino
también problemas emocionales desestabilizantes de la autonomía y del
bienestar físico general.
"La adicción afectiva es una cuestión de salud pública. El 75%
de las consultas psicológicas es por cuestiones relacionadas con el
amor, cuando éste se vuelve irracional, posesivo y enfermizo",
puntualizó el especialista, que combina la práctica profesional, con la
enseñanza, la investigación y la escritura.
Con un hablar en el que se confunden su origen italiano y su
formación académica mitad argentina y mitad colombiana, Riso mezcla
expresiones bien porteñas, elogia los alfajores de maicena que compra
en quioscos cuando visita esta ciudad y cuenta que disfruta de la
práctica de taichi al aire libre en algún "bellísimo y tranquilo lugar"
de El Bolsón.
"Soy una mezcla de la camorra napolitana y de la nostalgia de
Buenos Aires", dice, para definirse, durante el diálogo telefónico que
mantuvo con LA NACION desde Colombia antes de su llegada al país para
presentar su nuevo libro, Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy (Grupo Editorial Norma), el próximo martes, a las 18.30, en el salón auditorio del Centro Cultural Borges.
Cuestión de voluntad
Para Riso, el amor es un acto de voluntad y no solamente un arrebato emocional.
"Es una mezcla de emoción y pensamiento. Como tal, implica amistad,
afinidad de principios, respeto por los valores y los derechos humanos
del otro y solidaridad", afirmó, antes de relatar historias de
pacientes que accedieron a practicar el intercambio de pareja, por
ejemplo, sin sentirse a gusto o a tomar medidas extremas, como hacer
huelga de hambre en contra de la oposición de la pareja para salir con
amigos.
"El amor tiene sus límites y no lo justifica todo -aseguró-.
Entregarse en cuerpo y alma, dejando de lado a uno mismo y a las
necesidades propias es el resultado de creencias distorsionadas. Cuando
se da fidelidad, se espera fidelidad, y cuando se respeta, se espera
respeto. Existe la idea absurda del amor como generosidad absoluta.
Pero esto no es saludable si no se comparte."
A través de sus doce obras publicadas, la primera de las
cuales -sobre cómo superar la dependencia afectiva- tuvo ocho ediciones
sólo en España, Riso propone "instalar un amor subversivo".
Y agrega: "Eso de que «seamos uno solo» es un delirio. Cuando
escucho hablar del «deber conyugal»...", deja la frase inconclusa y se
ríe para luego insistir en que el amor no se obliga .
Para lograr esa "revolución" de los afectos, el especialista
descarta la ayuda del psicoanálisis y confía en la utilidad de una
terapia que no se concentre en la catarsis del paciente durante la hora
de consulta, sino en una atención que modifique el comportamiento y el
pensamiento.
"El psicoanálisis es una pesadilla, y puedo asegurar que no
cumple criterios científicos -afirmó-. La terapia cognitivo-conductual
es la que más funciona porque logra confrontar al paciente con sus
problemas y cambiar la forma en que procesa la información mirando la
realidad tal cual es."
Durante la terapia, según explicó, el paciente básicamente necesita recuperar la dignidad personal y el respeto por uno mismo.
En estos casos, Riso consideró que la clave es hablar con la
pareja sobre lo que no es negociable, es decir, lo que va en contra de
sus principios, valores o convicciones. "Se busca generar inmunidad a
la enfermedad", señaló.
En definitiva, para Riso, la felicidad no indica
necesariamente la ausencia de una patología, como es la adicción
afectiva. "La depresión por amor no es distinta a otra depresión. Por
eso, propongo «pellizcarle la cola» al amor para no seguir
idealizándolo. Al amor también hay que pensarlo", finalizó el
especialista.
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