Lo último en el cuidado de la cara no son las cremas sino una tecnología capaz de calcular cuántas horas puede uno tomar el sol sin quemarse, representar las arrugas en un gráfico o vaticinar las posibilidades de sufrir cáncer de piel .Esta tecnología podría venir de perlas a quienes sospechan de las poco menos que milagrosas capacidades que prometen los cosméticos, pues con ella se podrá comprobar científicamente si funcionan o no.
Clarity Pro, como se llama el producto en cuestión, permite saber qué porcentaje de la piel del rostro tiene arrugas, está afectado por la exposición solar demasiado prolongada o por bacterias, lo que se traduce en poros inflamados.
Fabricado por una pequeña compañía de San José (en el californiano Silicon Valley) llamada BrighTex, el software da esta información en forma de gráficos que permiten ver rápidamente el estado de la piel. El producto permite, además, calcular cuántas horas de sol pueden tomarse en el futuro en función del tipo y el estado de la piel.
Todo ello lo convierte en una valiosa herramienta para los médicos y esteticistas, que podrían recomendar productos o procedimientos quirúrgicos con mayor conocimiento de causa y, además, mostrar a los pacientes el antes y el después de los tratamientos.
Clarity Pro saldrá al mercado al mes que viene y, según el sitio especializado en tecnología News.com, estará dirigido a los salones de belleza, fabricantes de cosméticos, investigadores y dermatólogos.
Cuando concluya el proceso de patentes el año que viene, la tecnología también será capaz de predecir las posibilidades de que la persona sufra cáncer de piel como consecuencia de la exposición al sol en el pasado. Se trata del último capítulo en la confluencia entre la tecnología y la dermatología.
Ambos campos cada vez se prestan más ayuda mutuamente, como muestra el creciente número de fabricantes de cosméticos que se esfuerzan por adoptar tecnologías de Silicon Valley para llevar al tocador sofisticadas cremas.
Desde minúsculas esferas de minerales diseñadas para penetrar en la piel hasta relajantes musculares, compañías de cosméticos como Estée Lauder, Freeze 24/7 o Procter & Gamble (fabricante de Olay) no escatiman en investigaciones en busca de la codiciada fórmula que consiga vencer al tiempo. Entre los nuevos campos que hasta hace bien poco nada tenían que ver con el tocador está el de la nanotecnología, la ciencia que estudia el comportamiento de lo muy pequeño.
Se trata de manipular lo microscópico para alcanzar una industria gigantesca, que el año pasado movió 10.000 millones de dólares en EEUU y que crece a un ritmo del 6 por ciento anual.
En el intento por conseguir la pócima mágica perecieron no pocas ideas que en su día se consideraron brillantes, como la de las microagujas que penetran en la piel para facilitar el paso de las sustancias.
Estas microagujas parecían lo ideal hasta que se descubrió que componentes no deseados como preservativos, irritantes o microbios podían penetrar también en la piel junto con los ingredientes rejuvenecedores.
Las microagujas han sido reemplazadas por minúsculas esferas de material proteínico que disuelven las enzimas de la piel, o relajantes musculares elaborados a partir de un ingrediente que contienen las pastillas contra la ansiedad.
La industria se esfuerza en probar con estos y otros refinados ingenios, pero para los consumidores no existen garantías de la eficacia de estas tecnologías.
El problema es que las cremas no están reguladas por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), lo que significa que el gobierno no avala su efectividad.
Por otra parte, en la mayoría de los casos los tratamientos son muy nuevos como para haber superado la prueba del tiempo, y a ello hay que añadir la ambigüedad innata de los remedios que prometen frenar el "mal" de la vejez.
Problemas que podrían quedar superados por tecnologías como Clarity Pro, ya que las toneladas de publicidad sobre las bondades del producto tendrían que venir acompañadas de imágenes por ordenador que demuestren que el producto sirvió para algo. |