Con características
similares a la bulimia, esta condición se caracteriza por la necesidad de
comer constantemente y con mucha rapidez. La principal diferencia con
respecto a la bulimia es que quienes la padecen no recurren constantemente
a los vómitos y los laxantes para compensar los atracones.
Los trastornos de alimentación son, hoy en día, moneda corriente. Desde la
anorexia y la bulimia hasta la desnutrición, el amplio espectro comprende
diversas afecciones que provocan distintos efectos negativos. La principal
razón es que no se trata sólo de condiciones de carácter nutricional, sino
también psicológicas y orgánicas.
Uno de ellos es el denominado Trastorno Alimentario Compulsivo (Binge
eating disorder, según su identificación en inglés), que se
caracteriza por la necesidad de alimentarse constantemente y en forma
compulsiva. Incluso, de acuerdo con los especialistas, esta afección
resulta mucho más difícil que tratar que la anorexia y la bulimia.
Solange tiene 39 años y hace diez, cuando todavía estaba terminando su
carrera en la facultad, vivió un episodio personal que resultó muy difícil
de sobrellevar. “Por esos días creía que la comida era mi única aliada.
Ahora lo pienso y no lo puedo creer. Comía todo el día y la verdad es que
no sé si lo que yo tenía era trastorno alimentario compulsivo porque creo
que se trata de una definición bastante más nueva, pero lo cierto es que
yo comía compulsivamente, todo el tiempo y dándole a la comida un valor
que hoy en día creo no tiene”.
Si bien a menudo puede confundirse con la bulimia, una de las diferencias
es que, por lo general, quienes padecen trastorno alimentario compulsivo
no vomitan ni toman laxantes luego de los “atracones” con lo cual suben
mucho más rápido de peso.
“El binge es una condición muy compleja que, de hecho, no se trata sólo en
el consultorio del nutricionista, sino que requiere de un equipo de
profesionales, sobre todo psicólogos o psiquiatras, que puedan ayudar a
sobrellevar la situación. Es por eso, que en mi caso particular, suelo
derivar a los pacientes que llegan al consultorio con esta afección que, a
diferencia de la bulimia en la cual es sistema de atracones – compensación
es constante, la conducta típica es cuidarse, cuidarse, cuidarse y de
golpe explotar sintiendo, el día posterior, una gran culpa que lleva a
querer compensar ese exceso”, explicó a Pro-Salud News la
licenciada Claudia Fernández, jefa del Servicio de Nutrición del
Instituto de Cardiología de Corrientes.
“Debido a las características que comparte con otras afecciones, hay una
confusión acerca de si la alimentación compulsiva es un trastorno en sí, o
constituye una característica más de otras condiciones”, indicó, en este
sentido, el doctor Harrison Pope, integrante de la Escuela Médica de la
Universidad de Harvard en Boston, Estados Unidos y responsable de un
estudio del que participaron 131 adultos que padecían este trastorno.
De acuerdo con los resultados de esta experiencia, que forman parte de la
reciente edición de la publicación American Journal of Psychiatry,
el tiempo promedio de duración de este trastorno –aún realizando
tratamientos integradores para lograr la recuperación – es de 14 años,
mientras que en el caso de la bulimia y la anorexia puede lograrse el alta
aproximadamente a los seis.
“La mayoría de los participantes manifestaron sentir que su enfermedad es
un episodio en continuado durante una importante porción de su vida, y no
un momento caracterizado por una serie de crisis”, destacó el doctor Pope.
En cuanto a las claves de esta enfermedad, se pueden destacar dos
fundamentales: la angustia que lleva a depositar toda fuente de
sosiego en la comida, y el estrés que genera situaciones de mucho
nerviosismo durante las cuales, de acuerdo con lo manifestado por Solange,
“sentís que necesitas comer algo todo el tiempo”.
Por su parte, entre los principales síntomas se destacan la
preocupación por el peso y por las calorías de las comidas, el nerviosismo
sobre el peso corporal y, por supuesto, la sensación de comer todo el
tiempo perdiendo el control de la ingesta.
“Si bien esta desproporción puede presentarse una vez a la semana, una vez
al mes o cada tres meses, hay que prestar mucha atención no sólo al
atracón en sí, sino también al día después. Si la persona siente culpa y
recurre ya sea a laxantes, a vómitos y hace mucho ejercicio físico, hay
que consultar con el especialista pues podemos estar frente al comienzo de
un cuadro de anorexia o bulimia. La mayor peligrosidad de este cuadro
radica en la necesidad de compensar producto de la culpa”, concluyó la
licenciada Fernández.
Algunos puntos para detectar el trastorno
- Alimentarse más rápidamente que lo normal
- Comer hasta tener una sensación desagradable de saciedad
- Ingerir grandes cantidades de comida sin tener sensación de hambre
- Almorzar o cenar solos, sin compañía
- Sentir sensación de disgusto después de haber comido tanto
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