Cuando Silvana recibió la noticia de que estaba infectada con el VIH,
sintió que, literalmente, se le había acabado la vida. "Estaba
embarazada de dos meses y medio, y el diagnóstico lo recibí en un
examen de rutina del embarazo", cuenta esta profesional, hoy de 37
años, a cuatro años de saberse portadora del virus del sida.
"Era algo que sabía que existía, pero que a mí no me podía pasar, por
lo cual era una sensación de fracaso personal", dice. Con un primer
hijo de 5 años y el segundo en camino, Silvana -nombre que no es el
verdadero- tuvo entonces que enfrentarse con ella misma, con sus miedos
y sus prejuicios.
También tuvo que enfrentarse con otra noticia inesperada: su
marido no estaba infectado. Y con otra realidad: que debía no sólo
tomar los medicamentos antirretrovirales para estar bien y para evitar
transmitir el virus a su hijo en camino, sino que también tenía que
introducir una serie de cuidados en su vida íntima para evitar
contagiar a su pareja.
Dado que el VIH se transmite a través de los fluidos vaginales
y seminales, una de las medidas fundamentales de prevención es el uso
de preservativo durante la relación sexual. "Con las parejas
discordantes [en las que sólo uno de los dos integrantes es portador
del VIH] insistimos constantemente en el uso del preservativo durante
toda la relación sexual", dice la doctora Gabriela Bugarin,
coordinadora científica de la Fundación Helios Salud, que esta semana
organizó el III Simposio Internacional de VIH - Una Puesta al Día.
"Además de insistir en su uso en el sexo vaginal y anal
-continúa Bugarin-, insistimos en su uso en el sexo oral, ya que aunque
presenta un riesgo mucho más bajo de transmisión del VIH, ese riesgo
existe."
Esta médica infectóloga hace hincapié en el verbo "insistir",
ya que el uso del preservativo no siempre es una conducta que se
mantiene en el largo plazo. "Al principio, el uso del preservativo se
sostiene, pero con el tiempo muchas parejas dejan de usarlo", cuenta
Bugarin.
En otros casos, el miedo al contagio interpone distancia entre
los integrantes de la pareja. "En las parejas discordantes, el temor al
contagio lleva a veces a dejar de tener relacionas sexuales", afirma el
doctor Daniel Stamboulian, vicepresidente de la Fundación Helios Salud.
Nada de eso ocurrió en el caso de Silvana. "Con mi marido
tuvimos que trabajar para tener un encuentro diferente del que teníamos
-cuenta-. Tuvimos momentos de miedo, porque el tema del contagio te
persigue todo el tiempo, pero logramos estar quizá mejor que antes. Con
los recaudos y los cuidados que hay que tener, le perdimos miedo al
contagio, y hoy no condiciona nuestra vida íntima."
El desafío de proyectar
Martín y Paula también se enfrentaron con el desafío de ser
una pareja discordante. Martín se enteró de que Paula era portadora del
virus del sida al poco tiempo de empezar a salir con ella. "Antes de
tener la primera relación, le dije que era VIH positivo y que íbamos a
tener que usar preservativo", cuenta Paula, que ya llevaba siete años
conviviendo con el virus, tras haberse enterado de ello a los 18 años,
durante el parto de su hija.
A Martín nada de esto lo asustó. "Me vas a tener que enseñar
un montón de cosas, le dije, porque yo no sabía mucho más sobre el VIH
que lo que uno escucha por ahí", recuerda este profesional de 35 años.
Al mes siguiente, se fueron a vivir juntos, y de eso hace ya cinco
años. Hoy la familia que formaron Paula y Martín -éstos no son sus
nombres verdaderos- se completa con la hija de ella y los tres hijos de
él.
"Todos se llevan bárbaro", coinciden Paula y Martín. Ellos,
también, y están pensando en casarse y en buscar una casa más grande.
Es que gracias a los llamados cócteles antirretrovirales (combinaciones
de drogas altamente efectivas), el panorama que enfrentan las personas
con VIH es muy diferente del de antaño. El sida, que es el estadio
avanzado de la infección por VIH, en el que el virus destruye las
defensas del organismo y lo deja a merced de enfermedades oportunistas,
no es el camino obligado por recorrer.
"Hace casi 13 años que soy portadora, y estoy bien; nunca tuve
ningún problema, pero durante mucho tiempo no sabía qué iba a suceder
mañana; no quería estudiar una carrera larga porque no sabía si la iba
a poder terminar -dice Paula, hoy de 30 años-. Tenía una gran
incertidumbre; me preguntaba si iba a poder llegar a llevar a mi hija
al jardín, si la iba a poder ver con su primer uniforme en la
primaria."
"Pero eso fue hace mucho tiempo. Hoy es muy distinto enterarse
de que se es portador", agrega. Hoy, el diagnóstico de VIH positivo ya
no es una sentencia de muerte.
"Cuando recibí la noticia, creía que no iba a poder llevar una
vida normal, a pesar de que los médicos me decían que era posible, y
ahora puedo comprobar que ellos tenían razón -retoma Silvana-. Pero no
quiero tampoco que la gente piense que es lo mismo tener el virus que
no tenerlo. No es que no pasa nada: pasan un montón de cosas que no le
deseo a nadie. Pasa que uno se tiene que adaptar a esas cosas."
"Pero aun así, uno puede proyectar; se pueden cumplir las
cosas que uno quiere; uno no deja de ser una persona; no deja de creer,
de desear", agrega. Hoy, Silvana está embarazada nuevamente, y espera a
su tercer hijo para fines de diciembre.
"Lo siento como una nueva oportunidad que me da la vida", dice.
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