Desde los relojes Rolex hasta los bolsos Louis Vuitton, pasando por los
DVD con los últimos éxitos de taquilla, China es el paraíso de las
copias falsificadas. Sin duda, todo un negocio multimillonario que, al
margen de sus enormes perjuicios económicos, puede tener también
consecuencias fatales cuando lo que se imita no son camisas de marca o
discos de música, sino alimentos y medicamentos.
En su condición de «fábrica global», China es el lugar
donde se produce buena parte de los medicamentos y comidas
preelaboradas que se consumen en la sociedad occidental, donde rara vez
se verifica el origen de dichos artículos.
Esta peligrosa falta de controles sanitarios acaba de
ser puesta de manifiesto por un escándalo que ha sacudido a Estados
Unidos, donde miles de mascotas, sobre todo perros y gatos, han muerto
tras ingerir comida de animales que había sido preparada con sustancias
procedentes del gigante asiático. A la espera de que se aclare el caso,
se sospecha que la causa de estas intoxicaciones parece estar en la
melamina, un componente industrial utilizado en la producción de
fertilizantes y plásticos que, por alguna razón, acabó formando parte
del gluten de trigo exportado a EE.UU. como alimento para animales.
El riesgo es, si cabe, aún mayor porque algunas partidas
del gluten no fueron usadas sólo como aditivo de la comida para las
mascotas, sino que alimentaron directamente a 2,7 millones de gallinas
en 13 granjas de Indiana el pasado mes de febrero. Aunque las
autoridades norteamericanas no han detectado ninguna intoxicación entre
personas, tales episodios hacen temer que alguna de esas sustancias
contaminadas pueda entrar en la cadena alimentaria humana.
Todavía peor es la situación de la industria
farmacéutica china, que ya ha dado el salto a Europa y EE.UU. gracias a
los baratísimos precios de unos medicamentos que no siempre cumplen las
necesarias medidas de seguridad.
365 muertos en Panamá
Según acaba de desvelar un reportaje de investigación
del «New York Times», la masiva falsificación en China de glicerina,
una sustancia común en medicinas, alimentos y hasta pasta de dientes,
ha provocado durante las dos últimas décadas ocho grandes
intoxicaciones en todo el mundo y ha costado la vida a miles de
personas.
El último episodio tuvo lugar el año pasado en Panamá,
donde 365 personas fallecieron tras tomar un jarabe para el resfriado
que había sido elaborado no con glicerina, sino con dietileno glicol,
un disolvente industrial presente en algunos anticongelantes.
Al menos tres de cada cuatro casos de medicamentos
falsificados procedían de China, donde laboratorios que ni siquiera
disponen de los pertinentes permisos oficiales sustituyen la glicerina,
que da un sabor dulce a los jarabes y aparece también en inyecciones y
remedios contra la fiebre, por el dietileno glicol, que aumenta los
beneficios empresariales al ser mucho más barato.
Así, una tonelada de dietileno glicol, prohibido para el
consumo humano, cuesta entre 6.000 y 7.000 yuanes (entre 600 y 700
euros), mientras que la glicerina autorizada para uso farmacéutico vale
unos 15.000 yuanes (unos 1.500 euros).
Con unos precios tan competitivos, no es de extrañar,
como recoge «The New York Times», que desaprensivas empresas chinas,
como Taixing Glycerine Factory, vendieran dietileno glicol como si
fuera glicerina a otros intermediarios nacionales e internacionales que
luego distribuyeron el producto a nivel mundial. Tras pasar por varias
compañías de exportación que no realizaron controles sanitarios, pero
sí pusieron sus propias etiquetas, entre ellas una radicada en
Barcelona, el veneno llegó a Panamá. Allí, las autoridades sanitarias
lo usaron para elaborar un jarabe contra el resfriado que resultó letal.
Laboratorios corruptos
Estos casos han sembrado la alarma entre la comunidad
internacional, que ya está presionando a China para que controle su
caótica industria farmacéutica. Tras sufrir el año pasado varias
intoxicaciones con decenas de fallecidos, el régimen comunista intenta
atajar la galopante corrupción que afecta al sector. De hecho, el
principal responsable de la seguridad de los medicamentos, Zheng
Xiaoyu, fue detenido en diciembre y va a ser juzgado por aceptar
sobornos a cambio de expedir licencias de producción a firmas
fraudulentas que no cumplían las normas.
Como publicó el periódico oficial «China Daily», Zheng y
sus subordinados vendieron numerosos certificados de «Buen producto
médico» entre 1998 y 2005. Entre 1999 y 2003 se otorgaron 2.000
permisos, una cifra desorbitada en comparación con los 87 aprobados
antes de 1999.
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