El consumo frecuente de pescado y marisco durante el embarazo favorece el desarrollo del niño, según un estudio publicado en 'The Lancet'.
Los resultados contradicen a las autoridades de Estados Unidos, que en
2004 recomendaron limitar estos alimentos en la dieta por el riesgo que
suponía para el feto un residuo presente en estos animales, el
metilmercurio.
Los responsables de este trabajo reconocen el peligro potencial del
metilmercurio, un compuesto que se puede formar en aguas contaminadas
por este metal pesado y que, al pasar a la cadena alimenticia, produjo
algunas intoxicaciones en Japón en la década de los 50, entre otras.
Sin embargo, los autores consideran que "los efectos dañinos que puede
tener sobre el desarrollo cerebral no superan los beneficios que poseen otros nutrientes presentes en el pescado y el marisco".
El cerebro de un niño recién nacido está compuesto en un 50% de
lípidos que se forman a partir de ácidos grasos esenciales. Algunos de
ellos son sintetizados por el propio organismo pero otros deben ser
incorporados con la dieta, como el ácido docosahexaenoico (de la
familia omega 3), y una buena fuente es el pescado. La escasez de estos
elementos, que desempeñan labores importantes en el sistema nervioso
central, puede tener graves consecuencias.
Pero en el año 2004, la Food and Drug Administration, organismo que
regula los alimentos y medicamentos en EEUU, y la Agencia de Protección
Medioambiental, publicaron un aviso recomendando limitar el consumo de algunos pescados
que acumulaban elevadas cantidades de metilmercurio ya que en grandes
cantidades puede provocar parálisis cerebral, microcefalia, ceguera y
otros daños irreversibles en el feto.
Mejor desarrollo infantil
El objetivo del estudio dirigido por J. R. Hibbeln, del Instituto
Nacional de Alcoholismo de EEUU, era determinar los beneficios y
riesgos del consumo de pescado. Para ello, preguntaron a 11.875
embarazadas inglesas en la 32 semana de gestación acerca de sus hábitos
alimenticios y, posteriormente, sobre las aptitudes de sus hijos a los
seis, 18, 30 y 42 meses de edad.
Las participantes fueron clasificadas en tres grupos: las que no
consumían pescado o marisco (12%), las que tomaban menos de 340 gramos
semanales (65%) y las que superaban esa cantidad (23%). Los niveles
ingeridos de ácidos grasos omega 3 se calcularon según el tipo de pez:
blanco, 0,32 gramos; azul, 0,89g; y marisco, 0,34g por ración.
Al revisar las puntuaciones obtenidas por sus hijos en los
cuestionarios de inteligencia, comportamiento y desarrollo psicomotriz,
aquellos cuyas madres habían tomado mayores cantidades de omega 3 obtuvieron mejores resultados.
Las autoridades sanitarias estadounidenses alertaron de que el
consumo excesivo de pescado durante el embarazo podía afectar
negativamente a la inteligencia verbal y capacidades comunicativas del
niño, pero estos resultados "indican justamente lo contrario", según
afirman los autores.
«Estos resultados destacan la importancia de incluir el pescado en
la dieta durante el embarazo y apoyan la creencia popular de que este
es el alimento del cerebro», señalan Gary Myers y Philip Davidson, de
la Universidad de Rochester, en un editorial publicado en la misma
revista.
Otros estudios han determinado que los omega 3 son importantes en la prevención del cáncer de riñón o de la degeneración macular (una importante causa de ceguera), para frenar el deterioro cognitivo en el anciano o para proteger a los pacientes que han sufrido un infarto al corazón.
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