Acné, alopecia, rosácea, eccema, verrugas... Son muchos los trastornos de la
piel que empeoran ante situaciones de estrés y ansiedad. Y aunque los canales
que comunican mente y cuerpo apenas empiezan a ser comprendidos por los
especialistas, cada vez son más los dermatólogos que recurren a la psicoterapia
para tratar ciertas enfermedades de la piel.
El interés por esta relación ha dado lugar al nacimiento de la llamada
Psicodermatología, una especialidad a medio camino entre lo psicológico
y lo dermatológico que combina el uso de fármacos con terapias tan
dispares como la relajación, la meditación o la hipnosis.
"La mayoría de las personas que visita a un especialista por problemas de
piel tiene algún trastorno psicológico que puede afectar al modo en que responde
a los tratamientos", reconoce el doctor Ted Grossbart, especialista en esta
materia del Centro Beth Israel Deaconess de Boston (en EEUU), en la revista
'Harvard Women's Health Watch'.
Quienes se dedican a abordar los vínculos entre mente y piel reconocen que es
difícil establecer una relación causal directa entre ambas, pero no tienen
ninguna duda al asegurar que el estrés y otros trastornos
psicológicos son capaces de agravar o desencadenar ciertos problemas
dermatológicos.
Estrés, exámenes, guerras y terremotos
"Los dermatólogos sabemos bien que, por ejemplo, el acné de los adolescentes
empeora en épocas de exámenes; o que existe un tipo de caída de
cabello, la alopecia areata, fuertemente vinculada con el estrés", añade Marta
García Bustinduy, especialista del Hospital Universitario de Canarias y miembro
del grupo de trabajo de la Academia Española de Dermatología sobre este
tema.
Algunas investigaciones han demostrado que el estrés crónico puede llegar a
alterar la barrera permeable que tiene nuestra piel para protegernos de
agresiones externas o evitar la pérdida de fluidos de algunas de las capas que
la constituyen. Una alteración que se considera clave en numerosas enfermedades
de la piel.
Otros trabajos, por su parte, han detectado elevadas tasas de alopecia
(pérdida de cabello) en poblaciones que han sufrido una guerra o un atentado
terrorista. En el transcurso de la guerra de los Balcanes, los
brotes de psoriasis fueron muy abundantes; mientras que muchos casos de
dermatitis atópica se vieron agravados tras el terremoto sufrido en 1995 por la
localidad japonesa de Hanshin.
En otros casos, el paciente padece algún trastorno que le desfigura la cara o
le estigmatiza socialmente (herpes genital o un vitíligo grave, por ejemplo) y
puede llegar a provocar en él sentimientos de humillación y depresión, alterando
seriamente su calidad de vida. Ciertos estudios mencionan mayor riesgo de
suicidio entre personas con acné o psoriasis grave.
¿Qué hay que tratar primero?
La Psicodermatología no pretende, según añade el mismo artículo, sustituir
los fármacos tópicos por psicoterapia. Pero entonces, ¿qué hay que
tratar primero, la mente o la piel? Como responde la especialista
canaria se trata de ahondar en los trastornos de la psique que se esconden
detrás de una alteración cutánea y solucionar el problema desde ambas vías
simultáneamente.
El problema, como admite Bustinduy, es que se trata de un "terreno difícil y
muchos pacientes piensan que les estás llamando locos, se
niegan en rotundo a que indagues en sus problemas personales y cambian de
especialista cuando oyen mencionar el tema".
Por eso, reconoce, la sensibilidad del dermatólogo juega un papel importante
para saber buscar la raíz del problema. "Decirle a las personas el porqué de las
cosas es tranquilizador, los pacientes llegan a agradecer que les mandes al
psicólogo". La falta de tiempo en las consultas de la Seguridad Social es otro
de los problemas de sus colegas a la hora de prestarle más atención a este
asunto, reconoce.
Muchos dermatólogos recurren a la medicación psiquiátrica
(antidepresivos, benzodiacepinas, ciertos antihistamínicos...) para controlar
algunas patologías. "Algunos colegas están muy acostumbrados a tratar con
psicofármacos, mientras que otros preferimos consultar al psiquiatra o remitirle
el caso", matiza la dermatóloga española.
Fármacos o psicoterapia
Otro recurso del que disponen estos profesionales es el uso de ciertas
terapias psicológicas, pese a que muchas de las investigaciones
que han tratado de demostrar sus beneficios eran pequeñas o tenían deficiencias
metodológicas.
Algunos de estos trabajos, por ejemplo, han mostrado ciertas mejorías en el
control de la sudoración o los picores, la alopecia e incluso las verrugas
gracias a la hipnosis. Las técnicas de relajación y
meditación, por su parte, se han empleado conjuntamente con la medicina
convencional para el tratamiento del acné, la psoriasis, el eccema o la
urticaria.
Un escenario bien distinto es el de ciertas enfermedades psiquiátricas cuyas
manifestaciones acaban repercutiendo sobre la piel. En estos casos, tratar la
patología de la mente es prioritario, aunque también hace falta un dermatólogo
que cuide de esos efectos secundarios que a menudo se provoca el propio
paciente.
Es el caso de la tricotilomanía, una alteración se refleja
en tirones de pelo continuos; la parasitosis ilusoria, por la que el paciente
piensa que su cuerpo está infectado por parásitos y se rasca y araña
continuamente la piel; o la dermatitis artefacta, un trastorno que lleva a
autolesionarse la piel.
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