Tenida popularmente como una depresión de segundo orden,
la enfermedad bipolar se reivindica. Los Institutos de Salud Nacionales de EEUU
han puesto de relieve que los días de trabajo perdidos por parte de pacientes
bipolares doblan los de los pacientes depresivos, y no dudan en categorizar a
esta enfermedad como la principal lacra de salud mental del país.
En su edición de septiembre, la revista American Journal of Psychiatry incluía un
estudio llevado a cabo por la Universidad de Harvard, por encargo de los
Institutos de Salud Nacionales de EEUU (NIH), en el que se recogían datos de
3.378 trabajadores con enfermedad bipolar, relativos al impacto de esta
patología en el mundo laboral. El estudio concluía que los bipolares
estadounidenses causan anualmente pérdidas de 14.100 millones de dólares, y que
la media de días de trabajo perdidos al año (65,5) supera en mucho a los de la
depresión mayor (27,2).
Los depresivos mayores son muchos más (6,4% del total de la población activa,
por sólo un 1% de la enfermedad bipolar), razón por la cual siempre se había
pensado que el impacto de la depresión mayor superaba al de la depresión
bipolar en términos de costes laborales. La sorpresa de los investigadores
ha sido descubrir que no ocurre exactamente así. Para explicar este revés
estadístico, los expertos apuntan a errores médicos al tratar muchas
enfermedades bipolares como depresiones mayores, algo que deteriora la evolución
de los pacientes y dificulta su integración a una vida normal. El estudio en
cuestión descubrió que hasta un 44% de los pacientes seguidos tomaba fármacos
antidepresivos que, por sí solos, no garantizan el control adecuado de la
enfermedad. Trastorno del humor
Calificada muchas veces como depresión maníaca de forma algo
equívoca, la enfermedad bipolar es en realidad un trastorno del humor que
produce cambios drásticos y graves. Los pacientes experimentan cambios que
abarcan de periodos excesivamente eufóricos (con episodios maníacos) a fases de
extrema tristeza y desesperanza (con episodios depresivos), que se repiten de
forma cíclica y a menudo con días de humor totalmente normal (eutimia)
entre un extremo y otro. El trastorno bipolar debuta de forma típica en los
últimos años de la adolescencia o los primeros de la edad adulta (de los 15 a
los 25 años), y la mala noticia es que los episodios de manía y depresión
habitualmente se presentan de forma recurrente durante toda la vida. Debido a que muchos trastornos bipolares siguen confundiéndose con otros trastornos mentales como las
depresiones, pueden transcurrir hasta diez años hasta su correcta
identificación, perdiendo de este modo una ventana terapéutica excelente y la
ocasión de un mejor control de las crisis. Por razones que aún se desconocen, el
número de mujeres con este trastorno triplica al de los varones. Se sabe hoy día
que el trastorno bipolar tiene un componente hereditario importante. Los genes
pueden determinar una susceptibilidad a dicho síndrome, toda vez que se ha
sugerido también, como desencadenante, un desequilibrio de neurotransmisores o
una disfunción sináptica. Dos polos, dos
Los cambios de humor, pasar de un estado de ánimo al contrario, son la
principal característica de la enfermedad bipolar. En la fase maníaca, el
paciente experimenta una autoestima exagerada, una autoconfianza excesiva;
duerme poco, habla mucho, expresa pensamientos competitivos y desarrolla una
conducta muy impulsiva, a veces inapropiada. Esta fase puede presentar también
síntomas de agitación o de una cierta violencia que, junto con posibles
alucinaciones, pensamientos delirantes o desordenados, pueden sugerir una
psicosis. Separada de la fase maníaca por periodos cortos de estabilidad y
normalidad, la fase depresiva sume luego al paciente en un estado persistente de
tristeza o desesperación, con trastornos del sueño, poco apetito, apatía, baja
autoestima e incluso pensamientos suicidas. Esta fase depresiva suele durar más
tiempo que la maníaca.
Atendiendo a las características de cada fase y a sus ciclos, los psiquiatras
distinguen una enfermedad bipolar de tipo uno (con periodos de depresión
intercalados con manía, o incluso periodos mixtos en los pueden darse
simultáneamente signos de manía y de depresión), de tipo dos (periodos de
depresión intercalados con periodos prolongados, de al menos cuatro días, de
manía leve o hipomanía), de ciclo rápido (presencia de al menos cuatro episodios
de manía o depresión al año), inespecífica (periodos recurrentes de depresión
intercalados con periodos de hipomanía muy breves, de menos de cuatro días) o
ciclotimia (periodos prolongados, de al menos dos años, de alternancia de
depresión leve o distimia con hipomanía).
El tratamiento no es fácil, puesto que comprende tanto los episodios agudos
de manía como los de depresión bipolar y la prevención de recaídas. Como la
enfermedad no tiene cura, los psiquiatras abogan normalmente por recetar una
combinación de fármacos: estabilizadores del humor (el más conocido es el
litio), antipsicóticos y antidepresivos. El problema es que el cumplimiento
terapéutico dista mucho de ser el óptimo. Hasta un 64% de los pacientes asegura
no tomar su medicación en los términos prescritos. Tal incumplimiento es la
causa más común de recaídas, que a menudo requieren hospitalización. Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |