¿Es lícito reanimar a prematuros en el umbral de la viabilidad?
Amillia, un bebé nacido a las 22 semanas y con 284 gramos de peso,
recibe el alta médica en EEUU. En España no se actúa en prematuros de
menos de 23 semanas de vida por las secuelas que pueden sufrir entre un
7% y un 10% de los recién nacidos españoles es prematuro, una cifra que
aumenta. Pese a que los avances médicos han logrado elevar la
supervivencia de estos bebés, el porcentaje de ellos que sufrirá graves
secuelas no se ha reducido. Por eso, los expertos defienden no
intervenir en los más inmaduros
Amillia Taylor desafió a las leyes de la Naturaleza y ha ganado.
Imagine la longitud de un bolígrafo y el peso de un entrecot: es lo que
ella midió (24 centímetros) y pesó (284 gramos) al nacer. La mayoría de
los niños viene al mundo tras una gestación de entre 37 y 40 semanas,
pero Amillia quebrantó las reglas el pasado 24 de octubre al nacer a
las 21 semanas y seis días de ser concebida con la ayuda de un
tratamiento de fecundación 'in vitro'. Nadie, ni los médicos que la
atendieron en el Hospital de Niños de Miami (EEUU), ni el resto de
especialistas del mundo hubiera sospechado que la recién nacida
-oficialmente la prematura más pequeña del mundo- se agarrara con tanta
fuerza a la vida. Máxime si se valora que la mayoría de las sociedades
de Neonatología y Pediatría internacionales, incluidas las españolas,
considera que los bebés nacidos con menos de 23 semanas no son viables.
Por este motivo, lo que algunos expertos han calificado de «milagro»
otros tantos lo han considerado un «experimento médico». Al margen de
opiniones enfrentadas está la realidad. La mayoría de los recién
nacidos de menos de 24 semanas fallece y la mitad de los que sobreviven
arrastra graves secuelas físicas y psíquicas toda su vida. Los
neonatólogos consultados por SALUD insisten en que este caso es
excepcional y no debe alentar falsas esperanzas en los futuros padres
cuyos hijos decidan nacer demasiado pronto.
El caso de Amillia Taylor es insólito y único. No lo es, en cambio,
el hecho de que, cada año, cerca de 13 millones de niños en todo el
mundo precipiten su nacimiento. Y esta cifra va en aumento. En nuestro
país, y según la Sociedad Española de Neonatología (SEN), el número de
bebés impacientes por venir al mundo se ha incrementado en un 13% desde
2001, motivo que justifica que los especialistas reclamen más recursos
sanitarios para hacer frente a lo que tachan como «problema sanitario
de primer orden». Carmen Rosa Pallás, jefa del servicio de Neonatología
del Hospital 12 de Octubre de Madrid, lo atestigua: «Nosotros estamos
ampliando nuestra unidad debido al aumento de casos. El porcentaje
actual de niños pretérmino (todo aquel que nace antes de la semana 37
de gestación) está entre el 7% y el 10% dependiendo del área
geográfica. El crecimiento se está produciendo, precisamente, a costa
de bebés cada vez más pequeños».
Gracias a la Red Española de Unidades Neonatales, integrada por 59
servicios y creada en 2002 por la SEN, y a su base de datos de recién
nacidos con menos1.500 gramos (de ahí el nombre SEN1500), se sabe que
hace sólo dos años nacieron 46 niños de menos de 24 semanas dentro de
nuestras fronteras: 12 de ellos murieron en el mismo paritorio,
mientras que otros 27 fallecieron en la unidad neonatal (ver gráfico).
En ese mismo año, otros 190 pequeños decidieron abandonar el vientre
materno con 25 semanas de gestación, el 44% de ellos pereció.
A LA LARGA
Pese a los avances producidos en el campo de la neonatología y los
esfuerzos denodados de los especialistas, que sacan adelante al 80% de
los prematuros de menos de 1.500 gramos, la ciencia no ha logrado aún
poner freno a los partos prematuros y, lo que es peor, reducir la
mortalidad y la secuelas a largo plazo que pueden sufrir estos pequeños.
De hecho, un estudio pionero que vió la luz en 2002 en 'The New
England Journal of Medicine', constataba que las desventajas
educacionales asociadas a la prematuridad (rendimiento académico y
cociente intelectual bajos) persisten a los 20 años. Aunque, eso sí, el
trabajo demostraba que estos jóvenes toman menos alcohol y drogas que
los nacidos a término.
Ésta es tan sólo una de las razones por la que los especialistas
tienen claro cuándo no deben intentar reanimar a un prematuro y actuar
con todo el armamento terapéutico disponible: por debajo de las 23
semanas de gestación. Entonces esperan a que la propia inmadurez del
recién llegado no le permita vivir.
Tanto la propia SEN, como todos los expertos consultados por SALUD
están de acuerdo en esta edad gestacional. También lo está la
Asociación Americana de Pediatría, que considera a los bebés de menos
de 23 semanas de gestación como no viables, al igual que los pediatras
y neonatólogos británicos.
El año pasado, estos especialistas emitieron unas nuevas guías en
las que se indicaba no resucitar a los prematuros de menos de 22
semanas de gestación. Es más, los médicos no tienen la obligación legal
de salvar a los nacidos con 23 semanas, incluso aunque sobrepasen ese
tiempo en seis días, si consideran que actuar va en contra de los
intereses de los pequeños.
Xavier Carbonell, vicepresidente de la SEN y jefe del servicio de
Neonatología del Hospital Clínic de Barcelona, reconoce que «el caso de
la prematura estadounidense es puntual y no es donde nosotros tenemos
que centrar nuestros esfuerzos. Tenemos que luchar encarecidamente por
los de 24 semanas y, pese a los esfuerzos, fallece un 50% de ellos. Lo
que no se debe confundir es el peso con la edad gestacional del bebé».
Esta es la razón por la que un feto de 370 gramos que vino al mundo
hace seis años en el Hospital Valle de Hebrón (Barcelona) pudo
sobrevivir.
Salvador Salcedo, jefe del servicio de Neonatología que atendió este
caso, cuenta que «se trató de sacar adelante porque era un bebé con más
madurez que el de EEUU. No reanimamos a prematuros por debajo de las 24
semanas. Las secuelas para él y el sufrimiento para la familia son
desproporcionados», puntualiza.
La llegada de los corticoides prenatales que se inyectan en la madre
ante la amenaza de un parto prematuro y la introducción del surfactante
como profilaxis o tratamiento de la enfermedad de la membrana hialina
(síndrome de dificultad respiratoria) son, en palabras del doctor
Carbonell, «las dos herramientas que han revolucionado las cifras de
mortalidad en todos los grupos de edad y peso de los prematuros, pero
los avances en el campo de la prevención y el tratamiento de los
problemas que pueden sufrir los más pequeños a largo plazo están
estancados», aclara.
SECUELAS
Sus palabras se justifican en los datos obtenidos tras el
seguimiento realizado durante seis años a los bebés que nacieron en su
unidad. «El 15% de los de recién llegados con 24 semanas sufre secuelas
graves, al igual que el 11% de los de 25 y el 8% de los de 26», aclara.
Hablar de problemas a largo plazo es mencionar que, actualmente, el
50% de los niños con parálisis cerebral tiene el antecedente de haber
nacido muy prematuramente. Entre las personas con déficitl visual, el
17% fueron niños que pesaron en el momento del parto menos de 1.500
gramos. Además, los impacientes por nacer no sólo presentan con más
frecuencia trastornos motores, psíquicos y sensoriales, sino que sufren
más problemas de crecimiento, más procesos infecciosos y mayor
incidencia de asma.
Por todo ello, reanimar o no al recién llegado prematuro es una
decisión que se adopta en la sala de parto y con el consentimiento de
los padres.
«Dicho así suena muy crudo, pero no es como la gente se puede
imaginar. Primero, explicamos claramente a los padres los problemas a
los que se enfrenta su hijo y las secuelas que puede llegar a tener en
un futuro, pero cuando son de menos de 23 semanas, incluso en algunos
casos de menos de 24, lo que hacemos es que si no fallecen en el
momento del alumbramiento y tienen signos vitales le reanimamos para
que su muerte se produzca en las mejores condiciones», explica la
doctora Pallás.
Así, los padres pueden estar el tiempo que la Naturaleza les otorgue
despidiéndose de su hijo. «No les llevamos a cuidados intensivos, si no
que les dejamos en una sala donde se les aplican cuidados paliativos.
Se trata de que no sufran. Además, está demostrado que el duelo de los
padres es más llevadero cuando pueden conocer a su descendiente y
tocarlo. Este hecho ha cambiado mucho la forma en que los progenitores
viven la pérdida del bebé», afirma la doctora del 12 de Octubre.
Los que deciden venir antes de tiempo, pero al menos pasadas las 24
semanas de gestación, también están siendo atendidos de forma distinta
de como se hacía hace unos años.
En este sentido, el Hospital Universitario de la Paz (Madrid), donde
precisamente se está tratando ahora a un bebé que nació con 400 gramos,
tiene en marcha desde hace siete años un programa de alta precoz de los
prematuros.
Jesús Pérez Rodríguez, del servicio de Neonatología, explica en que
consiste este sistema: «Cuando valoramos que los pequeños están en
buenas condiciones, comen bien, soportan su temperatura corporal fuera
de la incubadora y cogen peso les mandamos a casa, donde una enfermera
les visita para hacer su seguimiento. Sabemos que evolucionan mejor con
sus padres que aquí. Se requiere que la casa, reúna unas condiones
ambientales adecuadas y que los padres, claro está, lo acepten. De esta
forma, estamos dando el alta cuando alcanzan los dos kilos de peso. No
obstante también hay casos que se van antes, con 1.800 gramos»,
puntualiza
Rocío Rodríguez, supervisora de la unidad explica que las enfermeras
formen a los padres en los cuidados que deben recibir sus hijos. «Lo
más importante es que no se sientan aterrados por la idea de llevar al
niño a casa cuando todavía es pequeño pero, para eso, les explicamos
todo y estamos disponibles con un teléfono móvil las 24 horas del día».
Esta enfermera recuerda, además, que «se les deja una báscula para
que pesen al bebé todos los días y se les dice a qué horas es mejor
sacarlos de paseo o aplicar ciertas medidas de higiene que son
importantes. Al principio, todos se asustan un poco pero luego la
experiencia es maravillosa. Sobre todo porque son familiares que ya han
estado en el hospital largas temporadas, con su hijo en una incubadora.
Sólo en el caso de que surjan complicaciones vuelven al hospital, pero
no suele ser lo frecuente».
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