MTUBATUBA (Sudáfrica).- Tryphina Ngwenya desenrolla un condón rosa alrededor del palo mágico de madera que habitualmente utiliza para conjurar a los espíritus. "Lo veis, es fácil, no hay nada venenoso o peligroso en los preservativos", explica a un grupo de 80 sangomas, el nombre con el que localmente se conoce a los santeros o curanderos.
gwenya ha reclutado a los sangomas para que ejerzan de soldados a
pie de calle en la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana
(VIH), que ha infectado a uno de cada tres adultos en este rincón rural
de Sudáfrica (Mtubatuba). Ella les enseña conceptos básicos sobre el
sida y cómo prevenirlo.
Muchos de los curanderos del país, y todavía quedan algunos, creyeron en su día que el VIH era un castigo de los espíritus
y, por tanto, los seropositivos eran víctimas de un embrujo y afirmaban
que podían curarlos. Sin embargo, ahora han cambiado de opinión y
aunque siguen recetando hierbas y raíces para tratar algunos de los
síntomas del sida también recomiendan el uso de condones, remiten a los
pacientes a las clínicas para que se hagan la prueba de VIH y les
animan a que no abandonen el tratamiento antirretroviral.
La idea de relacionar a los curanderos tradicionales con los
sistemas más modernos de salud parte de la Fundación de Investigación
Médica de África (AMREF), que indica que más de dos tercios de personas en el África rural consultan a los sangomas antes de acudir a una clínica.
Los sangomas son adorados, la gente confía en ellos y desempeñan
múltiples roles como guías espirituales, curanderos y consejeros. La
mayoría son mujeres, aunque no todos, y ofrecen muchas veces consejos
sobre sexo a las parejas jóvenes, a la vez que enseñan los ritos
relacionados con la muerte o inventan un remedio para el dolor de
muelas.
Cuestión de confianza
La AMREF pretende que los sangomas proporcionen además unos cuidados
de salud básicos y que utilicen su influencia y autoridad para promover
las pruebas del sida en aquellas áreas en las que los habitantes
normalmente rechazan los hospitales y los tratamientos médicos. "Los curanderos son esenciales en esas comunidades. Las personas
confían en ellos más que en las enfermeras", reconoce Ivy Mdlesthe, una
enfermera que trabaja en un centro de pruebas de VIH en AMREF.
Zandile Bukhosini es una de las mujeres que se han beneficiado de
este sistema de vincular a los curanderos con la medicina moderna.
Cuando desarrolló una tos seca que no se iba con el paso de los días
asumió que había sido hechizada y acudió a ver a Tembe, su sangoma.
Afortunadamente, Tembe supo distinguir los síntomas de la tuberculosis,
una enfermedad que a menudo acompaña a la infección por VIH, y envió a
Bukhosini a una clínica para que se hiciera las pruebas. El resultado
fue positivo.
"Cuando me envió a hacerme el test era un poco escéptica, pero su
medicina me había ayudado en ocasiones anteriores así que decidí
confiar en ella una vez más", afirma la joven de 25 años. Ahora, con el
apoyo de Tembe, esta paciente está tomando la terapia antirretroviral y
se siente bien. "Tembe me animó a tomar los fármacos
que me habían dado los médicos, pero también me dio su tratamiento
particular y me dijo que si necesitaba matar a un pollo para calmar a
mis antepasados lo hacíamos", explica Zandile.
Mismo objetivo, distintos métodos
El proyecto impulsado por AMREF tienen una especial resonancia en
Sudáfrica, donde la ministra de salud, Manto Tshabalala, y otros
miembros del gobierno han recomendado una dieta a base de limón y ajo
contra el sida en vez de los antirretrovirales. Ngwenya insiste en que las dos aproximaciones no son excluyentes y
argumenta que los sangomas pueden ayudar a tratar algunos de los
efectos secundarios del VIH, como los problemas de piel o toses y
resfriados, y, sobre todo, pueden romper el estigma que rodea a la enfermedad.
"Obviamente no hay un curandero que pueda curar el sida, pero pueden
ayudar a tratar los síntomas y apoyar a los pacientes", explica.
Los sangomas implicados en este proyecto no ven conflicto entre las dos aproximaciones –la medicina tradicional y la moderna.
"¿Cómo pueden estar los antepasados enfadados conmigo?", se pregunta
Philile Gumbi cuando le interrogan sobre lo que pensarán los espíritus
de que esté animando a la gente a que acuda a la medicina moderna. "Al
fin y al cabo, los dos hacemos lo mismo, salvamos vidas", responde. |