El crecimiento de la construcción y el de las ventas de automóviles,
ocurridos el año pasado en la Argentina, palidece ante el imparable
incremento del uso de la toxina botulínica o Botox, según su nombre
comercial más popular. Su aplicación para borrar las huellas del paso
de los años sobre el rostro subió 40 por ciento durante 2006, según
cifras de la industria farmacéutica. Ese aumento se suma al que había
experimentado la toxina en 2005: nada menos que 53 por ciento.
"Es impresionante el crecimiento del uso de la toxina botulínica
–afirmó a La Nacion la doctora Rosa Flom, médica dermatóloga miembro de
la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) y de la Academia Americana
de Dermatología, de Estados Unidos–. A medida que la crisis va quedando
más lejos, las mujeres que recuperan el poder adquisitivo vuelven al
consultorio. Y muchas se vuelcan a la toxina botulínica.”
Para quienes consultan por tratamientos estéticos, entre los
cuales cada vez hay más varones, la toxina botulínica resulta mucho más
accesible que otras terapias más invasivas. “Un tratamiento del tercio
superior de la cara [entrecejo, arrugas de la frente, patas de gallo]
con toxina botulínica cuesta en promedio 300 dólares, mientras que una
cirugía plástica oscila entre los 6000 y 10.000 dólares", comparó la
doctora Claudia Albanese, experta en dermatocosmiatría, miembro también
de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD).
"El uso de toxina botulínica no puede reemplazar una cirugía
plástica en personas en las que el envejecimiento facial se encuentra
muy avanzado -advirtió el doctor Manuel Sarrabayrouse, jefe del
Servicio de Cirugía Plástica y Estética del Hospital Italiano-, pero en
arrugas no tan profundas, como las del tercio superior de la cara, hoy
es el procedimiento de elección."
En otras indicaciones, como las del tercio medio de la cara
-las arrugas de la boca o los surcos nasogeneanos- o las del cuello, en
las que no es el tratamiento de elección, también se utiliza la toxina.
"Muchos pacientes que son reacios a entrar en el quirófano o que por
algún problema de salud no pueden ser sometidos a una cirugía hallan en
la toxina una opción menos invasiva", agregó Sarrabayrouse.
La aplicación de toxina botulínica no requiere anestesia ni
internación; se realiza a través de microinyecciones que duran minutos
y que permiten que la persona pueda retomar inmediatamente sus
actividades cotidianas. "Esta posibilidad de un procedimiento que
permite volver inmediatamente al trabajo es la que atrae a los
varones", comentó la doctora Mónica Milito, cirujana plástica, miembro
de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica.
"El uso de la toxina botulínica también ha crecido entre los
varones, que recurren generalmente a ella después de los 70 años para
borrar las arrugas de la frente, que les dan un aspecto de preocupación
o de enojo -dijo Flom-. El hombre viene después de que su mujer se ha
hecho el tratamiento y de que ve que el resultado es natural. Aunque
también vemos varones que vienen porque un amigo se puso toxina."
"Para los varones de más de 50 años, además, el uso de toxina
botulínica a veces constituye una herramienta para competir
laboralmente, cuando se les dificulta conseguir trabajo por la edad",
agregó la doctora Albanese.
Paciente cautivo
Desde su aprobación para uso cosmético en la Argentina en
2001, por parte de la Administración Nacional de Alimentos,
Medicamentos y Tecnología Médica (Anmat), el uso del Botox no ha dejado
de crecer.
Claro que una de las características inherentes al tratamiento
hace que sea difícil que el número de pacientes -en su mayoría mujeres
de entre 35 y 65 años de edad- se reduzca. Y ésta es que los efectos de
la toxina sólo duran meses.
"El paciente de la toxina botulínica es un paciente cautivo y
activo -señaló la doctora Albanese-. Como sus efectos son temporarios,
cuando éstos desaparecen el paciente vuelve a la consulta a hacerse
nuevamente el tratamiento. El paciente que se puso toxina botulínica
una vez es muy difícil que deje de ponerse."
Los efectos de la toxina botulínica duran entre 3 y 6 meses. Y
eso, para los especialistas en medicina estética, es una ventaja. "Los
tratamientos que no son para toda la vida tienen una ventaja: uno puede
arrepentirse", explicó el doctor Sarrabayrouse. "Uno puede repetir el
tratamiento, pero no hay obligación.
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