La oncología está viviendo una revolución. Una convulsión que
podría destronar a la quimioterapia de su posición dominante como el
tratamiento predilecto frente al cáncer, mejorar sus tasas de curación y
reducir el terror que los pacientes sienten cuando se enfrentan a la
terapia química.
El cáncer es la enfermedad más temida por los españoles. Así lo
señala una encuesta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Sondeos europeos similares ratifican ese temor, que nace tanto del
riesgo de mortalidad asociado a la enfermedad como de la idea de
enfrentarse a la quimioterapia, el tratamiento más empleado para atajar
las consecuencias del cáncer y que provoca al paciente una catarata de
devastadores efectos secundarios.
En el intento de eliminar el
tumor desde dentro el cuerpo, la quimioterapia utiliza potentes fármacos
citotóxicos (tóxicos para las células). El problema es que esos agentes
no distinguen entre células enfermas y sanas; solo matan células, lo
cual se cobra un alto precio en el organismo: debilita el sistema
inmunitario y aumenta el riesgo de infecciones y otros problemas de
salud.
Sus efectos secundarios van desde los más conocidos,
como caída del cabello, cansancio extremo, náuseas, vómitos, diarreas o
estreñimiento, anemia o úlceras bucales, hasta otros menos visibles que
afectan a más largo plazo: daños cardiacos, renales, hepáticos o
pulmonares; osteoporosis; pérdida de capacidades cognitivas; disminución
de la audición; infertilidad; bajo deseo sexual... Incluso un 25 por ciento sufre más riesgo de desarrollar nuevos tumores a causa de la quimioterapia.
La
quimioterapia te hace perder la imagen y la autoestima a corto plazo y
supone un riesgo para la salud general a largo plazo», declara tajante
la actriz británica Hayley Mills, de 66 años, a la que en 2008 le
diagnosticaron un cáncer de mama y que, tras someterse a mastectomía y a
solo tres sesiones de quimioterapia, decidió abandonar el tratamiento.
«Me
aterraba más la quimio que el propio cáncer confiesa la protagonista de
Pollyanna. Sentía literalmente que el tratamiento me estaba matando y
decidí no continuar. Ahora, cuatro años después, sigo libre de cáncer.
Creo que el estilo de vida que decidí adoptar, con una dieta sana,
meditación y actividad física regular, me ha ayudado a superar la
enfermedad». ¿Hasta qué punto es eficaz la
quimioterapia? ¿Cómo mejora la supervivencia en el cáncer? ¿Compensa
pese a los problemas de salud y bienestar que genera? La respuesta a
estas cuestiones no es sencilla. Entre los miles de
estudios que se han realizado sobre los beneficios de la quimioterapia,
solo hemos encontrado uno publicado en 2004 en la revista Clinical
Oncology que analiza a fondo su contribución real a la supervivencia de
los pacientes con cáncer. Realizado por expertos del Centro Oncológico
del Royal North Shore Hospital de Sídney (Australia) sobre un total de
22 cánceres diferentes, y tomando como base una larga lista de rigurosos
ensayos clínicos y estadísticas oficiales, sus conclusiones resultan
demoledoras:
«La contribución general de la quimioterapia, tanto
curativa como adyuvante, a la supervivencia a cinco años en pacientes
adultos es del 2,3 por ciento en Australia y del 2,1 por ciento en los
Estados Unidos. Dado que la tasa de supervivencia del cáncer a cinco
años en Australia es de más del 60 por ciento, queda claro que la
quimioterapia citotóxica hace una contribución muy pequeña a la
supervivencia». Más claro, imposible. Hay dos posibles
explicaciones a por qué la quimioterapia no es del todo eficaz, apunta
el doctor Jesús García-Foncillas, jefe del departamento de oncología de
la Fundación Jiménez Díaz de Madrid y uno de los investigadores de la
genética del cáncer más reconocidos: una es que no destruye
todas las células cancerosas, lo que deja algunas vivas que continúan
dividiéndose hasta que la enfermedad reaparece visiblemente en el
paciente.
La otra explicación es que, en su lucha darwiniana por
sobrevivir, algunas células cancerosas son capaces de entrar en una fase
de latencia y ocultarse en lugares conocidos como santuarios, una
estrategia que les permite escapar de la acción de los agentes
citotóxicos. En esos lugares poco habituales, esas células insidiosas
esperan su oportunidad para generar nuevas células cancerosas que se
dividen y difunden rápidamente. Es lo que conocemos como células madre
cancerosas». El Proyecto Genoma Humano, que culminó en
2003, fue el punto de inflexión hacia un nuevo enfoque en el tratamiento
del cáncer, al abrir el camino a los test genéticos y permitir el
desarrollo de medicamentos biológicos, capaces de bloquear rutas
celulares implicadas en el desarrollo de los tumores. «Ese conocimiento
nos está permitiendo diseñar terapias personalizadas aclara
García-Foncillas y muchos nuevos medicamentos, con menores efectos
secundarios y mucho más tolerables, que ya están evitando el uso de
quimioterapia en algunos pacientes.
Es decir, hemos ido sustituyendo el
bombardeo indiscriminado por las bombas inteligentes, que destruyen
objetivos específicos pero respetan el resto del escenario».La
utilización del test Oncotype DX, que analiza los genes implicados en la
recaída del cáncer, ya ha reducido el empleo de quimioterapia en
pacientes de cáncer de mama en más de un 20 por ciento en los últimos
ocho años en los Estados Unidos. El fabricante del test (GenomicHealth
Inc.) ha lanzado otro similar para determinar si pacientes con cáncer de
próstata necesitan someterse a cirugía o radioterapia. Al tiempo,
otros estudios están convenciendo a los médicos de que menos
tratamiento, e incluso nada, puede ser mejor en algunos casos. «Un
seguimiento riguroso podría evitar los efectos de la quimio y la
radioterapia a muchos pacientes sin reducir por ello sus probabilidades
de una vida larga y saludable», estima el doctor Clifford Hudis,
presidente entrante de la Asociación Americana de Oncología Clínica
(ASCO).El nuevo enfoque de menos es más fue el leitmotiv del congreso
anual de la ASCO, celebrado en junio en Chicago, el más importante del
mundo en oncología.
Entre los miles de nuevos ensayos clínicos
presentados, uno señalaba que los hombres diagnosticados con seminoma
(un tipo de cáncer de testículos) en estadio temprano evolucionan bien
sin tratamiento tras la cirugía para extirpar el tumor. Otro
demostraba, por primera vez, que un tratamiento sin quimioterapia
citotóxica produce tasas de supervivencia más altas a los dos años de
tratamiento que la quimioterapia tradicional en pacientes con leucemia
promielocítica aguda. Paralelamente, un estudio francés revelaba que
omitir la quimioterapia en el tratamiento inicial de un tipo de leucemia
infantil no reducía las probabilidades de supervivencia en esos niños. «Estos enfoques están abriendo nuevas oportunidades en la oncología», asegura García-Foncillas.
Y lo dice con conocimiento de causa. Hace pocas semanas, Ana una
estudiante de 28 años acudía a su consulta con un diagnóstico de cáncer
de colon avanzado y con la amarga noticia de que ya no quedaban
tratamientos en el arsenal para ella. «Tras una larga reflexión
decidimos estudiar el caso desde la genética explica. Por su perfil
genético dedujimos que podíamos aprovechar su sistema inmunológico para
combatir el tumor mediante un anticuerpo. La tratamos solo con
ese anticuerpo, en condiciones muy desfavorables, y fuimos capaces de
generar una respuesta de sus defensas frente al tumor. Hoy, el cáncer de
Ana está en respuesta después de varias líneas de quimioterapia
infructuosa».«Lo que estamos viendo es una combinación de nuevas
tecnologías y tratamientos cada vez más específicos y eficaces explica
Sandra Swain, presidenta de la ASCO. Hemos probado con fármacos no
específicos y hemos comprobado que darles quimioterapia a los pacientes
no (necesariamente) los cura». El primer
medicamento biológico en conseguir un alto nivel de respuesta fue
imatinib (Gleevec), que actúa inhibiendo una enzima implicada en la
proliferación celular. Imatinib saltó a las portadas de todo el mundo en
2001 por conseguir la curación de la gran mayoría de los pacientes con
leucemia mieloide crónica y de aquellos con tumor de estroma
gastrointestinal (GIST); ambos, de muy mal pronóstico hasta entonces.
Hoy, los enfermos de GIST pueden evitar totalmente la quimioterapia
gracias a imatinib. Igualmente, pacientes con ciertos tipos de cáncer de
pulmón o melanomas asociados a una mutación genética conocida como BRAF
pueden sustituir la quimioterapia por medicamentos.
Asimismo, un
fármaco dirigido a una mutación en el gen ALK (crizotinib) funciona en
aproximadamente el cuatro por ciento de los enfermos de un tipo de
cáncer de pulmón especialmente agresivo. El mismo medicamento también es
eficaz en un tipo de linfoma infantil poco frecuente, pero muy
agresivo.
Lamentablemente, el enfoque no carece de puntos débiles. Al
igual que los virus y las bacterias, las células tumorales generan
mutaciones que les otorgan resistencia frente a los fármacos biológicos.
Eso pasa, por ejemplo, en un porcentaje de pacientes con leucemia
mieloide crónica tratados con imatinib. Por suerte, no supone en
absoluto el final de la historia, porque una segunda generación de
medicamentos (como nilotinib o dasatinib) son capaces de eludir la
resistencia y acudir al rescate de esos pacientes.Y es que los cánceres
no son entidades inmutables. «Cada tumor puede estar
compuesto por tipos diversos de células cancerosas con cientos de
mutaciones distintas que los hacen candidatos a fármacos diferentes
aclara Martin Tallman, jefe del servicio de leucemia en el Memorial
Sloan-Kettering Cancer Center. E incluso esas células mutadas siguen
cambiando durante el tratamiento de ese paciente concreto. Aunque esas
particularidades hacen el cáncer difícil de tratar, suponen una
oportunidad para diseñar nuevos enfoques terapéuticos». «Tradicionalmente,
si un tumor desarrollaba resistencia a un agente citotóxico, lo
descartábamos y recurríamos a otro fármaco explica García-Foncillas.
Ahora podemos hacer biopsias de los tumores y realizar test genéticos y
moleculares para ver por qué un tratamiento no funciona del modo
esperado. Esa estrategia puede permitirnos comprobar, por ejemplo, cómo
solo una pequeña parte de un tumor ha desarrollado resistencia al
medicamento. En esa situación podemos eliminarla quirúrgicamente o
administrar otro tratamiento personalizado para la parte que ha
desarrollado resistencia, mientras dejamos que el medicamento original
actúe en la mayor parte del tumor, que sigue respondiendo a él». Técnicas
así de creativas suman años de vida a un número cada vez mayor de
pacientes. «En la actualidad hay muchas esperanzas puestas en
tratamientos con combinaciones de fármacos, en una estrategia parecida a
la que se utiliza con el VIH aclara Douglas Hanahan, director del
Instituto Suizo para la Investigación Experimental del Cáncer. Dichas
combinaciones parecen funcionar mejor en cánceres hematológicos e
inmunitarios, como las leucemias crónicas.
Los tumores sólidos,
como los de mama, próstata o pulmón, suelen tener mayor variedad
genética, lo que hace casi imposible el tratamiento con fármacos
dirigidos a rutas celulares concretas. Eso significa que, de momento, la
quimioterapia citotóxica va a seguir formando parte del arsenal
terapéutico». Con una salvedad: hasta la propia quimioterapia está
siendo reformulada.
Por ejemplo, se ha visto que envolver los agentes
citotóxicos en burbujas microscópicas de grasa logra que la
quimioterapia llegue más directamente al tumor, evitando las células
sanas.Dicho esto, a medida que los manuales de oncología evolucionan al
son de la ciencia, la quimioterapia puede acabar convirtiéndose en
tratamiento de último recurso. «De momento, la idea de tratar el
cáncer por su tamaño o el lugar donde se origina el pulmón, la mama, la
próstata o el riñón está siendo arrinconada en favor de tratamientos
capaces de bloquear los procesos que permiten que los tumores crezcan y
se desarrollen, señala García-Foncillas. Sin duda, estamos viviendo un
momento apasionante». Veinte años de luchaObjetivo: acabar con la quimioterapia 2001: Se prueba imatinib,
el primer tratamiento biológico frente al cáncer. Resulta eficaz en
pacientes con leucemia mieloide crónica y con tumor de estroma
gastrointestinal. 2005: Se lanza Oncotype DX, un
test que analiza los genes implicados en el cáncer de mama.Su uso ha
reducido en ocho años un 20 por ciento el uso de quimioterapia en estas
pacientes. 2010: Comienzan a emplearse los cócteles de fármacos personalizados. Se revelan eficaces en cánceres hematológicos e inmunitarios, como las leucemias. 2011:
Se empieza a trabajar en la inmunoterapia, la creación de moléculas
que, dentro del cuerpo, harán que este luche por sí mismo frente al
cáncer. La Clínica de Navarra es uno de los diez centros de la red mundial en este campo. 2020: Las terapias orales ya estarán implantadas. Los tratamientos estarán personalizados y tendrán menos efectos secundarios que los actuales. Por una oncología sin tóxicosJesús
García-Foncillas, jefe de oncología de la Fundación Jiménez Díaz,
pronostica que en pocos años la quimioterapia quedará «arrinconada» para
tratar el cáncer. «Ya trabajamos en terapias personalizadas dirigidas a
dianas moleculares concretas y con fármacos con menos efectos
secundarios que los actuales citotóxicos».Y para el futuro cree que la
quimioterapia será sustituida por tratamientos «capaces de bloquear los
procesos que permiten que los tumores se desarrollen». Fuente: XL Semanal
Powered by AkoComment! |