Para los especialistas, la batalla contra el dengue no se terminó: en
ningún momento del año hay que olvidarse de desechar el líquido
acumulado en latas, tachos, botellas y gomas de autos. "Cuando
desaparecen los mosquitos en invierno, igual hay que seguir con la
eliminación de recipientes de agua, porque es donde se hallan los
huevos que permiten la descendencia de los transmisores del virus del
dengue", afirma Nicolás Schweigmann, responsable del Grupo de Estudio
de Mosquitos (GEM) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la
Universidad de Buenos Aires.
"En los floreros conviene colocar arena húmeda, de modo tal que no
decante y se separe del agua, porque el problema es el agua líquida. Si
se lograra que no existan reservas acuáticas en recipientes
artificiales estaría resuelta gran parte del problema. Alcanzar esta
medida sencilla requiere generar cambios de hábitos", subraya.
Estas ideas coinciden con declaraciones del inmunoquímico
francés Marc van Regenmortel. "Las campañas de educación masiva para
evitar la diseminación del virus son más efectivas que el uso de los
insecticidas. No es fácil convencer a toda la población de que debe
adoptar definitivamente conductas que permitan prevenir el dengue, pero
si se logra, será la estrategia más efectiva que pueda adoptar un
país", aseguró el especialista, director emérito del Centro Nacional de
Investigación Científica de Francia.
Con esto en mente, desde la UBA, en conjunto con escuelas
porteñas y con el financiamiento del Centro Internacional de
Investigaciones para el Desarrollo de Canadá, se hizo una prueba piloto
en siete colegios de Villa Pueyrredón.
"Como los manuales escolares no traían material sobre el
mosquito transmisor del dengue, se les facilitó información y se
sugirieron ideas a los docentes para que cada uno armara su propio
proyecto acerca del tema. Los resultados mostraron un gran interés por
parte de los alumnos", subraya. En este sentido, Sandra Gómez, docente
de la UBA e investigadora responsable en contacto con las escuelas,
comentó: "Fue una experiencia enriquecedora para todos. Significó un
acercamiento e intercambio entre los niveles educativos universitarios
y primarios".
La repercusión en Villa Pueyrredón fue llamativa. "Hubo una
verdadera movilización del barrio", indica Luis María Rodríguez,
supervisor del Distrito Escolar 16 de Escuelas Públicas. "El objetivo
no era sólo informar, sino empezar a pensar la problemática. El
propósito es que se genere conciencia", añadió.
Mosquito sin fronteras
Cada asignatura aportó un aspecto de la cuestión. Por
ejemplo, desde la sociología se trabajó con encuestas; la matemática
aportó herramientas para elaborar los porcentajes, la biología mostró
cómo es la larva de este mosquito y la historia llevó a hurgar en la
epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires de fines del siglo XIX.
"Fue muy útil porque se avanzó en contenidos específicos,
tanto en ciencias naturales como en trabajos desde la perspectiva
social", enfatizó Patricia Castagnino, directora de la Escuela Nº 12
Cardenal Pacelli, uno de los establecimientos que participaron del
proyecto "Todos somos responsables". Uno de los conceptos sobre los que
se trabajó es que "lo hacemos entre todos o todos estamos en riesgo,
porque el mosquito no reconoce medianeras".
Los alumnos de la Escuela de Jornada Completa Nº 6 Luis
Pasteur realizaron dos encuestas. En la primera algunos vecinos
respondieron con conceptos errados, como que el mosquito se llama
dengue, o desconocían que el recipiente de agua para que beba la
mascota puede servir de reservorio. "Pero tras brindar información, las
respuestas fueron más acertadas. Y a los estudiantes les encantó hacer
esta tarea", indica María del Carmen Lapeña, vicedirectora de esta
institución.
"El mosquito Aedes aegypti transmite el dengue y
también la fiebre amarilla, que en 1871 mató a 14.000 personas en sólo
tres meses en Buenos Aires. Por ese entonces no se sabía cómo se
contagiaba la enfermedad ni había medios de comunicación masiva. Hoy
contamos con estas ventajas, pero igual hay casos", compara
Schweigmann, que desde 1996 estudia los mosquitos en la ciudad.
Con el paso de los años, los números muestran cifras
inquietantes. "De 200.000 casas que se revisaron en Buenos Aires entre
1953 y 1964 se encontraron sólo quince criaderos de mosquitos en seis
viviendas. Actualmente, de cada 100 hogares hallamos criaderos en 10.
Probablemente el aumento de temperatura favorezca esta situación",
señala Schweigmann.
El dengue acapara la atención por el número de afectados en el
país y en las naciones vecinas. "¿Cómo hacemos para resolver este
problema? -se pregunta-. Es una cuestión de cambio de hábitos. Se trata
de sensibilizar a la población sobre los problemas ambientales, y eso
sólo se logra a través de la educación."
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